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Voto de Antonio Morales:
8
Comedia Michael Brandon (Gary Cooper) es un millonario malcriado y mujeriego que ha tenido siete esposas, todas atraídas por su fortuna. En una tienda de la Riviera conoce a Nicole de Loiselle (Claudette Colbert), pero en un principio ella le rechaza. El caso es que Nicole, hija de una familia de nobles franceses venidos a menos, decide, a instancias de su padre, aceptar finalmente la proposición de matrimonio de Brandon, pero deja claro que lo ... [+]
10 de julio de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los aficionados al cine hemos oído hablar del toque Lubitsch alguna vez. Pero ese toque no era algo homogéneo que fuera fácilmente identificable sino que surgía de la reunión de diferentes componentes, de diferentes figuras de estilo y métodos propios. Buena parte de ello lo tiene su magistral sentido de la elipsis que le convirtió en el más genial utilizador de esta “figura retórica”. La elipsis nace de la necesidad de sintetizar lo narrado, de evitar en el transcurso de la narración la intromisión de datos innecesarios para entender aquello que se cuenta. Pero los resultados van más allá de esto puesto que la elipsis se abre al misterio, a lo inconcreto, por lo cual se recurre a la inteligencia del espectador para “rellenar” los espacios eludidos. Y afortunadamente los films de Lubitsch fueron siempre una invitación constante a utilizar la inteligencia del receptor que disfrutaba su obra, que es lo que hoy se suele añorar, y son, las formas del cine actual tan poco partidario de utilizar la complicidad del espectador.

Una de las más conocidas “marcas de fábrica” en el cine de Lubitsch, son las elipsis de puertas que en esta película no faltan. “La octava mujer de Barba Azul” disfruta de un excelente guión de Charles Brackett y Billy Wilder, trufado de diálogos ingeniosos y mordaces, rápidos y certeros, con unos actores en estado de gracia, incluyendo a un joven David Niven y un ritmo trepidante. Michael Brandon (Gary Cooper), es un millonario americano de vacaciones en la Riviera francesa, mujeriego, algo ingenuo y despistado, pero un genio con las finanzas. No le falta razón cuando al comprar un pijama en unos almacenes, le dice al vendedor que sólo le interesa adquirir la chaqueta porque acostumbra a dormir sin pantalón y, por tanto, no tiene porqué pagarlo. Pero el azar quiere que aparezca Nicole (Claudette Colbert), una encantadora joven que se muestra interesada en el pantalón de dicho pijama.

Por supuesto que Michael se sentirá atraído por la frescura y la belleza de la joven, y por el destino del pantalón, prenda que poco después lucirá el padre de Nicole, un tipo arruinado que vive de la picaresca, el marqués de Loiselle (Edward Everett Horton), dando lugar a un equívoco por parte de Michael. Pero lo que realmente importa a Lubitsch y sus avezados guionistas, era, ante todo, definir a los dos personajes de acuerdo con una estrategia visual que da la vuelta a esa convención del vodevil que asocia al pantalón con el hombre y a la chaqueta con la mujer, como se ha visto en tantas comedias pícaras. Más que ingenuo, Michael es un incauto cuya procedencia norteamericana sirve para varios chistes mordaces, como el cartel de la tienda que informa que hablan varios idiomas y “entienden” el americano.

En el fondo se trata de una divertida variante sobre la guerra de sexos, tema que preside la película, desde el primer encuentro de los protagonistas, en que ella no está dispuesta a pagar la mitad del pijama aludiendo a que la chaqueta tiene más tela. A partir de ahí, las situaciones divertidas y jocosas se suceden sin descanso, hilvanadas con una elegante audacia y por supuesto con la complicidad del espectador. Como era habitual en el cine de Lubitsch, en todo ello se dan la mano sin problemas la comedia de situaciones, los gags y la definición de los personajes mediante unos pocos trazos. Entre puertas que se abren y cierran constantemente el maestro Lubitsch nos entrega una obra de alta comedia.
Antonio Morales
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