No tenía pensado escribir una crítica de esta película, pero ante la escasez de estas y la disparidad de ambas trato de aportar un poco más ante el espectador que quiera hacerse una idea.

Los 114 minutos que dura la película, resultan excesivos y devoran la poca intensidad que recoge el guion.

Dos ideas acertadas; la forma en la que se produce el secuestro de Claudia (Juana Viale), es de una manera muy actual, y que puede aportar su granito de arena para que tengamos, tanto mujeres como hombres, cuidado cuando estamos en un bar, por muy tranquilo e inocente que parezca. Y la otra la venganza como objetivo personal, la cual puedes llegar a entender si la desgracia sufrida es devastadora.

No iba a hacer mención de la interpretación de los personajes, porque no hay nada reseñable, muy tibios, indiferencia.

La duración de la película no sirve para hacer una aproximación a los personajes que aparecen, sí que sirve para ver el empeño de una trabajadora, Romina (Laura Novoa), en el desarrollo de su trabajo. Las secuencias del pasillo tratan de producir ciertas sensaciones del lugar en el que se encuentra secuestrada Claudia (abandono, incomunicación, dejadez, sordidez…), pero se repiten muchas veces (al igual que el pasillo que da acceso al mostrador donde se encuentra Romina). Las tomas de ambos pasillo deben rondar los 10 minutos.
Luego ese hospital está muy poco trabajado, hay más trabajadores que pacientes. No da la sensación de que todo se está desarrollando dentro de un hospital convencional, no es creíble ese hospital.
Si a esto le unimos un ir y venir de los personajes por dichos pasillos, los cuales no tienen un efecto perturbador (como esos pasillos de “Resplandor”) ni nada parecido.
El resultado final es una película pesadita