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Las niñas bien

Drama. Comedia En medio de casas de lujo, autos Grand Marquis y música de Julio Iglesias, Yuri y Menudo, Sofia (Ilse Salas) y un grupo de mujeres viven los devenires del clasismo, las buenas costumbres y las crisis económicas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
7 de noviembre de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realizadora mexicana Alejandra Márquez Abella adapta para el cine la novela homónima de Guadalupe Loaeza escrita en 1987. En ella, describe la vida de un grupo de mujeres de la alta sociedad mexicana y cómo fueron sintiendo la crisis económica que golpeó duramente a México en 1982.

Mediante el personaje de Sofía, férreamente interpretado por Ilse Salas, desfilan ante el espectador ese grupo de mujeres (y de los hombres que las sustentan) que viven por y para demostrar su posición social. Márquez sabe plasmar con sutileza los comedidos engranajes de la superficial pero dura obligación a la que se autosometen las protagonistas en su día a día, entre los partidos de tenis, las sesiones estéticas y las fiestas nocturnas. Contemplando a Sofía, el espectador se sorprende al darse cuenta de que la de Las niñas bien es una vida que no se disfruta, ya que se obligan a sí mismas a vigilarse al milímetro para no ceder en nada a la vulgaridad o a la pérdida de poder.

Siendo una realidad habitual, hay muy poco de humano en esa situación y el film consigue transmitir tristeza y desazón ante esa existencia económicamente envidiable, aunque humanamente desalentadora.

El problema, y es una pena ante el estupendo trabajo fílmico de Alejandra Márquez, es que es una historia demasiado vista, con la que es difícil que el público conecte, por la época, por la problemática y, mucho menos, por la empatía con los personajes, de los que solo se salva, un poco, el de Ana Paula.

www.contraste.info
Revista Contraste
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2 de junio de 2024
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"Las niñas bien" (2018). Alejandra Márquez Abella. Deconstrucción minimalista de la vacua burguesía en la era de López Portillo. Francisco Huertas Hernández

"Las niñas bien" (2018), segundo largometraje de Alejandra Márquez Abella (San Luis Potosí, 1982), con guion de la directora, es la adaptación de la novela homónima (1987) de Guadalupe Loaeza (1946).​ El film obtuvo el premio a la Mejor Película Iberoamericana en el Festival de Cine de Málaga de 2019, así como el galardón a Mejor Guion. La realizadora también recibió nominaciones en las categorías de Mejor Dirección, Mejor Guion Original y Mejor Película en los Premios Ariel 2019.

El film sigue a la protagonista, una arquetípica mujer de las clases altas mexicanas, Sofía, en su mundo de lujo y vaciedad, hasta la descomposición por la ruina familiar, a principios de los ochentas, con el colapso financiero de 1982, durante la presidencia de José López Portillo.

En primer lugar cabe plantearse cuál es la intención de la cinta. Por un lado tenemos un espacio cerrado: las casas de los ricos de Las Lomas de Chapultepec, colonia residencial y comercial en el oeste de la Ciudad de México. Esta burguesía ociosa y vacua va de fiesta en fiesta, del lujoso restaurante al exclusivo Club de Tenis. La protagonista que acapara casi todos los encuadres de la película es una mujer casada de unos treinta y pico años, llamada Sofía (Ilse Salas), aunque, a veces, es llamada Sophie. El inicio de la historia se centra en los preparativos de su fiesta de cumpleaños. "Es mi fiesta de cumpleaños. Traigo el vestido marfil que me compré en Nueva York. La casa está preciosa, llena de gente. Todos me miran. Entre los invitados está Julio Iglesias. Se me acerca, me dice que me ama, me toma la mano. Me lleva con él a España y vivimos en El Corte Inglés". La voz en off de Sofía en el inicio de la cinta revelan la enajenada realidad paralela en la que viven las clases opulentas. Entran los títulos de crédito, con los espejos infinitos que multiplican la imagen elegante de la protagonista. Solamente hay planos detalle de su vestido, sus zapatos, sus broches, su peinado.

