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Voto de Antonio Morales:
9
Drama El inmortal texto de William Shakespeare sobre los celos según Orson Welles. (FILMAFFINITY)
3 de octubre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi desconocida por la mayoría de los aficionados, la dignidad con que ha soportado el paso del tiempo, la forma en que se superaron los problemas del rodaje (4 años con múltiples interrupciones), y el proceso de revisión al que ha sido sometido después de su laboriosa restauración, le han otorgado la calificación de obra maestra, honor que sin duda suscribo. Pese a ganar en Cannes, su distribución fue muy limitada quedando confinada a filmotecas y ciclos retrospectivos sobre Welles, en copias de irregular estado. Tras su restauración en 1992 se volvió a estrenar esta vez con éxito de público y crítica, cuarenta años después. Las vicisitudes del rodaje fueron innumerables: hasta 6 directores de fotografía (y pese a ello toda la película bajo un estilo uniforme), exteriores en 8 ciudades distintas en 2 continentes, 3 Desdémonas y 4 Yagos antes de decidirse por los definitivos, vestuarios prestados de otras películas, muchas interrupciones por falta de dinero.

Sólo una cabeza privilegiada como la de Welles habría podido ser capaz de recordar cada plano, pues no disponía de “script”, y tenía que reconstruir las secuencias en su imaginación al tener que rodar un plano en Venecia y el contraplano 3 meses después en Marruecos. Hasta cuando se quedaron sin vestuario, Orson Welles improvisó la secuencia de los baños turcos sabiendo que sólo se necesitarían unas toallas, convirtiéndola en una de las secuencias más sobrecogedoras del film. Cineasta capital del plano secuencia, tuvo que rodar planos breves, ante la imposibilidad de contar simultáneamente con todos los integrantes del reparto. Sin embargo, el ingenio y la habilidad de Welles hicieron que el resultado no se resintiera. Siempre habrá a quien irrite la genialidad de este singular cineasta, pero con la compleja labor que desarrolló en “Otelo” debería ser suficiente para respetarlo.

Las angulaciones desde la ubicación de la cámara, la profundidad de campo, la inquietante utilización de las sombras, la tensión manifiesta en los primeros planos realzando la introspección psicológica. El impacto visual que produce su fotografía, el excelente trabajo del escenógrafo Alexander Trauner, las extraordinarias interpretaciones y la arquitectura dramática encarnada por esos muros, esas bóvedas y pasadizos reflejan, multiplican como espejos la elocuencia del verbo acerado. Porque, en realidad, se trata de una tragedia basada en las palabras: palabras que engañan y matan, que expresan sentimientos violentos y sinceros, palabras que confunden y enmascaran envidias y odios, palabras que articulan diálogos inteligentes y mordaces. Lideradas por una voz grave y profunda de dicción perfecta, la de Welles que encarna al personaje universal de Otelo, el moro celoso veneciano.

Un hombre desequilibrado, bipolar, que de día es un magnífico general de los ejércitos, sensato y siempre seguro y victorioso, pero que de noche se vuelve inseguro y violento, un paranoico que confía más en las palabras de otros que lo que sus sentidos le dicen. “Otelo” puede ser imperfecta y magistral al mismo tiempo, sorteando la artificiosidad teatral del texto original y los derivados de su azaroso rodaje, narrada en “flash back” por su protagonista, visualmente prodigiosa con el sentido del claro oscuro, de la fuerza narrativa de sus contrapicados, de su composición poética y barroca, que revela el talento de Welles para expresar sentimientos en imágenes, sin duda la mejor adaptación de esta obra de uno de los dramaturgos que mejor abordó la naturaleza humana.
Antonio Morales
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