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Voto de Antonio Morales:
7
Fantástico. Thriller. Acción Gotham City se enfrenta a dos nuevos y peculiares criminales: el diabólico y siniestro Pingüino, una criatura solitaria y extrañamente deformada, y la hermosa y seductora -aunque letalmente peligrosa- Catwoman. Batman se deberá enfrentar a Pingüino, que quiere convertirse en el amo de la ciudad. (FILMAFFINITY)
29 de abril de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta segunda entrega de Burton sobre el caballero oscuro, el cineasta se muestra más maduro y más hábil en la utilización de los materiales, ofreciendo una narración más fluida sin los altibajos que sufría la anterior entrega, consiguiendo un film más dinámico, brillante y complejo. Así, cabe resaltar el manejo de una cámara que se convierte en un narrador descriptivo que meticulosamente nos detalla los acontecimientos, utilizando lo que es más propicio, lo que es más seductor en cada caso. Una cámara que recorre los decorados como un personaje indagador y que, en un alarde técnico nos muestra el cubil del Pingüino, un zoológico abandonado y tétrico, aproximándose en un imposible “travelling” y recorriendo las dependencias abandonadas del zoo, cual si fueran tumbas.

El carácter macabro, en efecto, está muy presente en la cinta, ya desde el prólogo, con un nacimiento mostrado en los más depurados estilos del cine de terror, cercano a H. P. Lovecraft, hasta que los progenitores conduciendo a un maligno bebé en un cochecito negro, arrojan este al río, en un émulo de Moisés (las alusiones bíblicas no acaban ahí, como luego veremos). La película está trabajada a partir de continuos contrastes y así, muchos de sus elementos se pueden agrupar por parejas, mostrado de cada uno la antítesis del otro. Lo más destacado, en este aspecto, es la dualidad que se establece entre Batman y Catwoman ofreciéndose un continuo montaje paralelo entre las acciones de uno y otra (potenciado por la relación entre sus personalidades “civiles”). Esos paralelismos también se dan entre los personajes del Pingüino y Max Shreck.

Y es que, el Pingüino, le sirve a Tim Burton para inclinarse por lo distinto, por el “freak”. No en vano, toda esa cohorte que acompaña al patético personaje remite directamente a esa mítica película de Tod Browning, que tanto gusta a Burton, “Freaks” (La parada de los monstruos, 1932). Burton siente predilección por el espectáculo de feria con ciertos ecos fellinianos, hacia el ceremonial circense, pese a las prodigiosas maneras cinematográficas que exhibe. Por otra parte, el nivel interpretativo del film es superior al anterior, obviando a los que repiten: Michelle Pfiffer como Catwoman/Selina Kyle fascina en su cometido, y aporta una sugestiva diversidad en sus roles; Danny de Vito es un Pingüino oscuro, perverso y monstruoso; y Christopher Walken como Max Shreck, es un vampiro social que se alimenta del pueblo, de ahí su nombre que recuerda al vampiro “Nosferatu” de Murnau.

Burton no pretendía hacer un film de acción con peleas y explosiones, así que aprovecha su inmejorable situación industrial – incluso ejerce de productor – tras el éxito de “Batman”, para convertir su nueva aproximación al Señor de la Noche en un estudio envuelto en colorido y extravagancia de una serie de personajes cargados de tristeza y nihilismo, apartados de la sociedad por su “anormalidad”. Las líneas entre el bien y el mal están más desdibujadas que nunca y tanto Batman como Catwoman y el Pingüino viven angustiados por su propias mentes psicóticas y torturadas. La película es un todo un rico juego de espejos, de encuentros y desencuentros, de identificación y rechazo entre dichos personajes. Los dos primeros viven aislados, casi en total soledad, siendo sólo capaces de liberar sus instintos reprimidos proyectándolos en unos estrafalarios disfraces que les libran de sus ataduras sociales, hasta el punto de que acaban identificándose más con ellos que con su propio yo. En cambio el Pingüino acepta su propia monstruosidad física y moral, viviendo según sus propias reglas y rodeándose de una familia de desclasados como él. Burton siempre se sintió identificado con estas personalidades conflictivas y desquiciadas, además de retomar la iconografía de las películas del periodo expresionista alemán para esta segunda entrega del Caballero Oscuro.
Antonio Morales
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