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Voto de Juanjo Iglesias:
9
7,9
8.889
Cine negro. Intriga. Drama
Steele, un guionista con fama de conflictivo y violento, tiene que afrontar la difícil tarea de adaptar un best-seller de nula calidad literaria. Casualmente se entera de que Mildred, la chica del guardarropa del club que frecuenta, ha leído la obra en cuestión. Decide entonces llevársela a su casa para que le cuente el argumento. Pero, a la mañana siguiente, la policía se presenta en su casa y le comunica que Mildred ha sido asesinada, ... [+]
9 de marzo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de rodar su obra más representativa bajo contrato con la Warner, la inolvidable “Rebelde sin causa”, rodó este híbrido drama, con su particular estilo, que tomando las características principales del cine negro, se introduce en un cine de autor siempre estusiasmado por explorar los límites de los sentimientos humanos. Esta idea se podría aplicar a la mayoría de las películas de Ray, convirtiéndolo en un director diferente, siempre alejado en cierta medida del mainstream, por su especial carácter.
El guión de “En un lugar solitario”, se basa en la novela homónima de Dorothy Hughes, publicada en 1947. Retrata la figura de un guionista cinematográfico en horas bajas, de repudiable carácter, desde la perspectiva que el film noir había hecho inmensamente famoso a Humphrey Bogart. La perspectiva de personajes como Philip Marlowe o Sam Spade, que el irremplazable actor ya había interpretado bajo la tutela de John Huston o Howard Hawks. Estos eternos moradores de la soledad y las sombras, en esta obra se convierten en un ciudadano corriente de la clase media de Hollywood y cuyo auténtico rol en la historia es el de eterno culpable.
Dix Steele es ese guionista violento y conflictivo interpretado magistralmente por mi adorado Bogart, que tiene el arduo trabajo de adaptar al cine un best-seller de escasísima calidad. Tras enterarse en el club que frecuenta, de que Mildred, la chica del guardarropa ha leído la novela, la convence para llevarla a su apartamento y que le cuente la historia. A la mañana siguiente la policía se presenta en el apartamento, situando a Steele como primer sospechoso de la muerte de Mildred.
La película queda definida por la relación entre los dos personajes principales, en un careo entre dos colosos del cine clásico como son Humphrey Bogart y Gloria Grahame. Bogart tenía en su bolsillo a la industria, al público y a la crítica, con sus interpretaciones de tipo duro, sin escrúpulos, solitario y oscuro. Este papel parecía escrito para él. La violencia, la infinita seguridad en sí mismo, la actitud despectiva ante el resto del mundo y unos diálogos genéricos del cine negro, que siempre dan la réplica perfecta al amor incondicional que recibe del personaje de Grahame, dejaron la impronta de un mítico personaje más. El personaje de Bogart convierte el amor entre ellos, en un lugar solitario.
Gloria Grahame es la abnegada amante. Esa amante que representa con claridad infinita lo que significa algo tan bello como el amor incondicional. Esta actriz parecía haber nacido para el cine negro. Su belleza y su innata capacidad para representar la inocencia hace de ella una actriz perfecta para este papel. Esa misma capacidad la convertiría en una de las actrices por excelencia de los años 50, en películas como “Los Sobornados” del maestro Lang. Esa belleza de Grahame está cerca de lo salvaje, en un papel más amable, adulto e inteligente a los que acostumbraba.
El guión de “En un lugar solitario”, se basa en la novela homónima de Dorothy Hughes, publicada en 1947. Retrata la figura de un guionista cinematográfico en horas bajas, de repudiable carácter, desde la perspectiva que el film noir había hecho inmensamente famoso a Humphrey Bogart. La perspectiva de personajes como Philip Marlowe o Sam Spade, que el irremplazable actor ya había interpretado bajo la tutela de John Huston o Howard Hawks. Estos eternos moradores de la soledad y las sombras, en esta obra se convierten en un ciudadano corriente de la clase media de Hollywood y cuyo auténtico rol en la historia es el de eterno culpable.
Dix Steele es ese guionista violento y conflictivo interpretado magistralmente por mi adorado Bogart, que tiene el arduo trabajo de adaptar al cine un best-seller de escasísima calidad. Tras enterarse en el club que frecuenta, de que Mildred, la chica del guardarropa ha leído la novela, la convence para llevarla a su apartamento y que le cuente la historia. A la mañana siguiente la policía se presenta en el apartamento, situando a Steele como primer sospechoso de la muerte de Mildred.
La película queda definida por la relación entre los dos personajes principales, en un careo entre dos colosos del cine clásico como son Humphrey Bogart y Gloria Grahame. Bogart tenía en su bolsillo a la industria, al público y a la crítica, con sus interpretaciones de tipo duro, sin escrúpulos, solitario y oscuro. Este papel parecía escrito para él. La violencia, la infinita seguridad en sí mismo, la actitud despectiva ante el resto del mundo y unos diálogos genéricos del cine negro, que siempre dan la réplica perfecta al amor incondicional que recibe del personaje de Grahame, dejaron la impronta de un mítico personaje más. El personaje de Bogart convierte el amor entre ellos, en un lugar solitario.
