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Voto de Antonio Morales:
7
Drama En 1916. Bill y Abby, una joven pareja, deciden abandonar la pobreza y la dura vida de Chicago. Acompañados de Linda, la hermana de Bill, viajan hacia los grandes campos de trigo de Tejas, donde encuentran trabajo como braceros en una granja. Recogida la cosecha, el joven y apuesto patrón, al que hacen creer que los tres son hermanos, les pide que se queden porque se ha enamorado de Abby. (FILMAFFINITY)
1 de agosto de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si por convicción o por obligación, Terrence Malick se toma su tiempo entre obra y obra filmada, y ello le ha reportado, mejor dicho, ha reforzado, su aura de cineasta único, independiente, algo maldito, director de culto y esteticista que cansa o fascina a partes iguales a partir de un lenguaje audiovisual – y nunca mejor dicho dada la importancia que la palabra reflexiva tiene en su cine – y de una manifiesta coherencia argumental. Es lo mínimo que debe pedírsele a un artista, que fascine, que interese o que provoque reacciones encontradas, lo que es para mí fundamental es su originalidad, a la hora de abordar sus películas.

En “Días del cielo” Malick, retrocede hasta 1916 para ubicar los acontecimientos de la trama. Un film gestado desde la independencia, gracias a sus productores Bert y Harold Schneider, con una cierta pátina de autoría europea, una situación en la que siempre se ha sentido muy cómodo Malick, sobre el papel, el menos americano de los cineastas estadounidenses de las últimas décadas. De ahí la música country de Morricone y la fotografía prodigiosa de Néstor Almendros, ambos europeos. Convertido este último en aliado esencial para el tratamiento de la luz y el color. El film plantea la confrontación entre culpa e inocencia, surgida a partir de un drama pasional a tres, muy cercano al melodrama rural, donde dos hombres se disputan el amor de una mujer.

Melodrama que en mi opinión, resulta algo frío y menguado de pasión, pues Malick se inclina más por la belleza de las imágenes que por las relaciones de los personajes. Entre los elementos que singularizan este planteamiento figuran: la diferencia social entre los dos hombres en liza, uno (Sam Shepard) es el rico propietario de una granja triguera tejana, el otro, Bill (Richard Gere) un ex metalúrgico de Chicago desplazado a la cosecha como bracero en esa granja. Con este buscavidas viajó la joven Abby (Brooke Adams), son amantes pero para evitar complicaciones se hacen pasar por hermanos, también les acompaña la pequeña Linda, hermana de Bill.

En medio de unos parajes y campos de ensueño asistimos en plena naturaleza recreada espléndidamente por el cineasta, al devenir del amor, los celos, las relaciones mal entendidas, la fatalidad y la venganza. También se alude a las adversidades de la naturaleza y el gozoso júbilo de la labor en común, sin patronos caciques ni explotadores, carente de casi cualquier connotación social, excepto algún desafortunado comentario de la pequeña que nos narra la historia. Malick recurre a la tradición bíblica para acentuar el dramatismo de la convivencia, como puede ser la plaga de langostas presentada de forma inquietante por su aparente inocencia, o ese fuego devastador como el mismo infierno. Es como romper la felicidad del Paraíso, basada en la mentira a medio camino entre la inocencia, el interés y el conformismo.
Antonio Morales
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