Las horas del verano

Está claro que el cine francés ha alcanzado un nivel de prestigio que hace que cualquier película que lleve consigo esta etiqueta tenga un plus de credibilidad del que otras cinematografías carecen. Solo así se puede entender que lleguen a nuestras pantallas películas como “Las horas del verano”, producto innegablemente de encargo que ofrece hora y media larga de cine anodino y escaso de ideas. Olivier Assayas toma como punto de partida el fallecimiento de una mujer y la gestión de los bienes de esta que han de llevar a cabo sus tres hijos herederos, para reflexionar sobre el sentimiento de pérdida y el valor de los objetos entendidos como obras de arte en una sociedad cada vez menos preparada para apreciar el legado de nuestros antepasados. El objetivo es de agradecer, el problema es que la película es tan plana, tan contenida y a ratos tan absurda que acaba echando por tierra todos los buenos propósitos que a priori prometía.

Tampoco el trío protagonista pone mucho de su parte para intentar levantar el nivel, en especial una Juliette Binoche (por cierto, que alguien la convenza para que vuelva a su color de pelo natural, por favor) a la que recordamos mucho más inspirada en bastantes ocasiones y que deambula por la pantalla dando la impresión de no acabar de tomarse en serio un personaje al que parece que nada le pase. Y esa es la mejor definición que se pude hacer del film, una película en la que no pasa nada, o bien que lo poco que pasa no llega al espectador que asiste impávido al final de la misma esperando algún acontecimiento que de sentido a lo que acaba de ver.

Lo mejor: su cuidada puesta en escena.

Lo peor: ese “pegote” de final.

La evolución e inquietudes dentro de una familia están bien representadas, además de que su metódico mensaje llega de forma transparente. Todo resulta sencillo, apacible y contado con simpleza. Se percibe el realismo de la propuesta, más bien por las situaciones que se muestran. Y lo que sucede es que, en medio de tanto trastorno emocional en las relaciones familiares, se echa de menos una mayor profundidad en los personajes, pues aunque se desenvuelvan con soltura, parece que solo están para ejercer su rol familiar, dejando la sensación de que se les podía sacar mucho más jugo.
Tanto es así que, por momentos, esta correcta película llegue a caer en la más absoluta ingenuidad.

Tiene algunas virtudes de las buenas cintas, un metraje adecuado y que continuamente suceden cosas, aunque lo que suceda no siempre sea interesante. Assayas nos presenta una historia convincente, no es original en absoluto, pero está bien trazada, por momentos se convierte en una película elegante y sofisticada, aunque hay otros en que se diluye y decae el interés. El cine francés es en general un poco diferente, a veces cuesta definirse sobre si una determinada película es buena o mala, pero muy probablemente, aún sin saberlo de antemano, sin que nadie te lo hubiera dicho, cinco minutos ante la pantalla y lo adivinarías. Sabrías que es francesa.
Tal vez en esta se note menos ese toque, pero los diálogos hacen referencia continuamente a Francia o a algo francés, no digo yo que eso sea malo, ellos cuidan lo suyo y su forma de hacer las cosas. Sin embargo cuando nos habla de sentimientos o sensaciones, estos sí que son universales, es aquí cuando Assayas consigue los mejores momentos. Como es la vida, algo que para una persona lo es todo, se convierte para sus hijos en algo solo material, ligado en lo sentimental mas como un cariño hacia la madre que como algo que de verdad se siente. Si hablamos ya de la tercera generación, estos lo verán solo como algo a utilizar o de lo que disfrutar.
Una lectura podemos asimilar de todo ello, disfruta de la vida y de las cosas que te da mientras puedas, no destruyas o perjudiques a nadie voluntariamente, pero tampoco te sacrifiques en demasía por dejar un legado importante a tus descendientes. Ellos probablemente no lo valoraran, estarán ocupados con su vida, no es culpa de ellos, simplemente es así.

Francisco Delgado. Todos los estrenos de 2008. Ediciones JC:
Película filmada con parsimonia, siempre desde la óptica de la contemplación, con ritmo sosegado y escéptico, demasiado lejano.
La película termina resultando muy abstracta para el espectador, muy lejana de su sensibilidad. Este ejercicio de narrar y no contar nada parece mas de moda que nunca.
Assayas se marca un film academicista, contemplativo, donde la presencia de mi idolatrada Juliette Binoche...no es suficiente para levantar el bostezo continuo de esta película tan aburrida.

José Enrique Monterde. Cahiers du Cinema. Noviembre 2008:
Se trata... de testimoniar (¿nostálgicamente?) la desaparición de un mundo. Los objetos de la casa...no son meros objetos artísticos, tal como serán vistos en el museo tras su enajenación, sino objetos vividos.
Relaciones cine-museo decantadas hacia la reflexión museográfica, con especial relieve en la magistrales secuencias del peritaje de la colección y de la visita de Fréderic y su esposa al museo (de Orsay).
Tras el clasicismo de una tan tranquila como sutil y chejoviana puesta en escena, Assayas podría estar proponiéndonos una reflexión más profunda. La decadencia de una clase, de una cultura, de una familia o de una forma de vida, de todo un país: Francia.

Rober:
El espectador cinéfilo disfruta con este film academicista y contemplativo. Las escenas en las que la criada visita la casa por última vez, las escenas de peritaje y las de la visita final al museo, están magistralmemte filmadas, acompañadas con una música excelente, sensible y motivante. Es la contemplación de una obra de arte. Simplemente. Kubrick estaría muy de acuerdo

En Las Horas del Verano los protagonistas silenciosos son los objetos cotidianos que acompañan durante la vida a tres generaciones y las relaciones que éstos establecen con aquéllos. Objetos que más allá de su valor mercantilista, son valiosos por estar llenos de significados y evocar retazos de vida: la escultura rota guardada en una bolsa de plástico, la bandeja de plata en forma de hoja que sirve para resguardarse de la lluvia, el jarrón de burbujas... objetos llenos de historias y anécdotas que palidecen cuando se arrancan de su contexto, la casa familiar, y se exhiben como frías mercancías.