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House of Cards (Serie de TV)

Serie de TV. Drama. Thriller Serie de TV (2013-2018). 6 temporadas. 73 episodios. El implacable y manipulador congresista Francis Underwood (Kevin Spacey), con la complicidad de su calculadora mujer (Robin Wright), maneja con gran destreza los hilos de poder en Washington. Su intención es ocupar la Secretaría de Estado del nuevo gobierno. Sabe muy bien que los medios de comunicación son vitales para conseguir su propósito, por lo que decide convertirse en la ... [+]
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
30 de julio de 2013
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Serie bien pensada, mejor planteada y excelentemente ejecutada sobre las cloacas de la política. Un guión compejo y serio que destapa y describe a la perfección -suponemos- los tejemanejes de los políticos más influyentes en la capital del mundo, con un Kevin Spacey de maestro de ceremonias que lleva la trama a su antojo mientras vemos cómo nos hace pequeñas confidencias sobre sus planes y su código moral -o haciendo a veces también los únicos chistes que se permite esta serie de fotografía gris e historia aún más gris-.

Merece la pena resaltar el guión, bien trazado, complicado, adulto, que muestra las miserias de la vida política, y las relaciones personales de los seres que la habitan y pueblan, desde la mujer del congresista protagonista hasta la periodista entrometida y trepa, pasando por colaboradores, amantes, putas o yonkis. Especial mención merece para mí una rescatada Robin Wright (que no estaba haciendo cine de primera línea a paletadas, precisamente) en el que para mí es el mejor papel de la serie. La peor Kate Mara, en el papel de la periodista que se abre de piernas para conseguir ascender en su oficio (en lo que sea que considere "su oficio"), y es que me parece que no da el perfil (aunque parece ser que a Fincher le van estas dos hermanas Mara... desconozco el porqué).

Lo peor de la serie puede que sea su "exceso de inteligencia". Me explico: la trama a veces se hace tan compleja, intentando describir los planes de Kevin Spacey para lograr su objetivo (joder a miembros influyentes de su partido para llegar a ser Secretario de Estado) que llega un punto en que no sabes muy bien ni para qué hace lo que hace en cada capítulo. Y no porque el espectador tenga dificultades para seguir la trama (que a veces también) sino porque no sabes muy bien si los propios guionistas saben cómo se llega, supuestamente, del punto A, al punto G, pasando por B, C, D... Es decir, no se ve muy bien la concatenación causal de todas sus decisiones y sus actos, a los que asistimos, eso sí, con deleite, ni por qué deberían llevar a un desenlace y no a cualquier otro que los guionistas quisieran. Desde este punto de vista (que será muy personal, y en el que puedo equivocarme, claro) parece que la serie no es en realidad tan inteligente, sino que si suspendes tu "presuposición de sentido", como a mí me ha pasado, no todo tiene lógica. Aún con ello, se agradece que algunas series como ésta alimenten, y no que como muchas otras hacen, traten al espectador como un retrasado.

Se ve así que las verdaderas ratas de la sociedad, como ya suponíamos, llevan trajes de 4.000 dólares.