Gloria Grahame es la abnegada amante. Esa amante que representa con claridad infinita lo que significa algo tan bello como el amor incondicional. Esta actriz parecía haber nacido para el cine negro. Su belleza y su innata capacidad para representar la inocencia hace de ella una actriz perfecta para este papel. Esa misma capacidad la convertiría en una de las actrices por excelencia de los años 50, en películas como “Los Sobornados” del maestro Lang. Esa belleza de Grahame está cerca de lo salvaje, en un papel más amable, adulto e inteligente a los que acostumbraba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Como cine negro, la película presenta personajes desesperanzados y solitarios, el asesinato necesario para el género y una intriga perfecta que deja en perfecto lugar al montador aparte del director que marca un tempo narrativo perfecto.
La fotografía en blanco y negro de Burnett Guffey, es simplemente perfecta. Jamás exagera con los juegos de luz, en un poema lumínico de sobriedad y elegancia. Deja a un lado los excesos de otras películas del género, para hacer una fotografía coherente, equilibrada y elegante que guía a la película hacia cánones más comerciales, pero también acercándose al estilo del director, que no era amante de improvisaciones o excesos en este sentido. Es más suave y menos personal que la de gente como Greg Toland o Milton Krasner, pero tiene la virtud de la belleza a través de una compleja sencillez.
El uso de la profundidad de campo mezclado con diálogos fuera del plano, donde los dos protagonistas simplemente se miran, son seductores, negros y de una capacidad artística encomiable. Alejan de lo cotidiano al personaje protagonista, para sumergirle en su propio universo, le alejan de lo frívolo y lo banal. Aunque es un personaje con exceso de ego, vanidoso y egoísta, de los que cumplen sus sueños sin esfuerzo. O eso dicen… A Ray le obsesionaban los sentimientos de sus personajes, de ahí esos movimientos de cámara lentos y armoniosos, o esos planos fuera de la conversación.
Me resulta bello verla hoy por las diferencias morales entre sus personajes y los tiempos que vivimos. Destila honestidad y amor por el género. Es una película más amable y más cómica que la media del cine negro de los 40 y al mismo tiempo un drama de magnitudes épicas y una cinta más oscura en su narrativa que el estilo del propio director.
La Banda Sonora de George Antheil ambienta la obra con instrumentos de cuerda y viento, siendo especialmente incisiva en algunas bellas y bajas notas de violonchelo. Reafirma las ideas estilísticas de Nicholas Ray y profundiza a la perfección en ese deplorable personaje.
Pocas películas han representado la violencia como parte del carácter de una forma tan representativa y cruda. La violencia “Como el color de sus ojos, o la forma de su cabeza”. Analizando desde dentro el mundo del cine, en una bajada a los infiernos ganada a pulso y con esfuerzo, para tirar por tierra lo que podría haber sido una visita eterna al paraíso. Duele y deja huella. Posiblemente mi favorita de Ray.
La fotografía en blanco y negro de Burnett Guffey, es simplemente perfecta. Jamás exagera con los juegos de luz, en un poema lumínico de sobriedad y elegancia. Deja a un lado los excesos de otras películas del género, para hacer una fotografía coherente, equilibrada y elegante que guía a la película hacia cánones más comerciales, pero también acercándose al estilo del director, que no era amante de improvisaciones o excesos en este sentido. Es más suave y menos personal que la de gente como Greg Toland o Milton Krasner, pero tiene la virtud de la belleza a través de una compleja sencillez.
El uso de la profundidad de campo mezclado con diálogos fuera del plano, donde los dos protagonistas simplemente se miran, son seductores, negros y de una capacidad artística encomiable. Alejan de lo cotidiano al personaje protagonista, para sumergirle en su propio universo, le alejan de lo frívolo y lo banal. Aunque es un personaje con exceso de ego, vanidoso y egoísta, de los que cumplen sus sueños sin esfuerzo. O eso dicen… A Ray le obsesionaban los sentimientos de sus personajes, de ahí esos movimientos de cámara lentos y armoniosos, o esos planos fuera de la conversación.
Me resulta bello verla hoy por las diferencias morales entre sus personajes y los tiempos que vivimos. Destila honestidad y amor por el género. Es una película más amable y más cómica que la media del cine negro de los 40 y al mismo tiempo un drama de magnitudes épicas y una cinta más oscura en su narrativa que el estilo del propio director.
La Banda Sonora de George Antheil ambienta la obra con instrumentos de cuerda y viento, siendo especialmente incisiva en algunas bellas y bajas notas de violonchelo. Reafirma las ideas estilísticas de Nicholas Ray y profundiza a la perfección en ese deplorable personaje.
Pocas películas han representado la violencia como parte del carácter de una forma tan representativa y cruda. La violencia “Como el color de sus ojos, o la forma de su cabeza”. Analizando desde dentro el mundo del cine, en una bajada a los infiernos ganada a pulso y con esfuerzo, para tirar por tierra lo que podría haber sido una visita eterna al paraíso. Duele y deja huella. Posiblemente mi favorita de Ray.