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Detrás de un vidrio oscuro

Drama Durante un hermoso verano, un escritor, siempre demasiado ocupado y de temperamento frío y distante, va a pasar unos días con sus hijos, un adolescente y una joven con problemas mentales, que está casada con un médico que la cuida con gran ternura. Su estancia en la isla donde viven sus hijos desencadena una crisis que los afecta a todos, pero especialmente a él, porque toma conciencia de su incapacidad para darle a su familia lo que espera de él. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
24 de junio de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convivir en familia, con la armonía y la salud, a partir y de miedos y desequilibrios se crean personajes definidos en el aislamiento natural, en la aparente tranquilidad del apartamiento urbano, el apoyo y el amor, la compasión y las necesidades, nostalgia y promesas van pasando al reclamo y al lamento, en esta ocasión Bergman no recurre a personajes que necesiten ese comportamiento ultradramático, pero se los va otorgando poco a poco, sí que aparece, como siempre, la vida y el arte, el sacrificio del compromiso familiar por la escritura, "Como en un espejo" invita a contemplar y meditar sin agresividad, sino desde el cariño y la tristeza.

¿En qué piensan los indefensos? Quedan expuestos mediante susurros, esta vez la enfermedad no trae gritos, a sus miedos íntimos que comparten entre la inspiración y el fracaso, la certeza de la miseria queda plasmada en la curiosidad por estudiar la degradación de la hija, se confiesan, el médico se pasa todo el trayecto buscando un beso apasionado, cada uno en una fase sexual diferente, todos enjaulados, todos hablas de sus obsesiones.

En cuanto a la enfermedad, no recurre a las alucinaciones ni al surrealismo mental, más bien imagina a un paciente con sensaciones y voces que busca respuestas en el cielo, abre las puertas del desequilibrio y fusiona sueños y realidad, de un mundo a otro, investigarla es entenderla, pero es de insensible, su fe genera dudas, todos son personajes vacíos a los que se les plantea si pueden controlar sus pensamientos más íntimos para caer en lo grotesco, el tormento del transtorno emocional cae sobre todos, pero gira en torno a la evolución irreversible, aunque de avance extraordinariamente rápido, con escenarios que reflejan tales situaciones, como un cuarto abandonado o el barco embarrancado.

Pues eso es la esquizofrenia, en esa época se empieza a conocer y a tratar con medicamentos, una especie de odio, una voz que domina y cosas peores, mucho peores, que recaen sobre su hermano, no se puede resistir ni escapar, estar obligado a entenderlo y padecerlo, el otro lado del espejo es la enfermedad, es la culpabilidad, crear un círculo mágico y huir para que la vida no lo rompa, por tanto, quién vive en el mundo real?, la realidad se agrieta y entonces todo es posible, el humano debe agarrarse a algo, a Dios?, al amor de cualquier tipo?...
stikma
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21 de julio de 2015
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No somos pocos los que nos posicionamos en contra del cine de Bergman, no es poco consuelo observar que detrás de esta historia de cuatro suecos raritos hay cierta opinión en contra. Parece ser que los rollos existenciales gustan, en concreto los rollos existenciales de Bergman. A mí no. Lo tengo muy visto ya y suele dejarme frito aunque como en esta ocasión su película se vaya a menos de noventa minutos. Eso da igual porque igualmente es aburrido, cansino, arrítmico y hasta diría que previsible. Alguna vez, como aquellas escenas del matrimonio y en alguna otra ocasión, Bergman me ha gustado, pero cuando se mira adentro y se encuentra vacío y grita por culpa del silencio de Dios me parece de lo más aburrido.

Ella está tarada, diagnosticada, enferma. El padre es un egoísta que, atención, confiesa que se quiso suicidar y el coche con el que iba a tirarse por un precipicio se estropea y se queda a puntito de caer. El hermano es un salido que dice haber escrito quince (o más) obras de teatro y una ópera ese verano. Y el marido es un apocopado que sólo habla de amor pero como el resto, soso y aburrido. Vaya cuatro... de ahí sale lo que sale.

