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Enemigos públicos

Thriller. Drama Basada en la obra de Brian Burrough "Public Enemies: America's Greatest Crime Wave and the Birth of the FBI, 1933-43". Narra la historia de Melvin Purvis (Christian Bale), el agente del FBI que en los años treinta dirigió la búsqueda del legendario atracador de bancos John Dillinger (Johnny Depp) y su banda. (FILMAFFINITY)
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Críticas 263
Críticas ordenadas por utilidad
14 de agosto de 2009
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine ya había puesto en manos la vida del llamado "típico gángster americano" que se había ganado la fama de algo así como un Robin Hood de la Gran Depresión. Warren Oates ya lo había interpretado en el film de série B "Dillinger" dirigido por un debutante y desconocido John Millius en 1972. Y como el buen cine de gángsters la ambientación es en los años treinta. Época plagada de "outlaws" que calentaban sus huidas a plomo y fogonazo; atracando bancos, algun tren e incluso provocando espectaculares huidas de las prisiones donde eran recluidos.

El director de "Heat" vuelve a derrochar sus adrenalíticos planos -ésta vez más subjetivos que nunca- no solamente en las correrías de Dillinger (Johnny Depp), con la complicidad de su novia Billie (Marion Cotillard) sinó también en la del hombre que fue a cazarlo, Melvin Purvis (Christian Bale).

Mann disecciona perfectamente en lo que es leyenda y realidad. Pero para eso recurre a los secundarios secuaces del hombre más buscado de América en los años treinta; John "Red" Hamilton (Jason Clarke) o Homer Van Meter (Stephen Dorff) para así resaltar con el círculo violento del que se rodeaba. Bien avanzada la segunda mitad del film, Mann decide relegar la imagen del pistolero imparable Dillinger hacia el mito; del profesional que huye pero que aparece allí donde nadie le espera como ese excelente momento de tensión cuando decide entrar a husmear las oficinas del Departamento de Policia. La Leyenda gestándose. Un perfil que nos recuerda al del lejano Neil McCauley que interpretara Robert de Niro en "Heat". Y aquí también se produce duelo de titanes, Depp-Bale, solo que con menor intensidad.

Lo Mejor: la secuencia del "paseíllo" de Dillinger en las oficinas del Departamento de Policía de Chicago.
Lo Peor: la banda sonora de Elliott Goldenthal, que no por eso deja de ser excepcional, es inadecuada en algunos momentos del film.
Natxo Borràs
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16 de agosto de 2009
56 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
La puedes ver, o la puedes evitar, te va a dar lo mismo, que lo mismo te va a dar, porque todo el dinero, que supongo será mucho, que han empleado en hacerla, lo han gastado en que quede elegante y ruidosa. Objetivo cumplido. No hay nada más.
Sines Crúpulos
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8 de agosto de 2010
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo obsceno, a nivel visual, en esas imágenes que nos retratan el oscuro y turbio mundo de los años 30. De metralla, partos del F.B.I. y mitificación popular de criminales. Sí, es América. Pero no se trata de la estética que conocíamos por parte del cine clásico. Aquí también hay estrellas, se sigue la ruta natural del paradigma tradicional con héroe y antagonista, con mártir y verdugo, con clímax y anticlímax. Ceñida por disparos y pura metralla el impacto del video digital es equiparable a encontrarse un vello púbico en una sopa de venta al público. Algo conceptual permutado por el ‘sinto magia’ del cine clásico. Haneke, en “La cinta blanca”, había llevado un cámara digital de alta definición a un pueblo alemán de 1913 pero embadurnaba de ese blanco y negro como lazo que uniese la digresión temporal del espectador actual.
Peter Watkins en “La commune (Paris, 1871)” llevaba una cámara y unos reporteros desenfocando la historia pero respetaba el blanco y negro como referente.

Hay algo obsceno y turbio en meter una cámara digital en el Chicago de los años 30, en esas imágenes de Michael Mann que comienzan mostrando su edad. 1933. Era de John Dillinger, Alvin Karpis o Babe Face Nelson, del límite de la heroicidad y el delito que arrastraba la cercanía del lejano oeste. Antes no había rock & roll y sus estrellas del rock eran criminales. El director de “Hunter” parece tenerlo claro y nos remite a ello en los primeros compases de la banda sonora y en filmar esos tiroteos dentro de los parámetros del HD con toda precisión y pirotecnia.

Mann enlaza las dos grandes depresiones mediante un nexo digital. Y esa mirada a tiempos pasados que enlazan con modernos supone una trascripción de la realidad: los ladrones de bancos de antaño quedaron aplastados por mafias más lucrativas y menos peligrosas, tanteando con el famoso vacío legal. En cierta medida por mayores robos y ladrones de la actualidad suelen ir de traje y corbata (excepto en el casual-day) y sentarse en cómodos asientos de cuero. ¿Les suena el nombre de Bernard Madoff?
Queda poco lugar para la nostalgia, también cinematográfica. Para esos hombres como ese Sonny Crockett de “Corrupción en Miami” o Neil McCauley de “Heat” que miren a un mañana. El presente fue pasado. El pasado nunca existió y sólo el futuro de otros puede hacer palpables a los mitos. Tal vez sean malos tiempos para lírica pero ahora no hay Dillingers y tal vez su Némesis no hállase nada que le atase al mundo. A un mundo en el que ya no hay ataduras y los delitos son paraísos virtuales.
Por ello hay que ver “Enemigos públicos” con un canto a la lucidez del autor y la belleza fílmica perdida. A esa muerte tan doblemente cinematográfica de un cine pasado y venidero.

