Desgraciadamente (fracaso de crítica y público) fue lo único que dirigió ese inmenso actor que fue Charles Laughton. Pues bien, estamos ante una de las obras maestras más únicas e irrepetibles que haya parido el Cine. Una película-isla que la hacen diferente a cualquier otra. Estamos ante un cuento de hadas y de terror, que pone patas abajo, madurándolo y dándole soberana solidez, al típico aire infantil/juvenil de este tipo de películas: un hombre, encarnación pura del Mal (inolvidable Mitchum) persigue río abajo a dos niños que esconden en una muñeca una importante suma de dinero que su padre robó antes de ser ahorcado en la cárcel. Mitchum no es más que un falso predicador (hay tantos hoy día), un ser depravado que se dedica a seducir y casarse con viudas para robarles el dinero y así vivir su itinerante vida. Narrada a través de un espíritu casi expresionista, con una maravillosa y hermosísima fotografía de Stanley Cortez, obtiene tanto puro terror y miedo como mágica e insondable poesía de lo expuesto. Laughton tampoco esquiva el incidir en el carácter más bien estúpido del mundo adulto. Obra maestra total y absoluta, merece estar entre las mejores películas de todos los tiempos. Colaboración de la mítica Lillian Gish. Arrebato. Guión de James Agee, adaptación de una novela de Davis Grubb.