Un viaje de diez metros

Agárrate. Ahora resulta que a Helen Mirren, que hace de chef en un restaurante de una estrella Michelín —buen trabajo de esa señora, hay que decirlo, pero no por eso se va a llevar ninguna estrella por su actuación porque para eso está— le va a enseñar un menda venido de por ahí —de la India nada menos— como se hace un tortilla francesa. Están en Francia, eh. Para descojonarse. Vamos es que la señora Helen hasta llora y todo de lo rica que la hace el chaval. El muchacho dice que le enseñó a cocinar su mamá. Joder, qué interesante. Y aquí en España te tienes que pagar la Escuela de Hostelería para aprender. Pues nada, la película te dice que se cocina metiendo los dedos en el caldo del guiso y removiendo bien y echando mucho pimentón y cosas de esas. O sea, que de la India le vienen a enseñar a los franceses como cocinar. Julie, deja tu documental de Las recetas de Julie y pásaselo al menda indio que sabe más que tú y tu colega calvo.

Lo que más repele de la película es la buena puntuación que le dan la mayoría. Se puede ser sentimental, que hasta Chuck Norris es un poco sentimental y no pasa nada, pero tonto no joder, que esta película es una mierda disfrazada (luego a Fast&Furious le ponen un 1 porque no se la creen, ya ves). Primero, de entrada, la tragedia en la familia, para que la pena te invada y ya los quieras mucho para siempre. Y luego el peregrinaje. Es que la familia india llega al pueblo francés (de esos de renta per cápita de por arriba en los ranking mundiales) y se lo ponen todo a huevo. Lo más es el caserón que se agencian por las buenas los indios del copón. Lo amueblan y lo decoran en dos días. Está claro que lo pintan como el país de Jauja (más bien Juajua) para el que quiera establecerse.

En la puta España eso no pasa. Primero te sangrarán bien como pidas algún crédito para muebles, material de construcción, instalaciones, etc. Luego te chuparán más la sangre los de Hacienda con el IVA, y por último te darán por culo los de la comunidad autónoma ya que les tendrás que dar su parte con las tasas, los permisos de obras, las licencias... porque claro, los concejales tienen que vivir de algo. Y te llevará meses y meses que te lo aprueben. ¡Qué te vote Txapote! Le digo yo a esta película.

Le doy un 2 porque al menos no han hablado de la producción sostenida, que ya hubiera sido el acabose.

No interesa ni Helen Mirren, ni el joven protagonista, ni los secundarios de pega, ni la vacía relación amorosa, ni la cocina francesa, ni la comida india, ni el atractivo de las especies, ni el colorido de los ingredientes, ni el guión contemplativo, ni la elaboración de los platos, ni las suculentas estrellas Michelín, ni la producción de Steven Spierlberg ni Oprah Winfrey, ni la insulsa dirección de Lasse Hallström, ni su escaso magnetismo, ni su pesada lentitud, ni su ausencia de adrenalina, ni su falta de ritmo, ni la evidente carencia de emoción, ni la pérdida de sintonía, ni el poco entusiasmo de su visión, ni la parsimonia de su andar, ni la afable historia, ni el soso transcurrir, ni el dulce terminar.
La exquisitez de "El perfume", la delicadeza de "Chocolat" llevada con mucha torpeza, poco acierto y nada de gracia al mundo de las sartenes, los cuchillos y los excelentes paladares para estropear lo que debería haber sido un placer para el gusto, un deleite de sabores, una seducción para la vista y una maravilla para el olfato, la combinación y atrape de todos tus sentidos con arte, sabiduría y fantástica sensación pero, a cambio encuentras un nulo estimulante y triste deambular que agota por su excesiva duración, una asfixia de sosez y amable textura que no cautiva ni mantiene tu atención o el escaso mínimo interés que surge en un principio curioso que pronto vira hacia una urgente evasión como vía de escape ante la caída de estilo y fortuna, un tópico vacío rellenado con poca artimaña o salero, unas interpretaciones de poco remate y evidencia de encanto y un derrumbe del cuento de "Ceniciento" laboral, del sueño americano llevado a Francia, conducido por una inglesa y protagonizado por un Manish Dayal de Carolina del Sur con procedencia paterna india, del príncipe que vuelve al hogar para despertar a su bella durmiente en espera después de saborear las mieles del éxito, santo hijo-agradecido pupilo que añora a la familia y a su nada veraz jefa y un sin fin de negativos cuentagotas que suman una porción grande de aburrimiento y cansancio, de un devenir a menos que anula cualquier posibilidad de complacencia satisfactoria y disfrute oportuno.
Un viaje de diez metros que se hace la eternidad de dos horas y que sólo rellena los primeros gratos minutos, luego la esplendor del pastel preparado se desinfla cual globo pinchado en un panorama cada vez más meloso, cargante y ñoño que sucumbe a la felicidad empalagosa y el entretenimiento indigesto por su excesivo acaramelado, sobrante dulzor, pesadez de compañía y limitada conversación.
Si este restaurante es tan fino y elegante y su menú es de tres relucientes estrellas Michelín..., prefiero el bar de tapas y cerveza de la esquina y sus intocables estrellas Rita Hayworth, Cary Grant, Paul Newman, Jack Lemmon...,en fotos 4x4 que alegran, decoran y entretienen más que las tres de este pucherazo filme.

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/

"Un viaje de diez metros" o ¿por qué no? "De pinche a maître", ya que es el itinerario personal del joven indio Hassan. La historia gira en torno a la cocina, hoy tan en auge. Uno de los productores es Steven Spielberg, la intérprete principal es Helen Mirren, una actriz de lujo para cualquier película y el director es el sueco Lars Hallström. ¿No les suena? ¿Han visto "Chocolat" o "Siempre a tu lado, Hachico"? "Mi vida como un perro" y "Las normas de la casa de la sidra" estuvieron nominadas para Oscar.
"Un viaje..." es un cuento entre fogones, brillante, ingenioso y divertido. Lo pasé muy bien. Todos los actores (indios y franceses) están en su papel y es una delicia ver a Madame Mallory cómo oscila entre dos cocinas tan dispares. Hallströn es un director sólido y visual y su película se ve con mucho agrado. La recomiendo, especialmente, a los incondicionales de Master Chef.

Me ha encantado esta película, entretenida, amable, simpática y muy entrañable. Para los amantes de la buena cocina y de los pequeños detalles. La fotografía es preciosa y el pueblecito francés una delicia, los protagonistas muy bien escogidos, sin duda de esas películas que cuando pase el tiempo, deseas poder volver a verla.

Oriente y Occidente son como el agua y el aceite, vecinos pero no amigos. Indispensables para realizar cualquier plato aunque ambos de imposible convivencia.
Estas y otras tantas son las diferencias irreconciliables de dos mundos diametralmente opuestos, por sus costumbres culturales al añadido amargor del rascismo, que se nutre como caldo de cultivo del desprecio e ignorancia hacia la rica sabiduría de pueblos ancestrales sometidos y etiquetados de realizar comida pobre hecha por pobres, fast food y
triunfalmente desbancados ante la disciplina, sobriedad, del clásico y elegante arte culinario de la casta colonizadora ¿Serán ingredientes como el amor o quizás el amor y el placer de la comida los que por fin emulsiones divergentes mundos?
La belleza fotográfica sirve de condimento para aumentar el sabor de la argumentación de esta brillante pieza artística.