Lo que sucedió con esta película cuando se estrenó debió ser como cuando en Estados Unidos estrenaron por primera vez Ciudadano Kane de Orson Welles. Películas que venían a cambiar el cine tal y como se conocía. Un cine demasiado encorsetado en su clasicismo y aquí ofrecían algo nuevo.

Ya desde el inicio, donde se ríen de producciones punteras de la época o el personaje de Fernán Gomez que analiza la película que ven en el cine, no desde las emociones o lo que cuentan como haríamos el más común de los mortales, si no desde el apartado técnico, está claro que estamos ante un cine novedoso.

Tampoco podemos negar la influencia que la película saca del neorrealismo italiano, siempre desde la óptica de la comedia.

Momentos como los del arpón son graciosísimos... Y siguen haciendo gracia las veces que se repiten. Al igual que el flash back sobre los personajes, narrado con doble voz en off es de una originalidad nunca vista. Por no hablar de su final que tiende a las fáciles emociones y que a mí me dejó con una sonrisa en la cara y unas lágrimas en los ojos.

No puedo olvidarme, tampoco, del trabajo de Elvira Quintilla, actriz que apenas conozco pero que merece una revisión de sus trabajos, ni tampoco del repaso que dan a la hipocresía de la época que, a la larga, sigue siendo nuestra hipocresía: El aparentar. El alabarte por algo, cuando al día siguiente seguirás siendo un mindungui. Cuando eres un mindungui por muchas alabanzas que te den en el momento.