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España España · Pontevedra
Voto de The Quiet Man:
10
Intriga. Drama. Cine negro. Thriller Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2011
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realidad imaginada se forma a base de premisas dispuestas en un todo coherente. En los sueños se carece de coherencia ya que todo es susceptible de transformarse. En esta película de pesadillas y miedos atávicos, de esos miedos que los niños presienten de forma innata y que la madurez difumina, es lógico que la percepción de la realidad se distorsione. Por eso exigirle nitidez formal a esta película carece de sentido, como esperar realismo en un retrato de Picasso.

El icono cinematográfico del tatuaje amor/odio en los nudillos del falso predicador subraya la dualidad de la película. Aparte de la eterna lucha del bien (Lillian Gish/Rachel) contra el mal (Robert Mitchum/Harry Powell), destaca el antagonismo entre los niños y los adultos. Los niños son las principales víctimas del mundo creado por los adultos. Por ello abundan las situaciones de desamparo infantil a lo largo del metraje. Libres de prejuicios y con mirada inocente, los niños advierten la maldad que los adultos justifican o ignoran. La distancia que separa ambos mundos queda ilustrada en la escena del juicio a Harry Powell, mientras el niño se niega a señalar al asesino de su madre, los adultos se organizan para el linchamiento.

A parte de otras dualidades presentes en un segundo plano: hombre/mujer, fe/fanatismo, ciudad/campo, es singular el tratamiento dado al día y a la noche. Las secuencias que transcurren de día tienen un tratamiento realista y bucólico. De inusitada belleza resultan las imágenes del cadáver en el fondo del rio, más fascinantes que aterradoras. A la luz del día la maldad del falso predicador resulta más burda y menos amenazante. En donde la película logra una sugestión visual poco común es en las secuencias nocturnas. El mundo de la oscuridad, de los terrores infantiles, está filmado con un despliegue artístico de sombras y contraluces inspirado en el expresionismo alemán y apoyado por la deformación de las arquitecturas, que confiere una sensación entre siniestra e ilusoria. En este marco el mal recrudece su aspecto más perturbador e inquietante. La huída rio abajo consigue una mágica evocación de los cuentos infantiles, con desconcertantes primeros planos de la fauna nocturna: cazadores y presas, que también forman parte de esos cuentos: el sapo, la araña, el zorro, la lechuza, el conejo.

En un mundo de miseria y desesperanza Robert Mitchum encarna al mal en toda su extensión, capaz de tomar cualquier forma: el lobo con piel de cordero. El arma más simple, en este caso una navaja, es suficiente para llevar a cabo sus fines. Capaz de retorcer la palabra sagrada para justificarse, pronuncia una de las frases más lapidarias contra el cinismo de las religiones “la salvación es cosa del último minuto”. El magnetismo que el mal ejerce sobre nosotros está plasmado en la influencia que Harry Powell logra sobre el único personaje que está dejando atrás la infancia: la muchacha mayor bajo la protección de la humanitaria Rachel.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Quiet Man
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