Al otro lado del mundo

Al ver esta película, me queda claro que, después de Robert de Niro, Edward Norton es el más grande, elegante e inteligente actor que existe. Y su voz.
La película me parece estupenda y la música te atrapa y te lleva hacia los personajes y su drama.

Estamos ante una bonita historia de amor. De un amor escasamente retratado en los últimos tiempos en el cine, más tendente al arrebato pasional, casi puramente físico. Es un amor que se va cociendo poco a poco, cuando se van descubriendo en el otro cualidades a las que no habíamos prestado atención, cualidades que no sospechamos que pudieran atraernos, pero que, y esa es la grandeza del amor, van conquistando nuestro ser. La historia la hacen creible dos estupendos actores como Edward Norton y Naomi Watts, y la banda sonora nos atrapa desde el primer instante. Quizá se le pueda achacar un final previsible, pero la sensación final que se te queda es la de haber presenciado una clásica historia de amor, con sus decepciones, sus fracasos, sus castigos, su respeto, su cariño, su consolidación.

En su día ya me llamó la atención, el estreno de esta película presagiaba grandes expectativas. Siempre tengo buenas sensaciones ante determinadas películas, y ésta me atraía sobremanera. Confieso que, finalizada la proyección, he vuelto a tener las sensaciones de cuando te encuentras ante una película con entidad. La obra no es perfecta, tiene defectos, pero la perfección del guión siempre marca el destino final de una película. El director, John Curran realiza un notable trabajo de dirección, sabe manejar el tempo de las escenas, las pausas, los silencios. Algunos paisajes de la película son verdaderamente espectaculares y la fotografía los sabe plasmar a la perfección.
Y luego está Naomi Watts, que vuelve a completar una interpretación magistral. Los registros interpretativos de esta actriz no parecen conocer límites, nadie en el cine actual sabe transmitir esa amalgama de matices en su interpretación. Nos encontramos posiblemente ante la mejor actriz de su generación. Contemplar la intensidad de sus trabajos produce una sensación de agradable plenitud espiritual. Su forma de llorar ante la cámara merecería el mejor artículo escrito por el mejor escritor del mundo, así que váyanse animando.
Esta es la idea básica de la película, tan simple y compleja a la vez, tan real como la vida misma, tan universal, tan HUMANA, tan bella.

Hace años leí el libro, me gustó la historia aunque le faltaba algo, un no se qué para ser una historia más interesante. En esta película la adaptación me parece un acierto, han conservado los personajes principales y la trama básica para mantener el hilo narrativo intacto pero han añadido elementos del conflicto nacionalista, imagenes del cólera que en el libro pasaron por alto, han ahondado en los sentimientos y en el hecho de que los personajes pueden cambiar, que no son de cartón y tienen fallos y aciertos. La fotografia es hermosa, como es de esperar en estas películas, por lo que no aporta nada nuevo. Quizás lo más destacable es Edward Norton que realmente da vida al Walter Fane del libro, ese ser atormentado y enamorado que quiere venganza pero se siente culpable por sentirse así, que es dulce y duro a la vez, que es muy real y muy humano y hace que la historia resulte viva.

Buena historia, aunque de excesivo metraje,para hablarnos del perdón y olvido en los matrimonios. De todas formas, es una buena reflexión para estos tiempos de crisis, donde el amor llega y se va de cualquier manera.
Excelente guión, y unos actores que de pronto nos dan la sensación de habitar ellos mismos en sus propios pecados. Con una remebranza a tiempos difíciles en la China y otras regiones cercanas, este amor en los tiempos del cólera, bien puede darse en el siglo XXI.