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El violinista en el tejado

Musical. Drama Teyve, el lechero de un pueblo ucraniano, vive feliz con su esposa y sus cinco hijas, todas ellas solteras. Una tarde, mientras hace el reparto, conoce a Perchick, un pobre estudiante de Kiev con ideales revolucionarios. Los dos simpatizan, y Teyve le ofrece casa y comida a cambio de que le dé clases a una de sus hijas. Al mismo tiempo, Lazar Wolf, un rudo carnicero que se ha quedado viudo, pide a Teyve la mano de su hija mayor. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
17 de septiembre de 2005
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película muy humana. El personaje principal lleva un poco de todos nosotros. Me resulta muy cercana y es amena y divertida. Los numeros musicales son preciosos.
karolaina93
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6 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente y magnífico musical de Norman Jewison, un par de años antes de que rodara su otro también magnífico musical, “Jesucristo Superstar” (1973).

“El violinista en el tejado” es de esos filmes que emocionan fácilmente, que despiertan los sentidos y que derrochan felicidad y optimismo por su entrañables personajes, sus alegres canciones y su factura costumbrista. Jewison nos propone durante tres horas una historia muy sencilla, tan sencilla como el pueblecito judío en el que se desarrolla la narración: Anatevka, una aldea ucraniana sujeta al régimen zarista en el año 1905. Allí convive una variopinta comunidad judía ortodoxa, de férreas tradiciones y costumbres. El lechero de la aldea, Teyve (magistral Topol), tiene cinco hijas a las que espera casar con hombres bien asentados y de vastos recursos económicos, como manda la tradición. Pero no espera que ellas no quieran casarse con los pretendientes que su mujer, Golde (Norma Crane) y la casamentera han buscado para ellas, con lo que se verá siempre enfrentado con la duda entre el amor a sus hijas y la preocupación de su bienestar, y entre seguir las viejas tradiciones de su pueblo. Sus diálogos internos con Dios le facilitarán la tarea, al menos para tranquilizar su conciencia, que lucha por seguir lo que dicta la costumbre y se pone a prueba ante la diversidad de condiciones sociales y religiosas de los verdaderos amores de sus hijas.

Ése es el cuerpo principal de la historia, así de simple y aparentemente poco interesante. Pero gracias a la pericia de Jewison, a las buenas interpretaciones de los actores y a los vistosos números musicales y canciones pegadizas, “El violinista…” deja un excelente sabor de boca a quien se acerque a degustarla. Conforme avanza la narración, el espectador se introduce y queda atrapado sin remedio entre los bailes, cantos y congojas de los habitantes de Anatevka, y queda hechizado con la encantadora personalidad de Teyve, hombre rudo y tradicional donde los haya, pero con un gran corazón y un gran sentido común. Topol hace uno de los mejores papeles de su carrera, por el que ganó un bien merecido globo de oro.

Sin embargo, entre canción y canción, Jewison aprovecha para colar los inevitables pogromos y la sempiterna diáspora judía, sucesos tristemente relacionados con el pueblo elegido cada vez que sale en pantalla. Nos recuerda que los judíos siempre se han visto obligados al exilio y al castigo de los poderosos, en este caso del Zar, en medio de unos conflictos emergentes que hicieron tambalear su mundo ortodoxo para crear los cimientos de un cambio de ciclo en las formas de pensamiento, lo que vino a ser el germen de la Revolución Rusa. La introducción en el filme de ese inconformismo general se hace más notoria en el segundo entreacto, precisamente donde se pierde algo del excelente ritmo que se disfrutaba en el primero.

A pesar de los inevitables problemas étnicos que el pueblo judío padece en casi todas las películas de temática similar, el mensaje de la cinta de Jewison no pretende ser triste, ni provocar la lágrima fácil, ni la pena. “El violinista…” no es recordada por eso, sino por sus excelentes interpretaciones y, sobre todo, su cuidada banda sonora, en la que se incluyen grandes canciones como “Tradition”, y la conocidísima “If I were a rich man”, que todo el mundo ha cantado o ha escuchado alguna vez.

