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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Guerra de los Cien Años; Francia. "La Doncella de Orleáns", después Juana de Arco, Santa Juana, fue la gran heroína francesa en la guerra contra los ingleses; finalizada la contienda hubo de afrontar el juicio de la Inquisición.
5 de julio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta no es una película de aventuras, ni tan siquiera épica, no es una gran producción en color y Cinemascope, no hay batallas, ni asombrosos decorados. Lo que si hay en esta conmovedora historia es emoción y humanidad, una buena buena puesta en escena y lo más importante si está basada en una obra teatral: LA PALABRA. Es una película austera y sombría que reflexiona sobre la fe y la condición humana, arremetiendo duramente contra la iglesia como institución y al mismo tiempo despotricando contra el poder representado por la monarquía y la nobleza.

La película Santa Juana de Preminger apoyándose en la célebre obra de teatro de George Bernard Shaw es uno de los descalabros más famosos de la historia de Hollywood. Fue una decisión valiente por parte de Preminger llevar a la pantalla la pieza teatral de G. B. Shaw, eligiendo además a una total desconocida para encarnar a la gran heroína de la historia de Francia, Jean Seberg, una actriz de 17 años que obtuvo el papel a través de una campaña de selección nacional. Jean tenía frescura natural y era fotogénica, pero la Joan de Shaw es algo más que una doncellita pastoril. Seberg hace un esfuerzo sincero, y su atractivo físico le sirve de gran ayuda, aunque el resultado final no sea el deseado, pues es algo pequeña y no muy desarrollada en el físico como para luchar contra el enemigo inglés, liderando un ejército.

En cambio el elenco de secundarios que rodea a la protagonista se desenvuelve con brillantez. Ahí están Richard Widmark como el tonto Dauphin – un despreciable botarate que aspira al trono de Francia -, Richard Tood en la piel de Dunois y Anton Walbrook como Cauchon, el obispo de Beaubais. Mención especial merece John Gielgud, que ofrece un brillante trabajo en el papel del conde de Warwick, un hombre con ambiciones políticas que trata de condenar a Juana: “La tortura es un arte”, sentencia el noble. Estupendo guión de Graham Greene, y aunque el anticlericlarismo de la obra está algo dulcificado, la historia conserva los ingredientes fundamentales. La película fue incomprendida en su momento y vituperada por la crítica, pero creo que el tiempo la ha beneficiado, pues la encuentro fresca y atemporal porque de lo que trata es algo que permanece actual y es la INTOLERANCIA.
Antonio Morales
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