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Voto de Antonio Morales:
6
Western. Aventuras. Romance A finales de la guerra Civil Norteamericana (1861-1865), un grupo de confederados mandados por el capitán Pierre Cardona se dedica a robar los cargamentos de oro que transporta el ejército yanqui. (FILMAFFINITY)
22 de junio de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de Howard Hawks se pueden agrupar en cuatro categorías que el cineasta norteamericano siempre alternó: sus estupendas comedias, sus originales thrillers, sus vibrantes y vitalistas películas de aventuras y, por supuesto, sus magistrales westerns, en los que casi siempre contó con John Wayne como protagonista. “Río Lobo” sería su última película como director, sin embargo, esta vez su resultado no fue tan bueno, en mi opinión, como en anteriores trabajos con su actor fetiche y la experiencia resultó ser bastante amarga, tanto para el cineasta como para su público, el film resulta anacrónico para el tipo de western que se filmaba entonces, que lideraba Sam Peckinpah en historias crepusculares cargados de extrema violencia.

El origen de “Río Lobo” parte de un guión original de Burton Wohl, que una productora recién creada le ofreció a Hawks, al que sin duda le atrajo una historia con amistad masculina de por medio, un personaje femenino fuerte y decidido, así como un trasfondo de venganza personal, es decir, características comunes a la mayoría de sus obras. Pero este western resultaría sólo un film de resistencia, de supervivencia. Una película de estructura lineal, excelente por momentos, como los treinta minutos que dura ese prólogo ubicado en la Guerra de Secesión, el fabuloso asalto al tren por parte de los confederados, pero que fue decayendo paulatinamente en interés, por la decadencia física de un cineasta de 73 años, que había sufrido un accidente grave durante el rodaje, y su mala relación con la protagonista femenina, Jennifer O´Neill, con la que nunca empatizó, incluso recortando ese personaje femenino para realzar a la secundaria Sherry Lansing.

A pesar de todo lo expuesto, el film se revela con un clasicismo renovado pero de una cierta pobreza argumental, excelentemente fotografiado por William H. Clothier, un maestro iluminando westerns. La música del gran Jerry Goldsmith es ágil y evocadora. Tras el asalto al tren del oro, el capitán McNally (Wayne) sigue la pista de la partida sudista para atrapar a sus cabecillas. Otro de los problemas del film son sus secundarios masculinos poco adecuados y sin carisma como el mejicano Jorge Rivero y el hijo de Robert Mitchum, Chris Mitchum que no terminan de cuajar. El film guarda algunas resonancias del aclamado “Río Bravo” en algunos momentos de un canje de prisioneros, pero sin la fuerza dramática de anteriores obras.

La iconografía, el escenario y el devenir de la trama son más o menos parejos, con esas constantes escaramuzas nocturnas filmadas lacónicamente por Hawks. La violencia es aún mas sintética que en otras obras. No hay superaciones personales ni rivalidades amorosas que den juego a las relaciones entre los personajes, incluso uno de los conflictos principales del género, la venganza, queda algo difuminado en el guión. En cambio, quiero destacar la delicadeza de los títulos de crédito que aparecen sobre múltiples tomas de una guitarra española, la sencillez con que se resuelve el tiroteo del saloon, las aisladas chispas de humor, quedan en el recuerdo como esbozos fragmentados de lo que pudo haber sido un buen western clásico a contracorriente para quedar sólo en un débil ejercicio se supervivencia emocional.
Antonio Morales
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