La inanidad de los diálogos de los personajes asistentes es, por un lado, una crítica social de la vanidad, hipocresía y estupidez de las clases altas, pero, por otro, da pie al ejercicio estilístico de Alejandra Márquez para filmar todo con cámara en continuo movimiento centrándose en los detalles en un travelling moroso. El minimalismo del encuadre resta presencia al montaje y a la acción narrada en planos huecos donde los personajes apenas actúan. Aquí los personajes quedan reducidos a mínimos movimientos, gestos y palabras. Son mecánicos (sin vida), puros arquetipos de su clase social. La cámara intenta suplir esa ausencia de acción y emoción, pero no siempre lo consigue. Fernando (Flavio Medina), el marido de la omnipresente protagonista, es un hombre rudo, débil y derrochador, a pesar de su posición social, que regala a su esposa un carro. El resto de los elementos narrativos del largometraje describen los tópicos de las clases adineradas: mandar a los niños a colegios privados en Estados Unidos, donde no deben juntarse con mexicanos, gastar dinero en joyas, vestidos, licores, viajes, restaurantes. Aparentar poder.

Todos los miembros de este espacio exclusivo están protegidos contra la pobreza y la violencia, en sus urbanizaciones cerradas. El país, México, sólo existe en la TV, por donde se introduce el contexto histórico: la presidencia de José López Portillo (1 de diciembre de 1976 – 30 de noviembre de 1982).

La película usa la excusa del contexto histórico para justificar la autodestrucción de Sofía, pero apenas vemos la realidad social. La burbuja de aislamiento en la que siempre ha vivido la alta burguesía y su desconexión total con el pueblo -únicamente presente a través de los empleados domésticos de las mansiones-, hace que sean los rudimentarios aparatos de televisión en color, de tubo catódico, los que informen sobre la devaluación del peso en 1982...

El trazo psicológico de los personajes es prácticamente nulo. Son marionetas y actúan mecánicamente conforme a su status, cumplen las expectativas de grupo y carecen de rasgos individuales. Ana Paula (Paulina Gaitán), casada con un rico empresario de origen árabe, Beto Haddad (Daniel Haddad), es la nueva rica, tratada con displicencia por las demás mujeres del grupo, y, por tanto, acumula resentimiento contra la "pinche y soberbia" Sofía y sus amigas, las "niñas mimadas" (Alejandra, Inés, Cristina, Lorena, Mariluz). Ana Paula es el contrapunto de esa clase social, a la que acaba de acceder, y objeto de las murmuraciones y maledicencia a la que se entregan las aburridas y parásitas señoras.

"Las niñas bien" es una aceptable película sobre la soledad y vacío vital de los ricos, centrado en el mundo femenino de Sofía y sus amigas. El minimalismo de la filmación es reflejo de la mínima humanidad de esas clases altas, pero la vaciedad de los diálogos y acciones de los personajes llega a aburrir al espectador. Ilse Salas carga con todo el peso porque aparece en casi todos los planos, hasta el punto de convertir al resto del reparto en algo irrelevante. La maestría en la filmación propia del cine de la época de oro ya ha desaparecido. La posmodernidad nos deja desconstrucción y una inquietante incapacidad de narrar historias. Podemos apreciar estas películas a condición de que no las comparemos con aquella época en que el cine era arte, narración, espectáculo y entretenimiento.

En junio de 2020, el desaparecido sitio web Sector Cine publicó una actualización de la lista las 100 mejores películas del cine mexicano de la revista Somos, y "Las niñas bien" quedó en el puesto 26, por delante de "El esqueleto de la Señora Morales", "Nazarín", "Pueblerina", "Él", "El compadre Mendoza", "Campeón sin corona", "María Candelaria", "Ensayo de un crimen" o "La perla". Sin comentarios.
AcorazadoCinefilo
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1 de julio de 2019
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aburridisimo y pueril tostón que trata de esbozar la vida fastuosa de una familia de bien súper-ricos, excéntrica, relacionadas con otras por igual cargadas de alto ego, a la vez que contarnos su declive hacia la ruina. Y digo que trata de explicar, porque se queda en un vago amago, sin saber si la caída libre se debe a la crisis generalizada del país mexicano de los años 80, o a la poca capacidad para los negocios del patriarca de la casa (del que tampoco sabemos, o por lo menos yo no me enteré, a que actividad mercantil exactamente se dedicaban sus empresas), o bien que se deba por caer en las fauces de indistintas adicciones viciosas, o todo a la vez en un combinado Bloody Mary.

La película se mueve por el campo de la primera persona, desde el prisma femenino de la protagonista, y aunque parece prometer con actores aún sin brillar, pasables, se estropea no tan solo por el argumento pobre en recursos, e ilusorio, sino ayudado por los efectos visuales, y el chasquido de audio con algunos momentos de banda sonora particularmente molestos.

En suma, el film se hace pretencioso, y acaba por igual de manera brusca sin saber qué ocurre con la familia si continúa degradándose y estancarse en la clase media, o bajar aún más hacia el infierno de la indigencia.
Trim Belaurde
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