La muerte en un beso

Dicotomía de la violencia, «Un lugar solitario» es otra gran obra de ese gran director que fue Nicholas Ray.

Humphrey Bogart cuelga el traje de glamour para ensuciarse las manos con un personaje demoledoramente humano en su sinceridad. Un escritor cínico, creativo, con talento y, esta es la clave, con una marcada agresividad. ¿Un buen hombre? Es posible que sí. Y esa es la tragedia. La violencia es una condición humana que no podemos negar, que no debemos olvidar. La pulsión agresiva es intrínseca al hombre y es necesario domarla para poder establecer relaciones sanas con el resto de personas, también con la persona que amas. El Dixon Steel de Bogart es uno de lo más fieles retratos del hombre violento que podremos ver jamás. Encantador y maravilloso, duro, pronto al genio y al golpe, ya sea por honor, por defender a un amigo, por ira o por celos. En este caso, la violencia doméstica, una vez más, no tiene relación con el machismo con el que se trata de despachar el problema, sino con un conflicto interno más hondo y generalizado de la persona, incapaz de asumir la frustración y controlar sus impulsos.

El guión alterna de maravilla el thriller, si bien la investigación policíaca se queda en un segundo plano, con el drama romántico para ir descubriendo poco a poco la auténtica naturaleza de las personas y profundizar en las consecuencias de la violencia. La Laurel Gray de una rubia Gloria Grahame, a mi parecer nunca tan guapa como aquí, demostrará una enorme dignidad y entereza en medio del miedo, porque el amor puede que sea ciego pero las mujeres no debemos serlo. La secuencia del desayuno es espectacular por la tensión y la sensibilidad que desprende, con lección de cómo escribir incluida, y el desenlace, que no puede ser otro y además es perfecto, nos deja con la trágica sensación de que el amor no siempre es suficiente.

Hermosa, cruda y, sobre todo, verdadera.

Firme ejemplo de cine total. Bogart espléndidamente desagradable y sarcástico, Gloria Grahame magnéticamente atractiva y un guión perfecto. Mantiene en vilo una intriga criminal que disfraza lo que es una disección sobre el interior del hombre violento y las trabas que ello implica en las relaciones, en este caso la destrucción de la felicidad y el amor mediante recelos, dudas y miedo. Tensión hasta el final, amargo final en el cual el desaliento se apodera de nosotros, imaginando otra oportunidad para la bella Grahame, que merecía algo mejor. 9/10.

Diálogos chispeantes desde el principio hasta el final de la película. Bogart aporta una interpretación magistral en los momentos de mayor lucidez, y en aquellos en los que la tensión centellea en sus ojos. El movimiento al caminar de Gloria Grahame confiere a su personaje el realismo que de algún modo, su rostro le arrebata. "Angel" le dice la masajista Martha, y no le falta razón.
Los secundarios están muy correctos, bien metidos en su papel, y orquestan entre todos la sinfonía que tan contundentemente se encarga de dirigir el señor Ray; quien parece ser mandó reconstruir a imagen y semejanza el patio de estilo colonial donde vivía cuando llegó a L.A. en el set de la Columbia.

La concepción de una idea, el desarrollo, el esfuerzo titánico (tanto en pareja como en solitario) el esfuerzo por hacer que todo encaje, que la historia tenga sentido, que la adaptación del best seller sea fiel aunque se odie profundamente, abocan al escritor de guiones a momentos de tensión, a ser arrastrado por su propia convulsión. Momentos ingratos, en los cuales se duerme poco, se destroza la rutina y se vive para las palabras. Bogart lo aprende, lo digiere y lo expresa de la mejor forma que sabe, con contundencia. Su presencia llena la pantalla, y el ingenio en sus frases hace que quieras oirlas una y otra vez.

En resumen, un acierto de película, un trabajo fino de guión, y en esencia el retrato de un trabajo, una forma de vida muy fielmente representada en la pantalla. ¿Quien podría usar mejor las frases de película que un guionista al estilo Bogart?

Según mi propio parecer, In a lonely place podría tratarse de un acercamiento a la vida privada de Nicholas Ray, una especie de autobiografía camuflada que nos muestra lo que podrían ser las partes más oscuras de la vida del autor. Su mujer, Gloria Grahame, en el papel femenino, y Humphrey Bogart interpretando a un guionista en crisis que nos hace pensar continuamente en un alter ego del director.
Cotilleos sobre vida personal aparte, dichos hechos son de gran relevancia si tenemos en cuenta que contribuyen a crear una atmósfera y un punto de vista magníficos. Con ellos nos adentramos en la historia sin problemas, y comprendemos el intrincado mundo del Hollywood de los 50.
Se trata de una visión muy íntima que penetra en la complicada vida de un guionista que se ve implicado en un caso de asesinato por el que es sospechoso, mientras no consigue escribir el guión de una adaptación.
Todos estos motivos le meten en una espiral de conspiraciones, abrumaciones, en definitiva, los gadgets de una historia criminal, que se irá abriendo camino hacia una historia de amor.
Historia de amor atormentado, como las que vivió Ray en sus propias carnes, y que nos muestra a lo largo del film el paseo por la cuerda floja del personaje de Bogart. En definitiva Ray trata de mostrarnos como las historias de amor reales no pueden parecerse a las idílicas que se viven en las películas, alejándose de lo que eran los clásicos románticos del momento para mostrarnos algo más próximo a la realidad. Incluso bromea con los elementos del guión, cuando Bogart intenta encajar en su nueva historia una frase romántica, que a su vez tendrá lugar en su propia vida. Ese uso de los elementos propios de la creación dramática dan una dimensión especial al film, y quizás lo alejan de lo que eran los clichés de la época.
La película, en su conjunto, consigue reunir una serie de elementos y atmósferas que nos llevan fácilmente a seguir la historia y a contentarnos como espectadores.

Nicholas Ray se confirma con uno de los directores clásicos de más nivel. En esta ocasión, su tarjeta de presentación es "En un lugar solitario", extrajo ejemplo de cine negro, intriga y drama psicológico basado en la novela homónima de Dorothy B. Hughes, publicada en 1947. En verdad, la película juega al despiste. Primero parece una que retrata el séptimo arte desde dentro, tipo "Cautivos del mal" (1952), en seguido se vuelve un thriller con un cadáver por medio y una serie de sospechosos a los que colgarles el muerto. Pero al final es lo que es, es decir, un angustioso viaje a la violencia de género, por cierto, también uno de los más tempranos en la historia del cine. Por este camino se luce Gloria Grahame como Laurel Gray pero sobre todo un ambivalente y más oscuro de lo habitual Humphrey Bogart, en el rol de un polémico y hábil guionista de cine venido a menos, Dixon Steele.

Como digo, lo que termina por imponerse es el maltrato doméstico, hasta el punto de que descuidan la parte detectivesca con una resolución del crimen sacada de la manga, muy improvisada. En cualquier caso, la relación afectiva y los miedos que se van acumulando están muy bien llevados, pasando de la euforia del enamoramiento de Laurel a las dudas sobre la inocencia de Dixon, el principal acusado del crimen, y hasta a un verdadero pavor. En este sentido, algunas escenas, como la del desayuno, son muy desasosegantes. Ahora bien, como se ve en "En un lugar solitario" la causa de este problema no está en la creencia en la inferioridad femenina o en el machismo, de hecho Dixon rechaza a la mujer tradicional, "astuta, coqueta y tonta", sino en la agresividad y la falta de autocontrol de la persona. Observad que igual maltrata a los hombres que a las mujeres, quizás más a los primeros.