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Voto de Vivoleyendo:
8
6,8
1.699
Drama
México. Estado de Chihuahua. Comunidad de los Menonitas. Johan, casado con Esther, con la que tiene siete hijos, vive desde hace dos años una historia de pasión con Marianne. Entre sus dos vidas, sus dos mujeres, la elección es imposible. Confiesa su situación a su amigo Zacarías y a su padre, que es predicador y considera que la vida de su hijo se halla bajo la influencia del diablo. Sin embargo, los dos lo apoyan, lo compadecen. Y lo envidian... (FILMAFFINITY) [+]
28 de diciembre de 2008
7 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Luz silenciosa" en un acto de sosiego, de silencio, de paciencia, de comunión con la naturaleza y los astros, y de fe.
Si estáis dispuestos a dejaros mecer por su suave marea, preparaos para desacelerar radicalmente vuestro ritmo normal. Olvidad las prisas, el estrés, las preocupaciones, o por lo menos tratad de sentir cómo el bálsamo de esta película intenta ayudaros a sentir más paz. Si aceptáis su dulce planteamiento, será como una estancia de más de dos horas en un remanso que invita a la quietud.
Reygadas se desmarca del frenesí de las urbes y de la locura de los tiempos para, llanamente, inyectar un sedante espiritual bastante efectivo.
El silencio tiene imagen y sonido. Es la esencia del amanecer sobre los campos de una comunidad menonita mexicana. Es ver cómo se aclara gradualmente el cielo mientras las estrellas se difuminan y los insectos nocturnos cantan sin cesar su pequeña letanía.
No existe más música que los ruidos ambientales, que el tono de las calladas voces.
Pero Johan ha perdido la paz. Arrullado por los dedos gráciles y delicados de su sencilla existencia, sin embargo algo que antes desconocía se le ha instalado profundamente en una de las vigas maestras de su ser.
Casado con Esther, con la que tiene siete hijos, en su apartada granja y conviviendo pacíficamente con su comunidad de parientes y amigos menonitas, Johan profesa su fe silenciosa, la misma de sus mayores y de sus antepasados que emigraron desde Europa siglos atrás, la fe que su esposa y él han enseñado a sus hijos. Hablan la lengua alemana que sus ancestros se trajeron de allende el mar, pero también comprenden y se comunican en español cuando es necesario.
Los rituales de cada día son casi siempre los mismos. Levantarse al amanecer. Congregarse alrededor de la mesa de la cocina, rezar mentalmente las plegarias y desayunar, mientras los pequeños hablan un poco y saludan al nuevo día con sus angelicales sonrisas. Dirigirse cada uno a sus tareas.
Pero Johan está triste.
Su corazón está traspasado y dividido.
Se ha enamorado de otra mujer. Y Esther lo sabe todo.
Johan no puede detener el curso de los acontecimientos. Marianne es la mujer de su vida.
Esther lo comprende dolorosamente.
Él busca aquietar sus tristezas consultando a su buen amigo Zacarías, a su padre predicador. Ellos entienden su conflicto y no le endilgan sermones moralistas. Intercambian con él una corriente de empatía y de comprensión que no juzga ni condena.
"Todo está escrito", afirma su padre, con esa creencia firme capaz de abarcar tantas cosas y de ser indulgente. Porque somos humanos y la carne es débil. También la suya lo fue.
"Tendrás que elegir, o las perderás a las dos."
El devenir de los acontecimientos se desarrolla tranquilamente, mientras el triángulo amoroso va evolucionando.
Johan sabe que debe tomar una decisión.
Si estáis dispuestos a dejaros mecer por su suave marea, preparaos para desacelerar radicalmente vuestro ritmo normal. Olvidad las prisas, el estrés, las preocupaciones, o por lo menos tratad de sentir cómo el bálsamo de esta película intenta ayudaros a sentir más paz. Si aceptáis su dulce planteamiento, será como una estancia de más de dos horas en un remanso que invita a la quietud.
Reygadas se desmarca del frenesí de las urbes y de la locura de los tiempos para, llanamente, inyectar un sedante espiritual bastante efectivo.