PD: Por otro lado, y puede que me equivoque también, pero esa idea me genera, es la de la dudosa crítica moral que plantea la serie. Es una crítica esta sobre los inmorales comportamientos de los políticos, empresarios, periodistas... en los juegos de poder. Y sin embargo siguiendo en la serie al casi siempre victorioso congresista, destruyendo a unos, encumbrando a otros, aliándose con quien más conviene a cada momento, etc., y saliendo libre de la quema, parece que concluye en que estos juegos de influencias internos a la política, donde la mierda rebosa por doquier, son los que en realidad hacen "que la democracia funcione". Y eso es peligroso. O cuanto menos complaciente. No en vano asistimos a toda esa inquidad -así se nos hace asistir, simpatizando con estos personajes- con una mezcla de admiración y comprensión. Y hay algo muy sucio -y no sé si incluso añadir "reaccionario"- en ello.
DPD
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2 de julio de 2017
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una muy breve opinión sobre una serie que daría para escribir diez páginas. Exactamente al revés de lo que fue Breaking Bad, que a medida que avanzaba se iba poniendo cada vez mejor hasta terminar en el famoso FeLiNa, esta House of Cards, en su 5ta temporada se ha vuelto pesada y aburrida.
Han tomado como eje la remake del fraude electoral que dejó sin la presidencia a Al Gore en el 2000 por la votación en el estado de Florida. Ese tema no da para una temporada completa. El espectador busca menos intriga palaciega y más acción, que los hechos avancen, que haya consecuencias. Así fue la primera temporada. Y no que dejen mil cabos sueltos para darles sentido en el último capítulo (que todavía no vi, voy por el 8) en el mejor de los casos.
Una decepción, poca creatividad del guionista, muchas ganas de seguir haciendo dinero por parte de los productores parándose en el éxito de las primeras temporadas, pero con un resultado pobre. Tanto en el cine como en la literatura lo más difícil es hacer que parezca fácil. Este no es precisamente el caso.
Otra cuestión: ya el mercado nos ha adoctrinado para que consumamos lo que no necesitamos. ¿También vamos a permitir que nos hagan creer que para disfrutar de una serie hay que ser un experto en cuestiones de política interna y externa de los EE.UU., conocer al milímetro el organigrama de sus instituciones y de su sistema electoral? No me vengan con eso que tengo autoestima suficiente como para no creérmelo. Y además, para el caso me bastó con ver Borgen, donde sin artificios para extender las temporadas cualquier espectador más o menos despierto comprende cómo se juega a la política y a los medios de comunicación en Dinamarca.
Si le puse un 5 fue en compensación por las temporadas 1 y 2. A la última temporada le pondría un 2 y ambos puntos irían para K. Spacey y para R. Wright.
Una pena ver la decadencia de una serie que pintaba bien.
Crotalus
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6 de junio de 2014
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera escena de la serie es toda una declaración de intenciones, el protagonista matando a un perro, sin remordimientos, simplemente porque le molesta. Este es el nivel, seguimos las triquiñuelas y chanchullos de un político tan ambicioso de poder como falto de ética y empatía. Su mujer no es mejor que el.
Tanto Spacey como Wright están tremendos, tendrían que darnos mucho asco sus personajes por su comportamiento, pero el magnetismo que destilan es bestial, nos encontramos en el lado de los malos y nos metemos en su pellejo, casi animándolos y queriendo que se salgan con la suya.
Un único pero, la inocencia del resto de los personajes que nunca se dan cuenta de nada y que no se ven venir a un cabronazo tan descarado.
mohinder
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5 de junio de 2014
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal atractivo de esta serie son las interpretaciones de sus dos protagonsitas: Kevin Spacey y Robin Wright.

La serie comienza con la elección del nuevo presidente (demócrata) de los Estados Unidos. Spacey (Frank Underwood) era un congresista de su partido, un leal trabajador del aparato del partido que ayudó a encumbrar al nuevo presidente actuando como líder de la mayoría en el congreso. Frank tiene tres grandes cualidades: es un intrigante y manipulador nato, es un cínico redomado, y es muy ambicioso. Y de hecho espera que el nuevo presidente le recompense nombrándole secretario de estado (algo así como el ministro de asuntos exteriores).

Pero... en esto de la política son todos unos cabroncetes, el presidente tiene otros compromisos, y el pobre Frank acaba sin su premio. Claro que a cabroncete no hay quine le gane, así que desde ese momento el bueno de Frank empezará a intrigar y moverse entre bambalinas para conseguir sus objetivos y de paso fastidiar un poco a sus enemigos (que desde luego no son los republicanos, sino los miembros de su partido: el nuevo secretario de estado, al jefa de gabinete, el propio presidente,...). Eso si, con elegancia y sin que se note.

Spacey está sencillamente genial. Es un tipo que conoce todos los tejemanejes y trucos sucios de la política, y que no duda en utilizarlos. Él no tiene amigos, sólo aliados, ni tampoco tiene esposa, tiene una socia. Lo más parecido a un amigo que tiene es Freddy, el dueño negro de un minúsculo restaurante especializado en costillas a la barbacoa, un miserable cuchitril que el congresista suele frecuentar.

El personaje de Spacey muestra un cinismo de primera división. Por ejemplo en un momento determinado de la serie, cuando está a punto de conseguir muchos de sus objetivos (eso si dejando una ristra de cadáveres políticos de sus adversarios a sus espaldas) suelta esta cita genial:

“A un paso de la presidencia, y ningún voto emitido con mi nombre. La democracia está muy sobrevalorada.”