«Adiós, adiós pajarillo trigueño»
Maldito Bastardo
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2 de febrero de 2010
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada paso dado por Michael Mann supone un nuevo desafío en su búsqueda de la pureza cinematográfica, en hacer de la estética no sólo un ornamento artificial sino una vía para una inmersión más profunda en las tramas y mundos propuestos. Una evolución constante que ya se aprecia desde el paisajismo mudo de El último Mohicano (1992) pasando por el vacío metafórico del mar tanto en Heat (1995) como en El dilema (1999), hasta la estilización digital de Collateral (2004) o Miami vice (2006). Asunto este, el del formato digital, que sigue suscitando cierta polémica entre defensores y detractores. Aún sin dejar por cerrado el debate, Mann ofrece la clave sobre la utilidad del formato en Enemigos Públicos. Ya no se trata de una cuestión de comodidad, de economía en el presupuesto o de conseguir dotar a la ficción de un tono de realismo documental sucio. Si el cineasta conseguía, en sus dos anteriores películas, elevar a sus entornos urbanos a la categoría de personajes con entidad propia es en este su último film cuando va un paso más allá: sumergirnos no en una entorno cotidiano y reconocible a nuestros ojos sino convertir el pasado, no en un decorado más o menos realista, sino en la realidad presente.

Este es el propósito del film, contarnos la historia de un gangster, Dillinger, no como el que observa una fábula de tintes legendarios, sino como la visión de un espectador contemporáneo a los hechos, casi con la impasibilidad descriptiva de un noticiero encargado de glosar los últimos golpes del atracador y las pesquisas de la ley por atraparlo. Sin embargo, a pesar de que el objetivo de credibilidad es plenamente conseguido, el resultado final se ve lastrado por el alto precio a pagar que supone su apuesta por la búsqueda del máximo verismo: la frialdad.

Efectivamente si algo ha distinguido a los films de Mann es que, a pesar de su aparente distanciamiento icónico de los entornos, todo sugería una calidez empática, una aproximación no tanto cariñosa como realista hacia todo el conjunto integrante de la película. Una emotividad que trascendía el habitual maniqueísmo entre simpatía por los buenos y rechazo a los malos para conseguir capturar el hálito profundo del alma humana, una forma pues de no establecer distinciones y dejar al espectador la capacidad para, a través de la comprensión, decidir de que lado están sus simpatías. Enemigos Públicos, sin embargo, sufre de un terrible vacío en este aspecto. No se trata de un mal guión, ni tan siquiera de una mala historia, se trata más bien de la continua sensación de ver a personajes unidimensionales vagar por entornos en los que nunca consiguen penetrar, un problema relacionado con la dirección de actores.(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LennyNero
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16 de agosto de 2009
27 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé que llevar muchas expectativas al cine para ver una película puede muchas veces volverse en su contra, pero creo que en mi caso, este detalle ha influido lo menos posible, algo sí, evidentemente, pero no de manera tan relevante como para ponerle dicha nota.
Sí, iba con gran motivación, el cine de gangsters siempre me ha cautivado, la historia de Dillinger (que no conocía previamente) sonaba muy interesante y el trío protagonista me gustaba bastante.

Nada más lejos de la realidad.

Mann, en un intento por conseguir toda la veracidad y autenticidad posible, se documenta muy bien sobre la vida y acontecimientos que forman parte de la obra de John Dillinger, ofreciendo así lugares verídicos no sólo en el nombre, sino realmente filmando en donde ocurrieron dichos acontecimientos. Una pena que piense, junto al encargado de la fotografía, que con la grabación digital plasma viveza y realismo a la acción, porque en mí ha causado todo lo contrario, pareciéndome en muchas ocasiones un documental de bajo presupuesto y recordándome en todo rato que estoy viendo una película.
Lo que no entiendo es porqué en el trailer mostraba ese color y tono clásico que brilla por su ausencia en el film.
La cámara en mano y los efectismos de movimientos de cámara terminan por empeorar la situación, y las escenas que deberían ser espectaculares se nos olvidan al poco rato. Aun así contiene escenas de gran planificación y bastante logradas, pero en general la película acusa de otro gran problema, la fallida narrativa a nivel estructural y literaria. El montaje va atropellado y mezcla escenas insulsas con situaciones importantes, e incluso algunas escenas, las más insustanciales, se alargan excesivamente generando apatía y sólo en las escenas de acción consigue algo de tensión narrativa, mientras que el guión no nos implica con los personajes ni las situaciones que los acontecen.
Personajes como el de Christian Bale o Marion Cotillard están muy desaprovechados, y no dejan ver los grandes actores que hay detrás de ellos (creo que a Bale le quedan mejor los personajes desatados y no tan contenidos), Depp por su parte salva un poco la situación, pero tampoco encontramos una actuación soberbia donde podamos quitarnos el sombrero, y el personaje suyo si daba para eso.
La música se utiliza pésimamente como un recurso falso de emoción embotellada, a veces emotiva, a veces en tensión, pero en ninguna aporta lo que se pretende. La gran canción central pierde así su fuerza y encanto a base de repeticiones y acompañamientos a escenas que les sobra la música.

(Continuo en el spoiler sin contar nada relevante del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dragondave
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