Soberbio debut en la dirección de Robert De Niro en su época de plena efervescencia creativa, siguiendo las pautas de su amigo y maestro Martin Scorsese para firmar un relato con el que el mismo Scorsese hubiera quedado satisfecho.

El filme cuenta la historia de Calogero (Lillo Brancato), un chaval nacido en el Bronx de padre italiano (De Niro) que crece en un barrio donde la mafia está muy asentada en el día a día de sus gentes. Admira al capo de la zona, Sonny (Chazz Palminteri), a pesar de las advertencias de su padre, pero pronto se gana su simpatía y, con el tiempo, su respeto.

Se construye así una historia centrada en Calogero y contada por él mismo en voz en off, en la que se desarrollan magistralmente valores como la amistad, el respeto, el honor y la familia dentro de un marco temporal que evoluciona junto con los personajes. El contexto temporal, por tanto, también es importante y De Niro lo encuadra y lo adapta a la historia de forma brillante, mostrando la lacra del racismo de la época en su forma más cruda y usándolo a la vez para dar una lección moral. Además, nos muestra de forma muy gráfica las diferencias entre la vida honrada de un padre de clase media-baja, que se deja la piel para ganar un sueldo miserable (el perdedor honrado), y el tren de vida de un gángster al uso, que gana el doble o el triple a base de trapichear y sin apenas esforzarse (el ganador corrupto); dos vidas en las que Calogero se ve metido en todo el medio.

El talento narrativo de De Niro viene en buena parte dado por el gran trabajo hecho con el guion, escrito por el mismo Chazz Palminteri y del que se dice que es autobiográfico (de hecho, Palminteri se llama Calogero de primer nombre). El estilo “Scorsese” que derrocha De Niro ya se aprecia en los excelentes primeros minutos, principalmente en los protagonizados por el Calogero niño, hasta la aparición de Lillo Brancato, un actor un tanto mediocre que reduce, muy sutilmente eso sí, el buen nivel mantenido hasta entonces. Las espontáneas apariciones de De Niro también son brillantes, por no hablar del papelón de Palminteri.

Además del buen planteamiento del filme y su indudable capacidad de enganche argumental, la banda sonora acompaña magistralmente toda la ambientación y la contextualización temporal con Jimmy Hendrix, The Moody Blues o James Brown, logrando crear un clima rico en matices y sensaciones que ayudan todavía más al espectador a sumergirse en la historia.

“Una historia del Bronx” no sólo es la mejor película de Robert De Niro tras las cámaras (de hecho, sólo tiene dos), sino una de las mejores de un género que suele ser casi siempre sinónimo de calidad. Genial.