El otro gran pilar de la serie es su mujer, Claire, que como ya dije está interpretado por la que fue la princesa prometida, aunque aquí es más bien una bruja, odiosa a la altura de su marido. Fría, dura y calculadora, dirige una especie de fundación benéfica que financia proyectos para llevar agua potable a zonas del tercer mundo... Pero con una serie de este tipo os podréis imaginar que tanto altruismo no es precisamente algo casual y gratuito.

Lejos de la visión ideal –y un poco ingenua- de la política que mostraban series como por ejemplo El ala oeste de la Casa Blanca, aquí lo que se muestra es una verdadera jungla, con intrigas y traiciones de despacho,... y no tan de despacho, porque al bueno del congresista no se le pone nada de por medio para librar sus objetivos y librarse de sus enemigos.

Porque claro, enemigos también tiene, si no sería muy aburrida la cosa. Aunque curiosamente una de sus virtudes es poner de su parte y utilizar precisamente a quien más daño le podría hacer, al menos mientras puedan ser de utilidad para él. Este es el caso de la prensa: Underwood empieza a relacionarse con Zoe, una joven y ambiciosa periodista, que por cierto está interpretada por la hermana de Rooney Mara, la Salander de la versión americana de Los hombres que no amaban a las mujeres, también dirigida por Fincher). Zoe firma una especie de pacto con el diablo y Frank la va encumbrando a base de filtrarle noticias y exclusivas, pero claro, filtra las que le interesan a él para causar el máximo daño posible a quien él quiere.

Sin embargo, para mi gusto la serie tiene un problema: aunque se nota que no han escatimado en gastos y que calidad tiene (para muestra los actores protagonistas), después de 2 temporadas de 13 episodios cada una el ritmo –que tampoco es que fuera trepidante al principio- empieza a ralentizarse, a hacerse cansino.... Y me temo lo peor con la tercera temporada que ya está encargada para 2015. No es que la segunda temporada tenga algo que objetivamente la haga peor que la primera, simplemente es que la prolongación de las cosas cansa: hay historias que se pueden contar de sobra en 13 horas.

Una de las cosas más curiosas de la serie es que usa permanentemente la técnica que los entendidos en estas cosas llaman “romper la cuarta pared”. Es decir, Frank Underwood, en determinadas ocasiones, en medio de la acción, o incluso de un diálogo con otro personaje, mira de frente a la cámara y le habla directamente al espectador... y luego sigue con la escena. Y lo que dice suele ser las mejores frases del guión, verdaderas perlas de sabiduría y cinismo en la que nos muestra como es él y su manera de entender los mecanismos de la política. Para muestra un botón: cuando está asistiendo al discurso de investidura del nuevo presidente, se di dirige al espectador para explicarle esto:

“El poder es como las propiedades, importa la localización, la localización, la localización. Cuanto más cerca estés de la fuente más valdrá tu propiedad. Dentro de unos cuantos siglos, cuando alguien vea esta imagen... ¿a quien verán sonriendo al borde de la foto? A mi.”

Curiosamente tampoco es una historia original: esto es un remake de una miniserie británica de principios de los 90. O más bien de 3 miniseries, o de una serie con 3 temporadas. Y a su vez esta estaba basada en una novela escrita precisamente por un político que fue consejero de Margaret Thatcher y portavoz de su partido en el parlamento, o sea que algo de esto sabría.


Acabando: esta serie no está mal, de hecho es buena, al menos de momento, aunque si queréis un drama/thriller político que cuente las miserias y los tejemanejes oscuros de la política, con un personaje protagonista tan cabrón y magnético como este, yo personalmente os recomiendo mucho más Boss.


<Si te gusta y quieres leer más pásate por: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2014/06/house-of-cards-la-democracia-esta-muy.html>
Seldon
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17 de febrero de 2014
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la primera temporada, pudimos comenzar a ver cómo el matrimonio Underwood (Frank y Claire, Spacey y Wright, respectivamente) iban hurdiendo un maquiavélico entramado para ascender en la Casa Blanca. Para ello, son necesarios todo tipo de recursos: la extorsión, el chantaje, la manipulación e incluso el asesinato. El matrimonio Underwood es el mal en estado puro y no se parará ante nada ni ante nadie, no tiene ningún tipo de escrúpulos, ningún tipo de principios, pasan por encima de cualquier obstáculo que se les ponga delante, y poco a poco van colocando milimétricamente todas las piezas de su complicado castillo de naipes, con el fin de llegar a la carta más alta sin que su obra se desmorone por el camino hacia su implacable ascenso. Lo más inquietante de todo ello es que, como espectadores, vamos asistiendo a este imparable proceso como si estuviéramos viendo un documental del National Geographic, en el que observáramos a cámara lenta cómo una Boa constrictor, con su atractiva coloración, siempre en solitario y siempre por la noche, prepara una emboscada a su presa para luego acabar matándola por constricción hasta estrangularla completamente.

