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Voto de Antonio Morales:
8
Cine negro. Drama Solly Caspar es un gánster que se ocupa tranquilamente de sus negocios porque tanto el alcalde como el jefe de policía se han dejado sobornar por él. En vísperas de unas elecciones, Caspar asesina a un periodista que lo hostigaba continuamente desde las páginas de su diario. Mientras tanto, el candidato a alcalde, que es un político reformista, hace una durísima campaña contra el crimen organizado. Entonces Caspar, temiendo perder el ... [+]
13 de octubre de 2013
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en que la catalogación de un director de cine pasaba por su clasificación, más o menos arbitraria y salomónica, en autor o artesano. El autor, mediante la persistente revisitación de unos temas y estilemas fácilmente reconocibles, efectuaba una mirada personal sobre el mundo, propia e intransferible; era manipulador de la realidad representada. El artesano, por contra, ofrecía únicamente la competencia de su oficio, su demostrada capacidad para contar hábilmente una historia, sirviendo mansamente a los intereses del Estudio para el que trabajaba bajo contrato; no intervenía, obviamente, sobre la realidad representada.

Dos tipologías presuntamente antagónicas y estancas, que no sólo suponían un juicio de valor premeditado, sino una visión cerril, reductora, escasamente reflexiva, e insuficiente, de pensar la practica cinematográfica. ¿Alguien se ha puesto a pensar detenidamente la cantidad de aburrimiento, pedanterías, y celuloide de derribo, perpetrado por autores tan estimados como por ejemplo: Resnais, Losey, Chabrol, Antonioni, Godard, los hermanitos Taviani, los soporíferos Schlöndorff y Wajda, y los execrables Scola y Greenaway? Algún día, valdría la pena hacer un estudio comparativo, cuando aprendamos un poco a ver cine, entre los anteriormente citados y los reconocidos artesanos como: Curtiz, Walsh, Vidor, Thorpe, Daves, Siegel, Tourneur, Boetticher y este que nos ocupa, Allan Dwan.

Basada en la novela (Love´s Love Counterfeit) de James M. Cain, uno de los mejores escritores de novela negra, el artesano Dwan con películas de todo tipo en su haber, nos brinda un estupendo thriller, modelo de film B con aspiraciones (está filmada en Superscope y Tecnicolor) que capta muy bien el espíritu del autor de “El cartero siempre llama dos veces” mucho más conocida que la que comento. Aunque no figura en la antología clásica del cine negro, es una película digna de aprecio, pues sólo gracias a los críticos de “Cahiers du cinema” se la ha reivindicado como merece. Quizá lo más importante de “Ligeramente escarlata” sea su propuesta ideológica. El film es de 1956, pero no pertenece a ninguna de las tendencias del cine policíaco de la época.

Aunque en sus primeros minutos asistimos a la lucha de un director de periódico y un futurible alcalde contra la corrupción que se extiende por la ciudad de Bay City, la película se detiene en el retrato de un carácter amoral, el de Ben Grace (John Payne) un personaje elegante con estudios universitarios que presta su intelecto al servicio de los sucios negocios de un poderoso gánster, asomando en él la sombra de la duda ética. No es un delincuente, pero tampoco es un hombre honrado. La tensión social del film y la forma sucinta de mostrar hasta dónde puede llegar la corrupción, corre pareja a la enorme pulsión sexual que emana de cada encuadre del film, Dwan lo manifiesta desde el primer momento gracias a las dos pelirrojas hermanas protagonistas June Lyons (Rhonda Fleming) y Dorothy (Arlene Dahl) decisivas en el devenir del film. Película recomendable para amantes del cine negro.
Antonio Morales
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