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España España · ciudadano del mundo (palencia)
Voto de kafka:
1
Terror. Romance. Fantástico En el año 1890, el joven abogado Jonathan Harker viaja a un castillo perdido de Transilvania, donde conoce al conde Drácula, que en 1462 perdió a su amor, Elisabeta. El conde, fascinado por una fotografía de Mina Murray, la novia de Harker, que le recuerda a su Elisabeta, viaja hasta Londres "cruzando océanos de tiempo" para conocerla. Ya en Inglaterra, intenta conquistar y seducir a Lucy, la mejor amiga de Mina. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2012
26 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se cuida muy mucho Coppola de que a este Drácula se le añada lo de "de Bram Stoker" para así engatusar como si esta fuera la más fiel y rigurosa versión que el cine haya hecho de la inmortal novela de Stoker. Si esto fuera así más nos valdría repudiar de la fidelidad al texto, pues el "divino" Coppola ha hecho una película de terror soberanamete mala, mostrando un desconocimiento del género escandaloso y si a este cineasta se le tiene por uno de los más grandes de la Historia (obviemos todo lo que no sea la saga de "El padrino" y la imponente e inolvidable "Apocalypse now" y la cosa quedaría más que en pañales), este Drácula es un film espantoso, escandalosamente malo.
A Coppola, como casi siempre, lo mata su ambición y aires de grandeza y si la película se justifica visualmente y en la atmósfera por lo que volvemos a la cantinela de que estamos ante un mago de la imagen (lo mismo hace Spielberg en todos sus films solo que con mayor humildad, solo logrando de la crítica un machacón destrozo de sus películas en base al inefable argumento de su hipercomercialidad), no bastaría solo este nimio argumento para sostener la cacareada genialidad de tan lamentable bodrio. Sí, la película es atractiva visualmente, faltaría más, y pretende crear una atmósfera propia, contando con una buena fotografía de Michael Ballhaus, pero en ningún momento provoca una fascinación que anule el contenido y el continente de este fraude.
Tal es así, que todo lo demás o bien es desafortunado o directamente penoso. Entre lo primero cabe colocar el uso del color rojo como obvio símbolo de la sangre y su cromatismo variado y variable; un montaje efectista y nada efectivo con inclusión de horrorosas y pirotécnicas secuencias aceleradas; el barroquismo de la puesta en escena en aras de una estética oscura, recargada, densa, que finalmente embulle y se traga la propia esencia de la historia, los personajes, la naturaleza del mito vampírico.
Y entre lo directamente penoso hay mucho y muy variado como si de un gran centro comercial se tratase: quizás lo más grave sea la propia caracterización física del propio Drácula (Gary Oldman), el que habita en Transilvania que más parece una versión hiperenvejecida de Glenn Close (con perdón), con un peinado horroroso, que llora, histriónico; el que viaja a Londres es, por su parte, un falso elegante rematado en unas "modernísimas" gafas de sol que ocultan sus frágiles y enrojecidos ojos. Las interpretaciones son sencillamente deplorables, con un Gary Oldman patético, desatado, exacerbado sin necesidad alguna, con un Keanu Reeves reafirmándose en su condición de pésimo actor/guapo oficial, con "Buenona" Ryder como Mina, el eterno amor de Drácula, en una discretísima interpretación y de remate con Hopkins como el mítico doctor-exorcizador Van Helsing, en uno de sus peores trabajos, emparentable con el que hiciera en la aborrecible "Leyendas de pasión". Solo Tom Waits y una seductora y lasciva Sadie Frost provocan tenue convicción, así como un solo momento ciertamente afortunado y memorable en la película: aquel en el que Drácula y Mina asisten en Londres a la proyección de una película erótica en el recién inventado cinematógrafo.
El punto de vista de este Drácula coppoliano es el de contraponer el aspecto lascivo/romántico del mito sublimando lo segundo, haciendo del sádico conde un ser huérfano, tenebroso y seductor, poderoso y miedoso, un tristón vagabundo condenado a la vida eterna. Pero este punto de vista queda borrado del mapa por una narración pirotécnica (malísimo guión de Hart), una estética aglutinadora, deleznablemente gótica, una confusión e inverosimilitud preocupantes que hacen de ésta una obra blasfema para el cine de terror y para el mito de Stoker. A su lado, un film tan discutible como "Entrevista con el vampiro" de Neil Jordan diríase casi una obra maestra. Sinceramente, odio esta película.
kafka
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