Harold (Bud Cort) es un chico que vive con su madre en un lujoso caserón y que lo tiene todo en la vida, al menos todo lo que el dinero puede proporcionarle. Fruto del aburrimiento, de llamar la atención, de fijación con la muerte o de todo lo anterior, simula constantemente su suicidio, de las formas más diversas y originales, causando al final la indiferencia de una madre acostumbrada aunque como es normal a veces le cueste soportar la situación de ver a un hijo así e inicia una búsqueda / casting para encontrarle novia. Él por su parte, fruto de esa obsesión por la muerte, es un asiduo al cementerio y a sumarse a entierros ajenos y allí conoce a Maude (Ruth Gordon) , una mujer mayor hippie y con ideas liberales, que vive al margen de los patrones establecidos de la sociedad y de la ley, haciendo lo que le apetece en cada momento. Le enseñará a vivir, a entender que la vida da miles de posibilidades y están ahí esperando a que las aproveches. Ambos formarán una de las parejas más hermosas y entrañables que recuerdo en la historia del cine.

La cinta se adentra en la relación que se va forjando entre ellos, como aprenden el uno del otro y como sobretodo él, empieza a encontrar sentido a la vida. Mientras, su madre sigue buscándole pareja y las citas resultantes darán pie a escenas realmente divertidas. Una película con claras connotaciones antibelicistas, con crítica y sátira en clave de ingenioso humor negro de prácticamente todos los estandartes establecidos por la sociedad, empezando por cosas como la vida y la muerte, la amistad o el amor y pasando por miccionar sobre los estamentos militares, policiales, eclesiásticos o judiciales entre otros. El film ofrece un visionado aparte de divertido y entrañable, que resulta inspirador y de esas películas que te dejan con la sensación de que puedes hacer todo aquello que te propongas y te insufla ganas de vivir.

Nota: 7'7

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