El silencio tiene imagen y sonido. Es la esencia del amanecer sobre los campos de una comunidad menonita mexicana. Es ver cómo se aclara gradualmente el cielo mientras las estrellas se difuminan y los insectos nocturnos cantan sin cesar su pequeña letanía.
No existe más música que los ruidos ambientales, que el tono de las calladas voces.
Pero Johan ha perdido la paz. Arrullado por los dedos gráciles y delicados de su sencilla existencia, sin embargo algo que antes desconocía se le ha instalado profundamente en una de las vigas maestras de su ser.
Casado con Esther, con la que tiene siete hijos, en su apartada granja y conviviendo pacíficamente con su comunidad de parientes y amigos menonitas, Johan profesa su fe silenciosa, la misma de sus mayores y de sus antepasados que emigraron desde Europa siglos atrás, la fe que su esposa y él han enseñado a sus hijos. Hablan la lengua alemana que sus ancestros se trajeron de allende el mar, pero también comprenden y se comunican en español cuando es necesario.
Los rituales de cada día son casi siempre los mismos. Levantarse al amanecer. Congregarse alrededor de la mesa de la cocina, rezar mentalmente las plegarias y desayunar, mientras los pequeños hablan un poco y saludan al nuevo día con sus angelicales sonrisas. Dirigirse cada uno a sus tareas.
Pero Johan está triste.
Su corazón está traspasado y dividido.
Se ha enamorado de otra mujer. Y Esther lo sabe todo.
Johan no puede detener el curso de los acontecimientos. Marianne es la mujer de su vida.
Esther lo comprende dolorosamente.
Él busca aquietar sus tristezas consultando a su buen amigo Zacarías, a su padre predicador. Ellos entienden su conflicto y no le endilgan sermones moralistas. Intercambian con él una corriente de empatía y de comprensión que no juzga ni condena.
"Todo está escrito", afirma su padre, con esa creencia firme capaz de abarcar tantas cosas y de ser indulgente. Porque somos humanos y la carne es débil. También la suya lo fue.
"Tendrás que elegir, o las perderás a las dos."
El devenir de los acontecimientos se desarrolla tranquilamente, mientras el triángulo amoroso va evolucionando.
Johan sabe que debe tomar una decisión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Su vida familiar continúa, los niños iluminan y consuelan, Esther padece su propio tormento, Marianne vive la pasión con Johan siendo consciente de que tendrá que haber un final. La comunidad observa discretamente con sus ojos compasivos. Nadie critica, nadie murmura hipócritamente. Todos están unidos en esa fe y en ese estilo de vida respetuosos con los demás y con el entorno.
Johan sufre. Y Esther. Y Marianne.
El momento crucial se acerca...
Es la vida a través del silencio. Es sentir sin palabras. Convivir aprendiendo a escuchar la voz interior y los cantos de la naturaleza.
Amar sin grandes efusiones externas, pero sí internas.
Beberse la pasión descubierta.
Creer en lo imposible.
Seguir a la diáfana y paciente cámara mientras se detiene en un paisaje, en una escena de bucólica belleza, en un rostro, en algún pequeño hecho intrascendente. En la entrega de Johan y Marianne. En el titubeo de un matrimonio perturbado. En esos niños adorables. En las cosas cotidianas. En los milagros.
Todo es cómplice. Del tiempo. De lo que tiene que suceder. Del amor. De la vida.
Johan sufre. Y Esther. Y Marianne.
El momento crucial se acerca...
Es la vida a través del silencio. Es sentir sin palabras. Convivir aprendiendo a escuchar la voz interior y los cantos de la naturaleza.
Amar sin grandes efusiones externas, pero sí internas.
Beberse la pasión descubierta.
Creer en lo imposible.
Seguir a la diáfana y paciente cámara mientras se detiene en un paisaje, en una escena de bucólica belleza, en un rostro, en algún pequeño hecho intrascendente. En la entrega de Johan y Marianne. En el titubeo de un matrimonio perturbado. En esos niños adorables. En las cosas cotidianas. En los milagros.
Todo es cómplice. Del tiempo. De lo que tiene que suceder. Del amor. De la vida.