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Voto de Antonio Morales:
9
Western Un grupo de veteranos atracadores de bancos que viven al margen de la ley y que actúan en la frontera entre los Estados Unidos y México, se ven acorralados a la vez por unos cazadores de recompensas y por el ejército mexicano. (FILMAFFINITY)
14 de diciembre de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces lo único que un hombre puede hacer para mostrar la nobleza de su alma es su muerte. Sam Packinpah compartía esa idea e incluso la llevó mucho más lejos al convertirla en un acto estético de una gran belleza. “Grupo salvaje” es el film más importante de su época, un western fronterizo, una hermosa historia épica llena de pasión y sangre. Pero muy por encima de esa representación física y descarnada de la violencia, prevalece el lirismo, la emoción el derrotismo de un cine que si es visceral, lo es sobre todo por la parte del corazón.

Esta es una de las películas más personales del cineasta, donde vuelve a estar presente el tema de la amistad, o enemistad entre Pike Bishop (William Holden) y Deke Thorton (Robert Ryan), unos personajes con aura de leyenda, la fisicidad de unos rostros esculpidos, sacados del desierto, sabiéndose supervivientes de un mundo que agoniza. Pike y sus hombres, son forajidos (espléndidos secundarios, Borgnine, Oates, O´Brien) que tratan de dar un último golpe y retirarse.

Un western crepuscular implicado en la revolución mejicana, donde la anarquía y los señores de la Guerra como Mapache y sus hombres merodean por poblados míseros donde el hambre y la prostitución conviven con la muerte, la imagen de un perro esquelético que se mueve sin rumbo es buena prueba de ello. Un film con un compromiso moral, cargado de una melancolía absolutamente presente en todo el film. Irrepetible por su audacia y el clima de violencia (nunca se había visto los disparos y las heridas en los cuerpos como en “The Wild Bunch”), que está siempre presente en el ambiente y que es inherente a la condición humana.

La ambientación es sencillamente portentosa, se siente el viento y el polvo de la aridez del paisaje, plagada de simbolismos (esos niños jugando con los alacranes que son devorados por las hormigas), la fotografía de Lucien Ballard (operador habitual del cineasta), es asombrosa tanto en los exteriores como los interiores donde recuerda la pintura de claros y oscuros de Rembrant o Durero, los encuadres, las panorámicas, un montaje prodigioso. Una ruptura de esquemas total con respecto al western clásico.
Antonio Morales
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