Empieza siendo divertida y dinámica, y en cierta manera se agradece su ligereza. El tono cómico del arranque junto con lo enrevesado de su trama te sitúan en mitad de una exposición fresca e ingeniosa, digámoslo, original. De alguna manera uno se inmiscuye y disfruta de la propuesta incluso sin quererlo, más aún con las grandes interpretaciones que se nos brindan. Destacaré en este sentido, como la mayoría, la de Annette Bening, y no está aquí de más repetirlo pues me parece lo mejor de la película. Me creo tanto su papel que hasta en el momento en el que efectúa su triste descubrimiento soy capaz de ver en su expresión cómo algo por dentro se rompe. Sí, se le rompe algo a ella pero, lo que es peor, en ese mismo momento se nos rompe a nosotros la película.

Todo deja de ser divertido a partir de entonces y uno empieza a descubrirle ciertas costuras, ciertas pretensiones que hasta entonces, por su tono ligero iba obviando en esta película y se limitaba a disfrutar. Lo cierto es que uno asiste con cierta repulsión a la transformación de lo que parecía una ruptura de convencionalismos en un grandísimo convencionalismo en estado puro y duro. El arquetípico desenlace no es más que la confirmación de asistir a una película vestida de fiesta en el velatorio, quizá no de una tragedia, pero sí en el velatorio de la normalidad.

Quepa añadir para finalizar que es una película amablemente entretenida. A pesar de lo anteriormente comentado, no se hace en absoluto pesada. Flojo ha sido, en fin, este año para que ésta sea una obra candidata al Oscar. Si bien, y pensándolo de otra manera, entre las otras 9 creo recordar que existe alguna peor. Muchas gracias. Un placer. Vuelva pronto.