La lavandería

Soderbergh ataca de nuevo a los problemas sociales que le han funcionado de mejor o peor modo a lo largo de su carrera como fue "traffic"(200) "Erin Brockovich"(2000) o "el soplón"(2009).
Esta vez nos sorprende con lo que hay y como funcionan las empresas tapadera que se ocultan en paraísos fiscales. Lo hace de modo instructivo, mostrándonos explicaciones incluso acompañadas de animación, con un caso que protagoniza Meryl Streep para hacerlo mas cercano y mostrando la vulnerabilidad que todos podríamos estar expuestos a estas repercusiones, y con los papeles interpretados por Gary Oldman y Antonio Banderas se encargan de contarnos la historia directamente con frivolidad a modo incluso caricaturesco, para que la barbaridad que nos cuentan sea mas soportable y apenas nos de tiempo a la reflexión.

Descubro con esta entrega que le había perdido la pista a Soderbergh y uno ya no sabe si sus anuncios de retirada son o no son. Me he perdido sus últimas cuatro entregas de su prolífica, ecléctica y desigual filmografía. Treinta una películas en 35 años de profesión no está nada mal, aunque no sea oro todo lo que reluce como la que nos ocupa.

La cosa tendría su gracia si el tema no fuera tan serio. La mayoría del dinero que circula por el mundo no es real, ni tiene una correspondencia real con nada tangible. Es humo que se compra y se vende dando pingûes beneficios a unos pocos en detrimento del noventa por ciento de los mortales, la base social, los ciudadanos, el pueblo o como queramos llamarnos aquellos que bastante tenemos con sobrevivir. Los gobernantes lo saben y no solo eso sino que lo promueven y lo utilizan. Y todo hijo de vecino que acumule un "capitalito" respetable se ve tentado en mirar para otro lado cuando lo deja en manos de manipuladores que lo escamotean en sitios nada respetables. Almodovar se disculpa, Imanol no sabía..., todos lo hacen..., son las excusas de turno del que más y el que menos cuando te han pillado con el carrito del helao. Y no hay solución.

El que parece que se lo toma a broma, incluso con cinismo ya que en un momento dado pone en boca de los abogados afincados en Panamá, Mossack y Fonseca, que interpretan con desparpajo Oldman y Banderas, el hecho de que el propio director y su guionista también utilizan sociedades offshore. Su intento de denuncia bienintencionado se diluye en una narración parcelada que más que unir disgrega el asunto y embarulla el mensaje al espectador medio que no acaba por saber si la cosa es para llorar o reir. La Streep impulsa el proyecto con su presencia y va a lo suyo: sacar el máximo de cada personaje que interpreta. Ha quedado encantada con el trato, faltaría más, que le ha dispensado Soderbergh y ya han hecho otra peli juntos. Y a vivir que son dos días.

cineziete.wordpress.com

Mucho muy buena. Esclarecedora y reveladora, para los que no entendíamos muy bien el tema de los "Panamá Papers". Las actuaciones son formidables y es tan verídica que asusta. Me quedaron ganas de vomitar después de verla... El mundo esta lleno de corderos y de lobos...
Obviamente los defensores de la fe neo-liberal o libertaria, van a opinar con liviandad y a soslayar lo terrible de este cáncer que acosa a las democracias, pero no hay duda de que es el gran talón de Aquiles para los pueblos...

Una hora después, en la misma Sala Dársena, fue el turno de la segunda de las producciones americanas de Netflix que competían en Sección Oficial. Una revisitación en tono juguetón de hechos reales que parecía ser un vehículo más de lucimiento académico para Meryl Streep, y un peldaño más en la dilatada carrera de ese atractivo realizador que lleva años jubilándose llamado Steven Soderbergh. La película es The laundromat-Dinero sucio, que narra los controvertidos hechos reales de los Papeles de Panamá. Paraísos fiscales, sociedades fantasmas, fraude y especulación, todo ello destapado gracias a la insistencia de una individua que expondrá los misterios opacos de una sociedad de abogados ante los medios. Streep, Oldman y Antonio Banderas se divierten en un experimento cómico que combina grafismos, saltos temporales, didactismo socarrón, episodios en paralelo, ficcionalizaciones de sucesos reales y rupturas de la cuarta pared en un relato de múltiples capas que aboga al máximo por entretener mientras disecciona con acidez un espeso panorama de buitres y de estafas piramidales. Buenas interpretaciones y estilo en la realización de Soderbergh, que filma de manera plana en la fotografía pero dinámica en el montaje y en el tono. Un filme disfrutable, con dosis apreciables de mala baba y mucho subtexto para pensar tras la superficie. Lo cual no quita que hablemos de una película ligera y superficial, dispersa entre algunos episodios insípidos. Tan grata como olvidable a medio plazo.

La película quiere ser una comedia. Pero también quiere ser un documental. Pero también quiere ser didáctica. Pero también quiere poner chistes inteligentes. Pero también quiere poner datos y cifras. Pero también quiere hacer chistes totalmente digeribles. Y es en toda esta mezcla que termina por dar un golpe que no lastima ni duele. Cierto que su intención es mostrar unos de los centros de estafa más importantes conocidos, eso está clarísimo, pero la forma en que lo cuenta es tan camaleónica y sobrecargada que a mi gusto pierde la potencia que necesita una noticia como esta. Eso sí, Gary Oldman está magnífico.