Los minutos pasan rápido, la atmósfera pasa de ser tranquila y feliz a enrarecerse con algo turbio, oscuro, pero eso no impide que Emma (Fitzgerald) se sienta atraída a ese mundo nuevo, en el que no se distingue la realidad de la ficción, donde se traspasa a cada segundo la línea de lo que está bien y de lo que está mal. Es el momento de romper las normas, las escritas y las no escritas. Bañarte de noche en la playa es sólo el principio. Me quedo con frases como:

«El artista, sea escritor o fotógrafo, no pide permiso para crear historias, lo hace y punto», «la mayoría de las mujeres eligen hombres que las van a utilizar y luego las van a desechar, y ellas lo saben» o «escribir algo es tan sencillo como elegir un camino y si ese no funciona, volver a empezar».

Bartlett está fascinante. Realmente no sabes si dice las cosas en serio. Si le gusta la violencia tanto como expresan sus obras o sólo es algo que utiliza para provocar a los demás, incluyendo a sus ligues. Emma entra en un juego peligroso al sentirse atraída por el visitante, porque no sólo está la diferencia de edad, sino que además este hombre ya fue amante de su madre cuando eran jóvenes. En una de esas noches de tira y afloja entre ellos, Emma deja que él le dé una copa de Bourbon, esto le anima a lanzarse y le da un beso, pero entonces él le sujeta por ambas manos mientras ella comienza a sentirse mal y termina inconsciente. Al día siguiente no recuerda nada, pero sospecha que él la ha drogado. Lo que no sabe con certeza es lo que pasó después. Suponemos que pudo ser violada o simplemente le hizo fotos subidas de tono. Es algo que va a quedar en el aire. La violencia que tanto le gusta a él por fin ve la luz. Emma ya tiene una historia que contar. Han llegado las musas –de las que tanto hablaba él- y están para aprovecharse de ellas porque son temporales y no sabes cuándo tendrán que marcharse.

Es una obra primeriza. El final es algo confuso. La volvería a ver, no porque sea una obra maestra, sino porque tiene diálogos y escenas notables. Buena fotografía de Andreas Von Scheele.