Quizás un tanto extensa, pero muy recomendable para todo el que busque una película que le produzca buenas sensaciones.
Richy
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10 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico musical para no pederse, con contenido que trasciende mucho más allá de sus partituras y sus bailes, y temas que siguen siendo muy actuales, a pesar del año en que se estrenó y la época en la que está ambientada.

Magnífico reparto, encabezado por un colosal Topol (un actor israelí que aquí hizo lo mejor de su carrera con diferencia), fotografía excelente y música inolvidable.

Y es que, si yo fuera rico, trataría de hacer películas tan buenas como ésta.
davinsuper
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22 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un pueblo ucraniano de principios del siglo XX, la pequeña comunidad judía convive tranquilamente con la ortodoxa bajo la opresora Rusia zarina. Pero el infortunio general y los precipitados acontecimientos que empezarán a cambiar el país no son problema para el campesino Teyve (Topol) más preocupado en hacer casar a las tres mayores de sus cinco hijas con quiénes merecen corresponder.

Basada en una obra escrita por Sholem Aleijem en 1894 y después adaptada al teatro por Joseph Stein con gran acogida en Broadway en 1964, el canadiense Norman Jewison la adaptó con gran éxito en el cine alcanzando la popularidad del musical y más en su inmortalizado tema principal: “If I were a richman” (Si yo fuera rico) y a su principal protagonista, el actor israelí Chaim Topol, muy conocido en su país y que a nivel internacional solo se le ha visto protagonizar papeles secundarios como en la cinta de James Bond “Solo para tus Ojos” (For Your Eyes Only, 1981) de John Glenn.

Un musical bien recreado que cuenta, como curiosidad entre el reparto a Paul Michael Glaser, futuro agente Starsky en la famosa serie “Starsky y Hutch”. La película ganó tres Oscar (banda sonora, sonido y fotografía) de las ocho nominaciones a las que competía. Solo dos años más tarde, Jewison dirigiría otro musical de Broadway no exento de polémica como “Jesucristo Superstar” (1973).
Natxo Borràs
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25 de mayo de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película maravillosa, una joya del cine de todos los tiempos, un deleite para los sentidos. Es un hermoso musical que fue dirigido en 1971 por Norman Jewison, quien dos años después saltó a la fama con su “Jesucristo Superestrella”. La historia de “El violinista en el tejado” está ambientada en Ucrania, a principios del siglo XX, y gira en torno a una comunidad judía, la cual sufre la deportación por parte de los incipientes comunistas. En particular se centra en una familia pobre compuesta por los padres y tres hermosas hijas. Tevye, el padre, es un simpático lechero, el cual con la ayuda de una casamentera pretende casar con buenos partidos a sus hijas. Pero como suele suceder en los asuntos del corazón, las cosas no siempre salen como los padres quieren. En su obcecación, Tevye comete varias torpezas buscando a los candidatos para yernos, y en su frustración le reclama a Dios, aunque eso sí, al ritmo de una buena canción. Las hijas, por su parte, aunque están muy arraigadas a sus tradiciones, son una camada que pertenece a la nueva generación, así que ven un horizonte muy amplio en esto de conseguir marido, tan amplio que sin saberlo escogen proyectos de vida que trascenderán su tiempo, lugar y cultura.

“El violinista en el tejado” tiene momentos sublimes e inmortales de la cinematografía mundial. Topol, el actor que interpreta a Tevye, está maravilloso en su papel; todas las escenas en las que baila y canta son fenomenales, en especial con la canción: “Si yo fuera rico”; y es que Tevye es un ícono no sólo del cine, sino del arte en general, pues es un personaje que contagia con su entusiasmo y sobre todo porque celebra la vida al compás del violín, y ¡que violín…! Nada menos que el de Isaac Stern. También los cantos de las tres hijas y sus prometidos son muy buenos, así como los bailes de los cosacos, y… todo, la obra entera es una verdadera maravilla.

La cinta fue nominada a ocho premios Óscar, incluyendo mejor película, director y actor (éste para Topol), pero injustamente sólo ganó tres: fotografía, sonido y adaptación musical. Sin embargo, sí se llevó el Globo de Oro en la categoría principal. Pero quien guste este tipo de películas, al ver “El violinista en el tejado” se dará cuenta de que quien sale premiado con esta obra es realmente el espectador.
Angel Sanabria
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