El rostro del mal en esta serie tiene dos caras. Por un lado, la de un "sospechoso habitual", Kevin Spacey, interpretando a Frank Underwood (o Francis, como sólo le llama su esposa, con un tono de los más escalofriante). En mi opinión, éste es el personaje más terrorífico de la carrera de Spacey, mucho más que su Keyser Söze de "Sospechosos habituales" o que su John Doe de "Se7en". Spacey nos lo sirve con una elegancia, una mirada y una voz inquietantemente irónicas, como de alguien que se ha estudiado el manual del arte de la manipulación página por página, convirtiéndose en un ser que podría convencernos de que nos voláramos la tapa de los sesos con sólo unas pocas palabras. Es una persona ambiciosa, culta, experimentada, que conoce todos los mecanismos de la personalidad humana a la perfección y que por ello puede conseguir lo que quiera de las personas, siempre en beneficio propio, parece que no sea capaz de sentir empatía o compasión por nadie. Su arma más letal es su inteligencia. Me encanta cada vez Frank rompe la cuarta pared de la pantalla y se gira hacia la cámara para comentarnos con sorna y sarcasmo lo fácil que es manipular a la gente, a veces nos comenta que lo que acaba de decirle a alguien es todo una sarta de mentiras o simplemente se nos queda mirando, intentando que los espectadores nos convirtamos en cómplices de su maquiavélico plan. De hecho, es sólo en estos momentos en los que se dirige a la cámara cuando vemos al verdadero Frank, sus verdaderas intenciones, pero también su vulnerabilidad.


Pero, Frank no sería el que es sin su esposa, Claire Underwood (maravillosamente interpretada por Robin Wright, quien recientemente ha ganado el Golden Globe a Mejor Actriz Dramática por este papel). Claire es como una gata depredadora, se mueve elegantemente, sale a correr por las noches, largos paseos durante los cuales planea, hurde, trama. Al principio de la serie, parece un personaje más inocente, más vulnerable, que vive a la sombra de su marido, pero Claire es mucho más que todo eso, Claire es la otra cara del miedo, de una belleza abrumadora y una elegancia deslumbrante, pero igualmente voraz, despiadada, infalible, la gran mujer que hay detrás de todo gran hombre. Digamos que la princesa Buttercup de "La princesa prometida" se ha convertido en una reina malvada que hace que Cersei Lannister parezca Bambi a su lado.

Juntos son como Glenn Close y John Malkovich en "Las amistades peligrosas", una pareja de nobles, cuyo mayor poder no es su estatus social, sino unas mentes pensantes que son capaces de cualquier cosa, más allá de lo que un ser humano corriente sería capaz de imaginar. Sus escenas cuando se reencuentran a altas horas de la madrugada en su casa junto a la ventana, compartiendo un cigarrillo, cruzándose pocas pero punzantes palabras, forjando nuevos planes para conquistar el poder, resultan totalmente perturbadoras. Forman un tándem perfecto, sabiendo qué pieza del tablero de ajedrez han de mover en cada momento para terminar tumbando al Rey. Es un matrimonio peligroso, con una relación casi enfermiza, a veces tienes las sensación de que se quieren, otras de que se detestan, pero siempre te das cuenta de que se comprenden a la perfección, porque ambos comparten un mismo propósito: llegar a conquistar el trono del poder. Está claro que Frank quiere llegar a ser el Presidente de los Estados Unidos y Claire su Primera Dama y para ello destruirán a quien haga falta, sin ningún tipo de remordimiento, sin mirar atrás, sin contemplar las vidas que han destruído durante ese cruel camino hacia el poder absoluto.

Se trata pues de una compleja intriga política con constantes giros de guión y con muchos personajes (es de esas series que te hacen preguntarte constantemente ¿Y este quién era?). Sus diálogos tienen la mala leche que es de esperar de un drama de estas características, parecen diálogos escritos por Aaron Sorkin, aunque en este caso no lo son, pero está claro que beben de su influencia, porque son rápidos, concisos y están repletos de inteligentes dobles intenciones. Está claro que Sorkin ha comenzado a crear escuela.

Let the butchery begin!
dovith
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