De fría elegancia, Shame describe la plasmación real de las relaciones humanas en la actualidad.
Fielmente, cada personaje representa un estereotipo específico, de tantos otros muchos, de nuestro presente social. Siendo nuestro protagonista, Michael Fassberder, la personificación hegemónica del estereotipo del individualismo y la autosuficiencia a límites superlativos, siendo además, aunque resulte paradójico, nexo entre los demás personajes.
Este, presenta su forma y hábitos de vida, tal cual: lo mecánico y vacío de los encuentros sexuales, las inexistentes relaciones familiares y personajes.
Para él, el individualismo es su tótem de supremacía frente a la soledad, como debilidad inadmisible en la lucha por la supervivencia en la selección natural perversa. Y ser el mejor y tener éxito recibe como compensación, orgía de placeres de satisfacción efímera.
A pesar de ello, también se cuestiona en el film, la hipocresía que sigue manteniéndose en estamentos convencionales de estabilidad e incuestionable moral, como es la fidelidad en el matrimonio.
Estrés y desasosiego provocan en el espectador el protagonista por su afán, por una ambición desmedida, que con excesivas expectativas, quiere superar su propia progresión evolutiva, por competir con el ritmo perverso de la mecánica sociedad de imparable tecnología, cuestionable perfección en el trabajo y falso control de rutinas y que como inevitable repercusión, resquebraje la intrínseca naturaleza emocional del ser humano, los sentimientos y todo por la irrefrenable carrera hacia la superación.
Pero realmente, qué esconde detrás de esa competición, de su segura autosuficiencia.
De este metraje, lo fácil sería despellejar el argumento con sacarmo sobre el papel de cada personaje, especialmente el de Fassberder, que es un filón para frotarse las manos ( fina ironía)
Pero desafortunadamente para muchos, la película posee una lectura más profunda y trascendental sobre el devenir y porvenir del fragil ser humano. Tiene moralina y deja para mucho sobre qué reflexionar.

Oriente y Occidente son como el agua y el aceite, vecinos pero no amigos. Indispensables para realizar cualquier plato aunque ambos de imposible convivencia.
Estas y otras tantas son las diferencias irreconciliables de dos mundos diametralmente opuestos, por sus costumbres culturales al añadido amargor del rascismo, que se nutre como caldo de cultivo del desprecio e ignorancia hacia la rica sabiduría de pueblos ancestrales sometidos y etiquetados de realizar comida pobre hecha por pobres, fast food y
triunfalmente desbancados ante la disciplina, sobriedad, del clásico y elegante arte culinario de la casta colonizadora ¿Serán ingredientes como el amor o quizás el amor y el placer de la comida los que por fin emulsiones divergentes mundos?
La belleza fotográfica sirve de condimento para aumentar el sabor de la argumentación de esta brillante pieza artística.

Ha recogido un pedazo “Contact", un reproducción bastante aceptable del libro homónimo de Carl Saagan. Otro pedazo de mayor calibre, de la adaptación también al cine de la “Guerra de los Mundos”. De igual manera, sesga parte de la emblemática “ 2001 odisea del espacio” de Kubrick, “Blade runner”, “Alien, el octavo pasajero”, ambas de Scott y con todo estos retazos de influencias citadas, Nolan nos cuenta una historia de ciencia ficción que no sorprende, evidentemente, por lo expuesto escrito.
No se empeña en dar protagonismo a nuevos seres extraterrestres, con superiores capacidades de inteligencia. Los deseado y añorados sumun creadores del mundo, la humanidad y esencialmente, la vida. Buscados hasta la saciedad por sus hijos durante eras de sufrimiento por síndrome de abandono. Esta vez no. No serán ellos los singulares primeros actores de esta historia.
Y por supuesto, no serán ni buenos y pacientes, perdónalos señor porque no saben lo que hacen. Ni malos y vengativos, dispuestos a aniquilarnos por placer o porque el experimento creativo salió monstruoso.
Nolan por el contrario vuelve al metraje clásico, que no a darle una vuelta de tuerca a la herencia narrativa ficticia, pero si a conmover las conciencias humanas, nuestras cualidades espirituales como el amor, la lealtad, la sinceridad provistas de la mayor de las energía para la supervivencia.