Falta pasión, falta mala leche, sangre, ritmo y entretenimiento real. Bergman hacía su cine y ahí están sus adoradores, enhorabuena a sus seguidores porque hizo unas cuantas de este tipo. Yo no me divierto con estas cosas.
Luisito
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12 de octubre de 2019
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de la etapa intermedia de Ingmar Bergman, en la que queda claro que ya ha madurado del todo su mundo seco, cerrado, extraordinariamente rico y pleno de angustias existenciales y pesimismo, por el que siempre será conocido. Sus ingredientes son: un mínimo contingente de su habitual plantilla de estupendos actores (sólo cuatro personajes se dejan ver en todo el metraje), la impresionante fotografía de Sven Nykvist y un rico guion de fondo teatral (huele a Chejov y Strindberg), pero convertido en película magníficamente planificada. Creo que en esta página hay excelentes comentarios sobre su fondo y no cabe añadir nada a ello. Lo que me llama la atención son las críticas alegremente denigratorias de los que, además, confiesan no haber entendido nada (ni parece que aspiren a hacerlo), un modelo de comentario que se prodiga no solo en esta sino en película similares.
En cierta forma, es lógico que haya comentaristas amateur que reaccionen con hostilidad ante productos de gran sensibilidad intelectual como los de Bergman, porque, para los menos flexibles, su visionado debe de ser como recibir un insulto, algo así como una indeseada ducha de sutileza que deja en evidencia la simplicidad y el pragmatismo para los que están adiestrados por el cine comercial.
Y es lícito, sin duda, sentirse desconcertado y superado por mensajes complejos, en los que ni siquiera sabemos distinguir qué parte es sabia y razonable y qué parte es vanidad y capricho. Lo ridículo es la reacción de esos que, lejos de toda reflexión y de toda humildad, proclaman a bombo y platillo que lo que ellos no entienden es que no tiene pies ni cabeza, lo que a ellos les aburre es que es un bodrio, lo que a ellos les supera es que es pretencioso, y que quien diga lo contrario les está llamando tontos.
Y qué graciosos se ponen cuando claman “¡lenta, lenta!” (¿no será que te están hablando en un nivel más profundo del que tú te empeñas en escuchar y por eso no sientes el ritmo?), “sobrevalorada” (¿no sobrevalorarás tú tu capacidad de crítica ecuánime?), vacía (sí, el compartimento de los impactos y giros sensacionalistas está vacío, pero ¿has mirado en otra parte?), insustancial (claro, si tiras el plátano y te limitas a chupar la cáscara, no hallarás gran sustancia).
En definitiva, el factor recepción también cuenta en una película: una cosa es que sea una obra pretenciosa (que las hay y Bergman no está libre de ello) y otra que uno no esté preparado para recibirla o no lo haya hecho con la actitud adecuada. Recibir mensajes también es un trabajo, pues solo el que aspira a manipularte te lo da todo mascado. Y el que clama contra la obra intelectual no es que sea necesariamente bobo, es que pretende que vivamos todos en un mundo de bobería, simplismo y conformidad.
Capitan Ahab
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22 de agosto de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi escena favorita de Bergman está en Säsom i en spegel (Como en un espejo, 1961). La protagonista, Karin (interpretada maravillosamente por Harriet Anderson. Las actrices de Bergman merecen un monumento, sobre todo Ingrid Thulin y Liv Ullmann) se pasa la película hablando con un dios al que adora pero que le ignora. Su marido, su padre y su hermano, los otros tres personajes de la película, tratan en vano de que su enfermedad sea más llevadera. Pero cuando tienen que recurrir a una ambulancia y, por encontrarse todos en una isla, acuden a socorrerla en helicóptero, me quedé absorto. Es la ciencia la que baja de los cielos cuando la chica imploraba a dios. ¿Es que dios no existe y debemos confiar en los psiquiatras? ¿Dios se presenta en forma de helicóptero? El tema de la isla también da para mucho. No son pocas las películas de Bergman en la que los personajes se encuentran en un pedazo de tierra acorralados por el agua. Y en una isla, la de Farö, murió el director.
Dersu Uzala
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2 de febrero de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cuatro personajes de esta película sugieren pensar en un cuarteto de cámara. Las escasas intervenciones sonoras de la música se apoyan sobre la profunda e insondable “Suite nº 2 en re menor para Violonchelo” de Johan Sebastian Bach. Diríase que el film está concebido y ejecutado como una obra de cámara (por ejemplo para chelo, piano y dos violines), en la que el escritor atormentado David (Gunnar Björnstrand) sería el chelo, el inquieto yerno, Martin (Max Von Sydow) el piano, y los hermanos Karin (Harriet Anderson) y Fredrick (Lars Passgard) los dos violines, encargados de provocar la respuesta de las sonoridades graves del chelo o de despertar la necesidad de las intervenciones íntimas del piano.

El escenario donde tiene lugar el concierto es en un gran caserón, situado en medio de ninguna parte, en una isla escarpada y salvaje que responde al nombre de Farö, muy estimada y recurrente por el cineasta. Allí están reunidos los personajes, David, el padre, más interesado por su obra artística que por sus obligaciones paternas; su hijo Fredrick inquieto e impulsivo, que desea una comunicación que el padre rehúye; su hija Karin, una enferma mental incurable que no encuentra apoyo real en ninguno de los tres hombres que la rodean, el cuarto personaje es Martin, preocupado por la enfermedad de su esposa.

Con frecuencia se comete el error de conceder a Karin el protagonismo exclusivo del film (tal vez porque su conflicto es el más evidente y doloroso físicamente), su esquizofrenia le lleva a sentirse poseída por un ser superior y maligno; pero la falta de apoyo humano no es una exclusiva del personaje femenino: es la misma carencia que padecen los tres personajes masculinos, la incomunicación. Según escribió el cineasta en sus memorias, las inquietudes de David, son autobiográficas de Bergman durante una estancia en Suiza. Pero hay otro elemento que vincula al film con un cierto aire de terror, pues lo puede provocar un Dios visto como un ser destructor y monstruoso, quizá influido por la falta de fe del propio Bergman

Profundamente pesimista, grave, sombría, escueta “Como en un espejo”, que ganó el Oscar ese año 1961 a la mejor película de habla no inglesa o extranjera, propone un nuevo ejercicio de estilo, una puesta en escena fatigosa, un extraño jeroglífico por resolver, es el primero de una trilogía que abarcaría igualmente a “Los comulgantes” (1962) y “El silencio” (1963): de la esperanza a la ausencia de Dios. Tres de los grandes films rodados por Bergman durante los años sesenta.
Antonio Morales
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