Me ha encantado la notable puesta en escena de esta película recurrente y memorable para el Cine español. Berlanga parodia la ridiculez del patriotismo y el valor efímero de la apariencia, a través de la exaltación de los tópicos y del patetismo español de la posguerra. ¡¡Escondan la miseria, que vienen los americanos!! ¡¡Vístanse de andaluces, que la peineta es puro márketing!! Una imagen que seguimos exportando y de la que nos alejamos de a poco. Por fortuna, los españoles ya no somos necesariamente toreros o cantaores de flamenco.

De hecho, Lolita Sevilla -ozú- interpreta a una folklórica andaluza -Carmen Vargas- que acapara todo lo que la cinta parodia. He aquí el ingenio de Berlanga, Bardem y Mihura: la cantante era una imposición de la productora y debieron construir su historia a partir de la condición irrenunciable de integrarla en el proyecto.

El cuarto de hora en el cual se retratan los sueños de Villar de Río son sobresalientes. En especial las preciosas (y bucólicas) secuencias del paracaídas en la realidad onírica del pastor. Quince minutos de cine surrealista que imprimen un tono irónico al triste (y pesimista) final de la película.