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Voto de Antonio Morales:
8
Aventuras. Western Año 1925. Fred C. Dobbs (Humphrey Bogart) decide ir a Tampico en busca de oro para salir de la miseria. Emprende el viaje con otros dos vagabundos (Walter Huston y Tim Holt), pero la codicia y la envidia que surge entre ellos les creará más problemas que cualquier dificultad del camino. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guionista y director de “El halcón Maltés”, John Huston alcanzó el éxito absoluto de crítica y público con esta película de aventuras en estado puro, un western fuera de lugar y contexto, heredado de la mitología del fracaso, del “looser”, perdedores que poblaron el cine característico de Huston. Basada en la novela homónima de B. Traven, escritor cuya auténtica personalidad sigue siendo hoy objeto de especulación, “El tesoro de Sierra Madre” se conserva como una de las más famosas de la historia del cine. Aunque, en mi opinión, resulta a veces irregular (el excesivo folclorismo) alguna redundancia innecesaria y un tanto discursiva, lo que no desmerece es el conjunto que me parece apasionante por ese fatalismo que impregna las peripecias de los personajes.

La odisea de los improvisados buscadores de oro: Dobbs (un excesivamente forzado Humphrey Bogart), un mendigo hedonista y mezquino que vagabundea por las calles de Tampico (Mexico), donde conoce a Curtain (excelente Tim Holt), un joven noble y honesto, abandonado a su suerte y el anciano Howard (magistral Walter Huston), un experimentado aventurero al que encuentran en un albergue y que les reclutará en busca de fortuna. La narración se adscribe a un itinerario moral y físico que devendrá en un ambiente de opresión y recelo sobre la naturaleza del ser humano. La búsqueda del oro y el regreso a la civilización, atravesado por el estallido de diferentes conflictos (la ambición, la codicia, el egoísmo) y situaciones límite que forman el retrato fiel de unos perdedores desheredados.

Me gusta como Huston muestra la degradación del ser humano, en un terreno infiernal poblado de alimañas y cactus, arrastrado por acumular bienes materiales, en pos de los objetivos marcados por la propia sociedad, para ser reconocidos por ésta como un auténtico triunfador. La obsesión que seduce al abyecto y pendenciero Dobbs, me encanta la filosofía de la vida y el sentido del humor del viejo y sabio Howard, su liturgia en las tareas del oro, y por supuesto me conmueve el aprendizaje moral y la humanidad del joven Curtain, cómo se emociona hasta el punto de querer compartir su fortuna, cuando lee la emotiva carta de la esposa de Cody, el infortunado buscador de oro que intenta sumarse al grupo. Una aventura exterior pero también interior que nos sirve de reflexión ante lo verdaderamente importante, el mejor tesoro no deja de ser la experiencia vivida.
Antonio Morales
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