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Voto de Antonio Morales:
8
Comedia. Fantástico. Romance Cuando muere a los 70 años, Henry Van Cleve va al Infierno, donde lo recibe un caballero bien vestido que le exige que confiese sus delitos. Henry comienza entonces a contar su historia: desde niño, su acaudalada familia le proporcionó todos los lujos y satisfizo todos sus caprichos. Siendo ya adulto, llevó una vida disipada, entregado a la bebida y a las mujeres. Pero su vida cambió radicalmente el día en que conoció a Martha Strabel, ... [+]
7 de julio de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una excelente comedia de Lubitsch, quizás la menos ácida y más melancólica conceptualmente hablando, fue concebida para gustar a un pueblo americano muy aficionado a evadirse en pleno conflicto mundial: una crónica familiar en technicolor con la dosis de espíritu chispeante de ingenio que como siempre caracterizó al maestro. Era su primera película para la Fox e incluso había aceptado contratar estrellas de la casa, de las que sacó un gran partido: Don Ameche, Gene Tierney y Charles Coburn. Al contar la historia de un hombre que hace balance de su vida, los críticos e historiadores la han convertido en película “testamento”, aunque realizaría después “El pecado Cluny Brown” antes de morir repentinamente. Es verdad que modera su agudeza critica y mordaz para otorgar al film una nostalgia un poco lánguida, pues evoca una madurez serena comparada con los fuegos artificiales de la película precedente “To Be or Not To Be”.

Es para el cineasta berlinés una película casi modesta, supone una cierta inflexión hacia lo sentimental, una historia banal observada desde los bastidores, como no se ve estrictamente nada de las fechorías de Henry (Don Ameche), debemos creer en sus palabras. Evidentemente esta modestia está fingida puesto que reside en una puesta en escena en que lo esencial de la acción está siempre fuera de campo, habitual en el estilo Lubitsch, e incluso “fuera de tiempo”, no durante, sino “entre las escenas”, a pesar de cierto tono edulcorado. A los setenta años, Henry Van Clave llega a las puertas del infierno, donde le recibe “Su Excelencia”, a quien confiesa toda una vida de “mala conducta”. Desde pequeño siempre se sintió atraído por los encantos femeninos. Toda su azarosa vida sentimental y amorosa, Lubitsch nos la cuenta en un gran “flash-back”.

No se trata de asistir a la narración pormenorizada de un seductor nato, sino de cómo ese mismo conquistador acabaría encontrando el amor sincero. Eso no significa, por descontado, que Lubitsch y su guionista Samson Raphaelson, partiendo de una obra teatral de Ladislaus Bus-Fekete, no glosen al principio del relato algunos de los primeros líos de faldas de Henry por medio de unas deliciosas viñetas cómicas, siempre protegidas y avaladas por el abuelo (Charles Coburn). Pero se trata, en cualquier caso de unos preliminares destinados a marcar una determinada pauta que se rompe, tanto a nivel argumental como de puesta en escena, a raíz de la presentación de Marta (una bellísima Gene Tierney) en la película. Cambiando el tono humorístico por uno mucho más sentimental.

Después de reconocer los valores artísticos y técnicos del film: la excelente fotografía, las bellas escenografías, el perfecto montaje, la finísima música de Alfred Newman, no podemos más que poner en primer plano el estilo del maestro. Los cambios de encuadre y los movimientos de cámara son casi siempre inadvertibles, estamos a un nivel trascendental, que muy pocos han sabido alcanzar. Lubitsch poseía el don de hacer universal lo particular, aun narrando en el fondo una historia como tantas otras. “El diablo dijo no” es un encanto duradero que mejora con los años.
Antonio Morales
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