El hombre pacífico

Notable western con altas dosis de melodrama que, sin ser una película imprescindible, atrapará a los fans del género.

Si hay algo que haga subir enteros a este filme es, sin duda alguna, el trabajo de unos magníficos Rod Steiger y Ernest Borgnine, que compensan con creces las carencias interpretativas del siempre mediocre Glenn Ford.

Muy recomendable para los amantes del cine clásico.

Jubal es un western entretenido y agradable de uno de los mejores directores del género, Delmer Daves, aunque no se encuentra a la altura de sus grandes Obras como El árbol del Ahorcado o El tren de las 3.10. Contiene una estructura de melodrama casi shakesperiano al igual que Otelo con celos e infidelidades como telón de fondo. Después de una media hora inicial brillante, baja algo el nivel con la aparición de la comunidad religiosa que desprende un tono muy moralizante y la tendencia a la sobreactuación del personaje de Rod Steiger. Glenn Ford convence de nuevo como ese vaquero austero y desarraigado del cual desconocemos su pasado. Sorprendente Valerie French, en un rol de mujer sensual y reprimida que desencadena toda la tragedia. Ernest Borgnine, compone un papel bonachón, alejado de sus malos característicos. Por último, destacar las excelentes localizaciones con los paisajes y montañas de Montana, subrayados por una fotografía luminosa en exteriores.

El gato montés versus El buen pastor.
La primera parte es magnífica porque se dedica a explicar las motivaciones de los personajes con un detenimiento poco habitual en estos casos, especialmente Mae (veintitrés y no veintidós o veinticuatro, las apuntaba las proposiciones, se ve, como muescas, esperando a que llegara el príncipe azul o gran potentado que la sacara de pobre y, claro, Ernest Borgnine no lo era, ella no imaginaba esa soledad y esa rudeza y ese gran aburrimiento y buscaba o quería más emociones y grandes pasiones y espectáculo o entretenimiento y se podría llegar a acostar con casi cualquiera para matar el tiempo y disimular el fracaso), y también de él, y a definirlos, mucho, a todos, a adjetivarlos varias veces, este es así y el otro es aquel o tal cual y, gran regalo inesperado, aparece o sale el tito Bronson jovencito un poco después y la ya citada pérfida mujer pecadora de la pradera* está muy bien en varios sentidos, lo borda como manzana tentadora prohibida, en general sorprende esta obra por lo delineados que están los tipos o arquetipos, pero en la segunda o más final flojea porque lo lleva al estrambote y más al melodrama o folletín y, sobre todo, le da demasiado protagonismo e importancia al malote que es/está horroroso, Steiger es un gran actor, pero se pasa y resulta insufrible observar sus manejos extremos, sus peroratas interminable, sus tics y ademanes, excesivamente revirado y pantagruélico y patrañuelo y tan poco convincente y desmadrado histérico ese despilegue maléfico, y Borgnine pasa de terriblemente confiado y razonable a loco de atar demasiado salvaje precipitadamente.
Y el remate, pese a ser coherente y previsible, no hay otro, es un poco de chiste en el modo, como que les entraron las prisas y la liaron.

Magnífico western dirigido magistralmente por todo un experto del género como Delmer Daves (“Flecha Rota, 1950, “Tambores de guerra”, 1954, “Yuma”, 1954), etc., etc.). Daves acierta al conducir con mano sabia, tempo perfecto e intriga y suspense hasta el final, este western de vaqueros, amistad, amores intensos y celos infundados.

En la cinta Jubal (Ford) es un vaquero intachable que acepta el trabajo que le ofrece un terrateniente (Borgine), lo cual que acaba nombrándolo capataz de su rancho.

Jubal no se deja tentar por las insinuaciones y el atractivo de la mujer de su jefe, pero acabará siendo acusado por su enemigo principal dentro del rancho (Steiger) y en un intercambio de disparos con el ranchero que se siente engañado, Jubal acaba matándolo. Al final todo se aclarará: “La verdad ante todo”, exclama Jubal.

Sólido western, que necesariamente remite al Otelo de Shakespeare, Rod Steiger desempeña el papel de Yago. Es una película muy entretenida, por momentos asfixiante con un Jubal que huye de las tentaciones de la señora del granjero y que finalmente encontrará el amor en una muchacha que pasaba por allí.

De los muchos westerns de Daves, este es probablemente su obra cimera, un filme que representa como ninguna de nuestro director, su apasionada manera de entender el cine, propia de los artesanos clásicos.

El guion de Delmer Daves y Russell S. Hughes (adaptación de la novela de Paul Wellman) está lleno de vida, de experiencia de intensidad emocional, de aspectos psicológicos y un centramiento más en el estudio de los personajes que en la acción. El resto lo pone el oficio y el bien hacer de Daves.

El reparto es de antología sobresaliendo unos excelentes trabajos de Ernest Borgine como ranchero jefe y hombre vehemente pero corto de entendimiento; Glenn Ford estupendo como capataz bueno; Rod Steiger perfecto como sujeto envidioso y calumniador; o un Charles Bronson joven y muy resultón en su rol de amigo incondicional. Entre las mujeres destacan sobre todo el gran papel de la bella actriz británica Valerie French y una Felicia Farr muy mona y que cumple muy bien enamorando a Ford.

Música maravillosa de David Raksin que envuelve el relato con las notas precisas: con temas idílicos (movimientos del ganado), de aires country (paisaje) y dramáticos o valses de baile. Una asombrosamente bella fotografía de Charles Lawton Jr. que se recrea en la descripción de un paisaje radiante, que muestra en planos de gran profundidad bosques y montañas, haciendo frecuente uso de encuadres de proximidad, de gran fuerza expresiva.

Película, en suma, muy aconsejable para el cinéfilo, más aún si es amante del western, en este caso un western pasional.

Me ha gustado mucho. Es la segunda vez que la veo. Todos los tópicos de una película de este género conviven en ella.
Glen Ford como siempre está magnífico. También Borgnine (sobre todo en la segunda parte), pero no tanto Steiger, que le he viso en mejores películas. Está soso, sin alma, fuera de sus registros más certeros, que son aquellos que le acercan al histrionismo, a la marginalidad, a la rareza. No era un actor para hacer papeles de hombre corriente.
Un tratamiento muy cercano a los melodramas de celos y venganza. El resentimiento es el motor de la venganza.
El arquetipo de Western perfecto. Varios tópicos del género se nos muestran, aunque de manera algo fría y desinteresada.