Sacrificarse por los demás no es algo que haga cualquiera. Es una gran responsabilidad dedicarse a alguna profesión en la que la vida, la salud o la integridad física de otras personas dependan de uno. Hay que ser muy valiente y estar concienciado de que en cualquier momento podemos morir salvando a otros, o de que no debemos fallar con el bisturí ni con los tratamientos médicos... Profesiones que yo no habría elegido, porque me falta valor para entregarme hasta las últimas consecuencias por el prójimo, o para arriesgarme a que algo salga mal y alguien pague el precio de mi error.
Encima con la profesión de bombero se me juntan, aparte de los temores ya mencionados, otras dos fobias: al fuego y a las alturas.
Debe de ser como un sacerdocio. Una vocación de fe. No creo que se pueda ser bombero si no se cree verdaderamente en ello. No creo que se pueda aguantar la presión si no amas lo que haces. Además supongo que hay que mantener el optimismo y no pensar en lo peor, porque si se cae en la negatividad entonces parece que uno es un pájaro de mal agüero que atrae la mala suerte.
Por ahí da la impresión de que se critica bastante esta película por ensalzar el cuerpo de bomberos o porque sea una especie de reclamo de “reclutamiento”. Y digo yo... ¿Qué tiene de malo elogiar a una de las instituciones que más vidas salvan? Porque no sólo se juegan el pellejo en edificios en llamas cuando el resto de la gente escapa de ellos, también intervienen en grandes catástrofes como inundaciones y terremotos sacando a supervivientes de los escombros y de lugares de muy difícil acceso.
Sin irme lejos, el cuerpo de bomberos de España es uno de los pioneros mundiales en cuanto a preparación y eficiencia. El empleo que hacen de los perros rastreadores para localizar víctimas es demandado en todo el mundo.
¿Tan digno de vergüenza es todo eso?
Y no solamente está la labor de esos valientes, sino todo lo que los rodea, porque ellos tienen vidas propias, familias, personas que los quieren y que desean verlos volver a casa cada día.
Por ello, si tienes una mujer y unos hijos que te están esperando y aún así cada vez que suena la campana de aviso corres a subirte al camión y te abalanzas hacia el infierno con la convicción de estar haciendo lo correcto, lo que debes, aquello para lo que has nacido, entonces intuyes que aunque te toque a ti la china porque tentando tantas veces a la suerte es poco probable que llegues a viejo, afrontarás lo que esté por venir sabiendo que has dado lo mejor que has podido, que tus hijos contarán a sus hijos que su abuelo era un héroe. Por más que tú sepas la verdad, que sólo tú sepas de tu miedo y de tus dudas y de tus momentos de crisis, pero lo que quedará es que siempre fuiste sin vacilar hacia las llamas y saliste con alguien vivo, que continuará viviendo gracias a que estabas allí. Y no quieres su agradecimiento, no lo necesitas; todo lo que necesitas es ver a ese alguien respirar y sonreír y avanzar hacia el resto de su vida.
Porque quien salva una vida, salva al mundo entero.