En la cámara blindada con una puerta de medio metro de espesor, en el cuartel general de la CIA, trabaja ni más ni menos que Ernest Borgnine, que aún teniendo la edad de jubilarse por segunda vez, se ve que no le ha dado la gana. Está a cargo del archivo de los expedientes personales de esta gente que los pintan como asesinos profesionales. Expedientes en papel, que aún no los han informatizado. Me ha gustado Ernest tan viejecito, tan activo y con ganas.

Cuando ves a mil agentes contra ese trío de pensionistas (a veces son cuatro) que son los protagonistas, te das cuenta que en la vida, en esto del cine, ya está todo inventado. Una aventura de comic, efectivamente, no podía ser nada más que de comic, o de novela fantástica. El caso es que parece que la película no va más que de rescatar viejas glorias para el celuloide.

Dicho esto, creo que está bien hecha, con un tierno Bruce Willis que encandila a las jovencitas hasta por teléfono. También anda por ahí un Richard Dreyfuss barrigudo y ¡cómo no! el sempiterno Morgan Freeman, que como siempre, aparece pero que no hace nada, sólo sonreír con su carita de lentejitas. Un plantel de lujo para una película distraída, con viejas glorias y mucha acción para que no pienses, para ver como caen muertos sin cesar en plan de broma. Eso es lo que vale de estas películas tan pasajeras, que caen muchos muertos pero asépticamente, sin importar, gusta incluso. Luego se levantan, fuera de cámaras. En la vida, ya está todo inventado, está claro.