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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
10 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película intimista de una belleza visual deslumbrante, desde sus encuadres hasta su fotografía en blanco y negro y su formato 4X3. Recreando un ambiente gris y opresivo, donde nunca luce el sol. El viaje físico y emocional a un pueblo por dos mujeres a las que sólo une la sangre y que dejará graves secretos al descubierto, al tiempo que mostrará una Polonia rural, inhóspita, desconfiada y agresiva, además de notoriamente antisemita. Pero ese descubrimiento no se muestra sólo de forma argumental, y ese es el mérito del film, está recreado a través del entorno, hecho de carreteas solitarias, pueblos devastados, habitáculos sórdidos y hoteles de carretera poco agradables.

Situada la acción en el año1962 en una Polonia bajo la dictadura del partido comunista pro-soviético, la película narra la historia de dos mujeres antagónicas que comparten un pasado común. La primera, Anna (Agata Trzebuchowska), es una joven novicia huérfana a punto de tomar los hábitos, a la que la superiora del convento obliga, antes de dar el paso definitivo, a pasar una temporada con su tía Wanda (Agata Kulesza), a la que apenas conoce. Tal como Anna se temía, su tía Wanda es una mujer de carácter difícil y desafiante. Su labor como jueza le ha valido el apodo de “Wanda la Sangrienta”, por sus duras sentencias durante la dictadura estalinista. Ante el machismo imperante, Wanda optó por asumir un papel “masculino”, al tiempo que busca en el alcohol y los amantes fugaces el consuelo a su soledad y amargura. Será la propia tía quien le revelará a la sobrina que su verdadero nombre es Ida, y ambas son judías.

Las imágenes de “Ida” remiten al “Free Cinema” británico de los años sesenta, el de Tony Richardson, Karel Reisz o Lindsay Anderson. Una atmósfera triste y melancólica como reflejo de un régimen político sin esperanza, de una época y de un estado de ánimo. Descrita de forma escueta y precisa, una etapa poco conocida de la historia polaca recién salida del férreo estalinismo, Polonia iniciaba una tímida apertura, de la mano del reformista Wladyslaw Gomulka, con una cierta mirada al mundo occidental que fue especialmente notoria en el campo de la música popular y el jazz. Todo ello ilustrado con una sugerente música ya aludida y una espléndida música clásica de Mozart y Bach.
Antonio Morales
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