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Voto de Antonio Morales:
6
Drama Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
25 de abril de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Thomas Anderson, creo que intentó realizar el gran proyecto que han perseguido numerosos cineastas americanos: dar forma a América y su espíritu emprendedor en una obra. “Pozos de ambición”, a pesar de no ser una película perfecta, sigue siendo una apuesta ambiciosa e interesante. D. H. Lawrence, escritor inglés, autor de novelas como “Mujeres enamoradas” (1920) y “El amante de Lady Chatterley” (1928), que en su literatura exponía una extensa reflexión acerca de los efectos deshumanizadores de la modernidad y la industrialización, afirmaba que: “El americano medio, suele ser un hombre duro, estoico y, además, lleva un asesino en su interior”.

Daniel Plainview (un genial Daniel-Day Lewis), es un tipo austero de físico tosco y enjuto de cara con bigote poblado, el protagonista de esta insólita historia, podría ajustarse a esa descripción. Lo que marca ciertas diferencias es su capacidad para embaucar al pueblo llano. No se trata de un individuo de apariencia llamativa, ni temible, se trata de un experto en el arte de convencer a los demás, sacarlos de su apatía con promesas y sueños que estos últimos jamás habrían tenido por sí solos. Pero su vida, a pesar de su enorme determinación y fortaleza, da un giro de 180 grados cuando descubre el oro negro que ha comenzado a aparecer en California.

El cineasta adapta la novela “Petróleo” de Upton Sinclair, nos muestra la historia de un emprendedor a principios del siglo XX que se ve desbordado por la vorágine del dinero y la ascensión social, viaja con su hijo pequeño para convencer a los granjeros para convertir sus tierras en pozos de petróleo, al presentarse con su pequeño, genera una confianza que ayuda a conseguir sus propósitos. Hasta topar con un joven reverendo (Paul Dano) que le presentará resistencia en la forma de llevar los negocios. Anderson vuelve a mostrarnos el conflicto entre el espíritu de sacrificio, la religión, el dinero y el poder, sin tomar parte por nadie, sólo nos expone los hechos.

El cineasta nos muestra a Daniel como un visionario, en uno de sus encendidos y populistas discursos, equipara el pan con el petróleo, la revelación del oro negro: nuevos caminos, empleo, educación, maíz, porque el pan no debe ser un lujo sino una necesidad. En el film de Anderson el petróleo es igual a capitalismo y la religión es igual a fanatismo evangélico, ambos modulan el estilo de vida de la América profunda y tradicional. El cineasta filma muy bien todo lo relacionado con el hombre y el paisaje, el individuo y el trabajo en el campo e integra esos valores de la vida americana en el retablo dramático y disconforme de los personajes. Daniel quiere ganar el dinero suficiente para aislarse del mundo y aunque su meta es una utopía no cejará en el empeño de su obsesión desmedida.
Antonio Morales
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