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Voto de Antonio Morales:
7
Intriga. Thriller. Cine negro El departamento de Estado norteamericano encarga a Mike Kells una misión en Salzburgo. Una vez allí, debe subir a un tren para encontrarse con su colega y amigo Sam Carew, que le entregará un documento importantísimo sobre los planes de Stalin para invadir Europa. Pero Carew, que viaja en compañía de una joven llamada Janine, es arrojado a las vías del tren antes de poder hablar con su colega. Mike seguirá las huellas de Janine hasta Trieste. (FILMAFFINITY) [+]
9 de abril de 2014
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque sobre las imágenes de “Correo diplomático” gravita el recuerdo de “El tercer Hombre”, el film realizado por Hathaway posee la suficiente personalidad para que ese recuerdo sólo sea un punto de referencia. En los albores de la guerra fría, la ciudad italiana de Trieste es una especie de tierra de nadie donde americanos y soviéticos compiten por la posesión de un microfilm (pretexto o macguffin, como lo llamaba Hitchcock, que no despierta curiosidad y es absolutamente prescindible). Lo que une a unos y otros, no es la avidez por encontrar el objeto que buscan, ni encontrarlo al precio que sea, sino su naturaleza intercambiable: casi todos los personajes son ambiguos y son numerosos los cambios de filiación que presenta el argumento (ideado por Peter Cheyney, un escritor de novelas policiacas que estuvo de moda durante los años cuarenta y cincuenta). No sólo los agentes norteamericanos son tan fríos y desagradables como los agentes soviéticos, sino que todos ellos siguen una conducta similar que les lleva a utilizar a quien sea para conseguir sus propósitos: la bella Janine (Hildegarde Neff) juega a dos “barajas” continuamente, Joan Ross (Patricia Neal), una viuda frívola en viaje por Europa, no le va a la zaga.

“Correo diplomático” se desarrolla en un paisaje regido por la máscara de la ambigüedad, lo cual, unido al tratamiento visual que recibe la ciudad de Trieste, confiere al film una inestabilidad y un desasosiego bastante atractivo. El film pretende ser engañoso desde las primeras imágenes, fotografía en blanco y negro bien contrastada de Lucien Ballard, de aspecto realista, típico de la Fox en esa época, mostrando someramente la forma de trabajo del Departamento de Estado norteamericano. El desarrollo, sin embargo, no tiene nada que ver con tal idea, es un film de aventuras de espionaje, más que de cine negro del Estudio. Sin duda, no es ajena a ello la personalidad de Hathaway, un cineasta que sabía potenciar como pocos el espíritu aventurero en cualquier guión sin desequilibrar el resultado. Todavía hoy son ejemplares las escenas que se desarrollan dentro del tren, con un aprovechamiento del espacio, una claridad narrativa y una dosificación de la tensión, la forma de crear atmósferas turbias a base de pequeños detalles.

La incertidumbre es, en esta historia, la gran protagonista junto a Mike Kells (Tyrone Power), un correo diplomático, un hombre metódico y maniático que se ve envuelto y utilizado por una trama oscura, donde todo se deforma, se enturbia, se modula a su alrededor, hasta el extremo de rozar la fantasmagoría. Este juego de máscaras que constituye el film se ve enriquecida en algunas ocasiones por ideas insólitas en una obra de estas características. En el extenso reparto podemos apreciar el trabajo de los entonces casi desconocidos Karl Malden y Lee Marvin en un pequeño papel, ambos de policía militar. Los degustadores del cine Hitchcock entre los que me cuento, podrán reconocer cierto parentesco en algunas situaciones y planteamientos de la película.
Antonio Morales
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