A estas alturas nadie puede llamarse a engaño acerca de lo que representa el neorrealismo cinematográfico y los recursos que utiliza.
Esta película no es una excepción.

¿Hace falta ser más explícito?
Lo seremos con brevedad.

La construcción de la trama se elabora a partir de personajes singulares (extremos) y bastante estereotipados porque ese es uno de sus signos de identidad. También lo es su pretendida voluntad de crear doctrina que conlleva en este caso, como en otros, un lenguaje que corresponde al ensayo libresco y que en este contexto resulta pretencioso y pedante, también forzado y, por eso, carente de naturalidad.

El resultado es una película lenta, de notable imprecisión narrativa y en la que siempre se advierte la intención del director que, de manera tosca, pretende conducir al espectador hacia sus propios postulados. No existe la sutileza, la exquisitez o el buen gusto sino en sus elementos formales.

Y eso, evidentemente, no basta.