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Voto de Eduardo García:
7
Serie de TV. Thriller. Drama Serie de TV (2022-). 2 temporadas. 18 episodios. Finales de los años 90. Jake Adelstein es un joven periodista norteamericano que trabaja para un importante periódico de Tokio. Bajo la supervisión de un veterano detective de la policía de la ciudad, Jake comienza a investigar el oscuro mundo de la Yakuza, la peligrosa mafia japonesa controlada por algunos de los criminales más poderosos del país. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2022
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy vengo a hablar de una nueva e interesante serie televisiva sobre mafia y periodismo. Ambientada en el Japón de finales de los noventa, Tokyo Vice se estrenó el pasado abril en la plataforma HBO Max y enseguida se convirtió en una de las propuestas más interesantes de este 2022. Este intrigante relato está constituido por ocho episodios de aproximadamente una hora de duración, en los que se desarrolla la historia de un joven periodista estadounidense emigrado al país nipón. Una vez en Tokio, este «gaijin» se hará un hueco en un prestigioso periódico local desde el que se verá inmiscuido en una trama criminal que involucra a la temida yakuza. Su nombre es Jake Adelstein y aunque aquí su historia está ficcionada, realmente el tal Adelstein existió y la serie basa su guión en un libro que escribió sobre sus peripecias en la ciudad más grande del mundo.

Esta electrizante teleserie, ya renovada para una segunda temporada, existe por iniciativa de Michael Mann, que además dirige el primer capítulo. Él es un conocido cineasta estadounidense responsable de clásicos modernos como El último mohicano (1992), Heat (1995) o El dilema (1999). Mann también fue el autor de la ochentera Corrupción en Miami -Miami Vice en su título original-, serie que en su momento gozó de una enorme popularidad e influencia. Volviendo al espíritu de entonces, su dirección en el piloto de Tokyo Vice es soberbia y me atrevería a decir que es el mejor capitulo de la serie. Marca una pauta tan alta que los siguientes episodios se vuelven un tanto asimétricos. No obstante, la montaña rusa funciona, ya que Tokyo Vice deja un satisfactorio sabor de boca una vez acabada, en el conjunto general.

En esta historia veréis desfilar a periodistas, detectives corruptos, mafiosos de corazón helado, prostitutas, aprovechados, políticos -¿estos dos últimos no son lo mismo?-; en un cóctel que los involucra a todos, donde la lucha por no fracasar es feroz. En el reparto principal destacan Ansel Elgort como el periodista Jake Adelstein, Ken Watanabe como el incorruptible policía Hiroto Katagiri, Rachel Keller como la escort de lujo Samantha Porter y Show Kasamatsu como Sato, el joven yakuza que trata de escalar peldaños en el mundo criminal. A pesar de pertenecer a mundos radicalmente opuestos, este último y Adelstein -el protagonista- llevan vidas paralelas pues ambos son primerizos en lo suyo, se enfrentan a complicados dilemas éticos y además están pillados de la misma mujer, Samantha.

Tokyo Vice está cargada de referencias a otras obras del género de la mafia. Por poner un ejemplo, el caso del anciano jefe yakuza que se ve envuelto en disputas por no querer mezclarse en el negocio del tráfico de drogas, algo que ya le pasaba a Vito Corleone en El padrino (1972). O la mezcla de gángsters, periodistas, policías y políticos muy a lo The Wire (2002-2008). Tokyo Vice nunca llegará a la altura de aquellas pero como buena producción sobre el mundo del crimen resulta interesante porque, ojo, permite combinar muchos géneros y tramas con un inherente toque de violencia. Muy bueno esto.

En el otro extremo, encuentro varios lunares en el desarrollo de la serie que voy a explicar a continuación. Creo que una vez superado el éxtasis del primer episodio, los dos siguientes son pelín irregulares y pueden motivar a muchos espectadores a dejarla de ver. No en vano, es recomendable continuar pues, como he dicho, el resultado general es bueno y las espadas quedan en todo lo alto para una segunda temporada.

Otra cosa; existe una subtrama acerca de suicidios y cobro de seguros que creo que está cogida con pinzas y no me funciona del todo bien. También creo que los momentos centrados exclusivamente en los yakuzas no tienen tanto gancho como cuando vemos mafiosos en producciones occidentales, las maneras japonesas son más frías y poco adrenalínicas. Para acabar, creo que sería una triunfada renunciar a que el grueso de la serie se base en conspiraciones criminales y se centrase más en los dramas personales de sus protagonistas, sobre todo cuando están vinculados a esas conspiraciones: el sátrapa enfermo, la familia de Adelstein, el nuevo recluta que no sirve, el pasado de Samantha, etc.

A excepción del primero, mi opinión es que los mejores episodios son los dirigidos por la japonesa Hikari. A ella, su conocimiento de la ciudad de Tokio le brinda oportunidades para lucirse con recursos muy estetas, como la secuencia en esos baños tipo termas o los planos aéreos cuando los personajes caminan por la ciudad. En general es una serie muy estilizada puesto que la arquitectura japonesa luce muy bien en pantalla. Además, la dirección de actores está bien conseguida pues el feeling entre personajes es bastante evidente.

CONCLUSIÓN

Tokyo Vice apuesta fuerte por lo suyo y, a expensas de una segunda temporada, se ha convertido en una buena serie a seguir. Tiene mucho potencial y un lenguaje propio aún por pulir. Sus secuencias de planos a veces son previsibles, al igual que sus tramas, pero el alto nivel de producción garantiza una serie bien cuidada y de mucho estilo, sello HBO.

Como sé que me lee, doy gracias a mi tío Iñaki por haberme recomendado esta teleserie con tanta insistencia, me ha parecido un notable entretenimiento, ya lo sabes. No es la gran historia de mafiosos, como Los Soprano, pero oye, al final me ha enganchado. Ya veremos qué tal la siguiente entrega. Por cierto, Ansel Elgort podría ser el próximo galán de Hollywood, lástima que tenga un nombre tan poco encantador.

https://noesmasquecine.blogspot.com/2022/06/tokyo-vice-con-la-yakuza-no-se-juega.html
Eduardo García
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