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Voto de Antonio Morales:
9
Comedia. Musical La República Democrática de Freedonia, un pequeño país centroeuropeo, a cuyo frente se encuentra el muy liberal señor Rufus T. Firefly, se ve amenazada por la dictadura de Sylvania, país de vieja y reconocida solvencia como agresor. Dos espías de prestigio, Chicolini y Pinky, sirven a Sylvania, lo que no impide que acaben siendo ministros del ahora ya excelentísimo Firefly. (FILMAFFINITY)
16 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás sea la película más absurda de la historia del cine, y precisamente por ello una de las más divertidas. Resulta inexplicable cómo se puede llegar a un disparate tan absoluto, pero lo bueno es que se produce dentro de una trama más o menos lógica. Es el contraste entre un mundo serio y unos personajes tan anárquicos lo que provoca la hilaridad. Tomar a guasa asuntos como las relaciones internacionales, la guerra y el gobierno de las naciones es el gran acierto de “Sopa de ganso”. Una sátira despiadada sobre el imperio austrohúngaro y los países de opereta de la Europa Central de principios del siglo XX.

De forma aparente, para una troupe de cómicos americanos formados en los escenarios del “music-hall”, la opereta era un mundo lejano. De hecho, cuando se habla de los hermanos Marx se les suele asociar con el vaudeville, la pantomima o con la Yiddish Comedy pero nunca se establecen paralelismos entre su obra y esa música de Offenbach que no cesaba de ridiculizar a los dioses del Olimpo. “Sopa de ganso” es la excepción. Para comprender el corrosivo humor salvaje con el que los Marx, apoyados en la puesta en escena por Leo McCarey, ridiculizaron las viejas monarquías de pacotilla y los desajustes diplomáticos entre reinados de dictadores grotescos, es preciso partir, inevitablemente de la opereta.

Según la tradición de la opereta vienesa, el mundo representado debe constituirse en una especie de parodia descarnada del lujo imperial. Los reinos imaginarios, como Freedonia, no son más que reinados títeres. En 1933, cuando se rueda “Sopa de ganso”, el reinado europeo más cercano a la opereta era la Italia de Benito Mussolini, un imperio en el que su grotesco líder se erigía en un moderno Calígula. Los Marx encontraron la ocasión para convertir su reinado en la parodia de una vieja Europa que frívolamente se situaba en la pendiente del fascismo. El poder fue ridiculizado sabiamente utilizando el humor anárquico e inteligente típicamente marxiano.

Buena prueba de ello, son las antológicas escenas del vendedor de limonada o la multiplicación de Grouxo frente al espejo, los “dardos” envenenados de humor negro que Grouxo lanza continuamente a la inefable Margaret Dumont. Pero, incluso hay tiempo para la bufonada militar, donde se cuestiona el sentido del patriotismo y se mofa de la maquinaria política, en definitiva, un film irreverente que mantiene su vigencia crítica, pues sólo hay que ver cómo funciona la política actual, una película antológica e inolvidable.
Antonio Morales
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