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Voto de Teresa:
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Terror. Thriller
Atrapado en el interior de una casa fortificada que pertenece a una misteriosa pareja, un pobre muchacho se ve inmerso en una pesadilla. Tras percatarse de inmediato de la verdadera naturaleza de los macabros habitantes de la casa, el chico se enfrenta a sádicos dispositivos de seguridad, se hace amigo de una chica esquiva y maltratada, y tratará de descubrir el secreto de las criaturas ocultas en las profundidades de la casa. (FILMAFFINITY) [+]
14 de agosto de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era 1991 cuando el genio Craven estrenó The People Under the Stairs, escrita y dirigida por él mismo. Yo no la vi hasta aproximadamente 1994, en la casa que teníamos en el pueblo y que sólo nos dejaba ver dos canales. Recuerdo que entre Psicosis y El Sótano del Miedo yo vivía aterrorizada en esa gran casa, con muchas habitaciones, desván y demasiados recovecos. La primera vez que la vi me entró tanta paranoia que no me atrevía ni a ir al baño sola. Teníamos un perro, un Fox Terrier, que estoy segura se hubiese enfrentado sin dudar al famoso Prince, que se dedica a perseguir niños por dentro de las paredes y por la casa. Mítica es ya la frase de «Príncipe, mátalos, ¡mátalos a toooodooossssss». Al final, entre unos metrajes y otros los rottweiller han pasado a formar parte de nuestra mitología de perros asesinos, con cabezas enormes y que no sabes qué comen –o sí-.
No es ningún secreto que a Craven le gustaban los temas sociales marginales. La división extrema entre los ricos y los pobres es tan obscena que Craven siempre tenía algo que decir en todas sus producciones. En este caso encontramos a tres protagonistas. Los dos blancos que viven en una mansión a la que nadie se quiere acercar porque se cuentan historias raras desde hace décadas y el resto del barrio, bastante marginal, en el que las familias sobreviven a duras penas. Es cierto que se hace un poquito larga. Sobran casi veinte minutos para lo que nos quiere contar, pero como siempre, logra mantener la tensión y la intriga. Como nos pasó en Pesadilla en Elm Street sólo deseamos que el protagonista salga de ese horror agobiante donde se ha metido. Casi toda la acción ocurre dentro de la casa, lo que hace que tengamos que elogiar a este genio, pues es raro el momento en el que te aburres.
Que es delirante en muchos aspectos e incluso surrealista, es verdad, pero Craven siempre juega con la realidad, la ficción, las pesadillas y los sueños. Las amenazas, sean reales o no, forman parte de su folklore particular. Indudablemente muchas escenas permanecerán en la memoria de toda una generación.
No es ningún secreto que a Craven le gustaban los temas sociales marginales. La división extrema entre los ricos y los pobres es tan obscena que Craven siempre tenía algo que decir en todas sus producciones. En este caso encontramos a tres protagonistas. Los dos blancos que viven en una mansión a la que nadie se quiere acercar porque se cuentan historias raras desde hace décadas y el resto del barrio, bastante marginal, en el que las familias sobreviven a duras penas. Es cierto que se hace un poquito larga. Sobran casi veinte minutos para lo que nos quiere contar, pero como siempre, logra mantener la tensión y la intriga. Como nos pasó en Pesadilla en Elm Street sólo deseamos que el protagonista salga de ese horror agobiante donde se ha metido. Casi toda la acción ocurre dentro de la casa, lo que hace que tengamos que elogiar a este genio, pues es raro el momento en el que te aburres.
Que es delirante en muchos aspectos e incluso surrealista, es verdad, pero Craven siempre juega con la realidad, la ficción, las pesadillas y los sueños. Las amenazas, sean reales o no, forman parte de su folklore particular. Indudablemente muchas escenas permanecerán en la memoria de toda una generación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
«Tonto», interpretado de forma magistral por Brandon Adams, tiene que meterse en la casa de los Roberson, dueños de todo el vecindario y de los que se rumorea tienen un tesoro escondido. Tan avaros son que dicen que tienen monedas muy antiguas que ahora valdrán mucho y que podrían sacar a la familia de la pobreza extrema. Wendy Robie y Everett McGill hacen un excelente trabajo como esos dos hermanos que parecen pareja y que se dedican a retener niños que han robado, esperando encontrar el hijo perfecto que «no mire, no escuche, no hable»; todos los que rompen estas normas son maltratados según el pecado cometido y escondidos en el sótano, donde les alimentan de vez en cuando. Pero uno de ellos ha escapado y además está Alice (A. J. Langer), la única «hija» que cumple –más o menos- las normas. Cuando aparece Tonto las cosas cambiarán. Se abrirá una puerta a la esperanza e intentarán salir de esa casa de locos que tiene cerraduras por todas partes para que nadie pueda entrar ni salir.
No es lo mejor del genio del terror y del inventor de las normas slasher, pero merece la pena ponerla un sábado por la noche y disfrutar de casi dos horas de tensión y angustia.
No es lo mejor del genio del terror y del inventor de las normas slasher, pero merece la pena ponerla un sábado por la noche y disfrutar de casi dos horas de tensión y angustia.