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Voto de VictorRodrigo:
10
Drama. Romance La relación de un director de cine y su novia es puesta a prueba cuando regresan a casa tras el estreno de su película y esperan las reacciones de los críticos.
7 de febrero de 2021
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La intimidad de un conflicto de pareja se desborda en un conjunto de caudales emocionales, una vorágine de sentimientos, un fuego cruzado exquisitamente escrito y ejecutado por la magnífica dupla que forman Zendaya y John David Washington. Un ejercicio de cine teatral perfecto, con muy pocas grietas que la convierten, asimismo, en un drama humano creíble, con toda la complejidad que conlleva una discusión de tal elevada magnitud. El cineasta Sam Levinson vuelve a deslumbrarnos en la pantalla con una historia marcada por el huracán que supone el amor, la dependencia emocional; las diversas capas de una cebolla que representa una relación tan entrelazada entre dos personas marcadas por su pasado, su asfixiante presente y un futuro incierto.

Evocando a una elegancia infinita a través de cada escena, plano, escenario, tiro de cámara y canción -escogida cada una de ella con la precisión de un cirujano-, Levinson nos traslada al colapso de dos personas con personalidades fantásticamente construidas en un guion magnífico y firmemente representadas en la piel de Washington y Zendaya. La musa de Levinson, con quien cautivó el mundo en Euphoria, carga sobre sus espaldas con adjetivos nocivos como "la reina de los millennials". Zendaya merece los calificativos adecuados: es una de las mejores jóvenes actrices del planeta. Y Malcolm & Marie es la consolidación, la prueba definitiva.

Las críticas negativas a una supuesta presentación tediosa de las conversaciones entre la pareja evoca a una pregunta sincera: ¿qué tipo de discusiones pasionales han vivido aquellos que miran con desdén la representación de los protagonistas? El valor, el poder de la película radica en esta montaña rusa creíble, realista, asquerosamente humana que significa una discusión que empieza por un pequeño roce y se convierte en un monstruo que rasga las vestiduras emocionales, desentierra el hacha de guerra y da rienda suelta a todos los fantasmas del pasado del Malcolm y Marie. La dependencia emocional y artística se descubre como la yema del huevo en una relación construida por las virtudes y las problemáticas de cada uno.

En un huracán de sensaciones, Levinson reclama la mirada permanente de un espectador atónito a una interpretación magnífica de sus protagonistas. Washington, a ratos un eco de los magníficos discursos que ha regalado su padre en pantalla, se retuerce en la piel de un director de cine que espera las críticas de los profesionales en la noche del estreno de su película más importante. Zendaya, la pareja y acompañante del director, se destapa como la verdadera esencia de la obra de Malcolm, desgarrándose el alma en rencores, desamores, injusticias y desavenencias.

El virtuosismo innato de ambos intérpretes baila alrededor de las líneas escritas por Levinson, que a través de los dos personajes explora existencialismo del amor, la complejidad de las relaciones y los fantasmas que todo el mundo, incluso a tan joven edad, arrastra. En este tsunami de amor, el director y guionista pide protagonismo a través de la boca de Washington, cargando contra la industria -la real, la de verdad- del cine, sus prejuicios, sus adjetivos, etiquetas y moralismos. Tiene tiempo para girar la tortilla y señalar la pedantería de los creadores, marcados con el pecado eterno del artista, que considera su obra inmaterial, intocable, desmerecedor de crítica alguna.

Es una película brillante, inteligente, sorprendente y bellísima. El magnetismo entre los dos protagonistas es acertado en todas las conversaciones, pero sobre todo en los momentos más físicos. Las miradas, los despropósitos de rabia, los silencios, los gestos que desprenden en todo momento qué pasa por el cerebro del responsable. Y en todo este cóctel, una banda sonora escogida por el artista Labrinth que merece ovación aparte. Es un placer absoluto caer rendido en esta película, etiquetada erróneamente de pretenciosa, recargadas o pedante.

Los tempos de cada conversación están marcados con una teatralidad inmejorable, pero con una carga humana que traslada al espectador a recuerdos de sus amores más profundos. Queda mucho camino por recorrer en la multinacional de Netflix, pero criticada siempre por su ociosa falta de contenido profundo en sus obras, es un gozo absoluto disfrutar de esta historia. Quien se agote en esta historia carece de alma, de sensibilidad amorosa y artística. Y no hay tres mejores cineastas para explorarlo que Sam Levinson, Zendaya y John David Washington. Un diez.
VictorRodrigo
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