Media votos
5,6
Votos
8.651
Críticas
495
Listas
4
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de LennyNero:
8
6,3
52.726
Thriller. Drama
Basada en la obra de Brian Burrough "Public Enemies: America's Greatest Crime Wave and the Birth of the FBI, 1933-43". Narra la historia de Melvin Purvis (Christian Bale), el agente del FBI que en los años treinta dirigió la búsqueda del legendario atracador de bancos John Dillinger (Johnny Depp) y su banda. (FILMAFFINITY)
2 de febrero de 2010
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada paso dado por Michael Mann supone un nuevo desafío en su búsqueda de la pureza cinematográfica, en hacer de la estética no sólo un ornamento artificial sino una vía para una inmersión más profunda en las tramas y mundos propuestos. Una evolución constante que ya se aprecia desde el paisajismo mudo de El último Mohicano (1992) pasando por el vacío metafórico del mar tanto en Heat (1995) como en El dilema (1999), hasta la estilización digital de Collateral (2004) o Miami vice (2006). Asunto este, el del formato digital, que sigue suscitando cierta polémica entre defensores y detractores. Aún sin dejar por cerrado el debate, Mann ofrece la clave sobre la utilidad del formato en Enemigos Públicos. Ya no se trata de una cuestión de comodidad, de economía en el presupuesto o de conseguir dotar a la ficción de un tono de realismo documental sucio. Si el cineasta conseguía, en sus dos anteriores películas, elevar a sus entornos urbanos a la categoría de personajes con entidad propia es en este su último film cuando va un paso más allá: sumergirnos no en una entorno cotidiano y reconocible a nuestros ojos sino convertir el pasado, no en un decorado más o menos realista, sino en la realidad presente.
Este es el propósito del film, contarnos la historia de un gangster, Dillinger, no como el que observa una fábula de tintes legendarios, sino como la visión de un espectador contemporáneo a los hechos, casi con la impasibilidad descriptiva de un noticiero encargado de glosar los últimos golpes del atracador y las pesquisas de la ley por atraparlo. Sin embargo, a pesar de que el objetivo de credibilidad es plenamente conseguido, el resultado final se ve lastrado por el alto precio a pagar que supone su apuesta por la búsqueda del máximo verismo: la frialdad.
Efectivamente si algo ha distinguido a los films de Mann es que, a pesar de su aparente distanciamiento icónico de los entornos, todo sugería una calidez empática, una aproximación no tanto cariñosa como realista hacia todo el conjunto integrante de la película. Una emotividad que trascendía el habitual maniqueísmo entre simpatía por los buenos y rechazo a los malos para conseguir capturar el hálito profundo del alma humana, una forma pues de no establecer distinciones y dejar al espectador la capacidad para, a través de la comprensión, decidir de que lado están sus simpatías. Enemigos Públicos, sin embargo, sufre de un terrible vacío en este aspecto. No se trata de un mal guión, ni tan siquiera de una mala historia, se trata más bien de la continua sensación de ver a personajes unidimensionales vagar por entornos en los que nunca consiguen penetrar, un problema relacionado con la dirección de actores.(sigue en spoiler)
Este es el propósito del film, contarnos la historia de un gangster, Dillinger, no como el que observa una fábula de tintes legendarios, sino como la visión de un espectador contemporáneo a los hechos, casi con la impasibilidad descriptiva de un noticiero encargado de glosar los últimos golpes del atracador y las pesquisas de la ley por atraparlo. Sin embargo, a pesar de que el objetivo de credibilidad es plenamente conseguido, el resultado final se ve lastrado por el alto precio a pagar que supone su apuesta por la búsqueda del máximo verismo: la frialdad.
Efectivamente si algo ha distinguido a los films de Mann es que, a pesar de su aparente distanciamiento icónico de los entornos, todo sugería una calidez empática, una aproximación no tanto cariñosa como realista hacia todo el conjunto integrante de la película. Una emotividad que trascendía el habitual maniqueísmo entre simpatía por los buenos y rechazo a los malos para conseguir capturar el hálito profundo del alma humana, una forma pues de no establecer distinciones y dejar al espectador la capacidad para, a través de la comprensión, decidir de que lado están sus simpatías. Enemigos Públicos, sin embargo, sufre de un terrible vacío en este aspecto. No se trata de un mal guión, ni tan siquiera de una mala historia, se trata más bien de la continua sensación de ver a personajes unidimensionales vagar por entornos en los que nunca consiguen penetrar, un problema relacionado con la dirección de actores.(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Sí, queda claro que Dillinger es el héroe, el foco de atención principal, mientras que su perseguidor, el agente Melvin Purvis (ambos papeles interpretados por unos excesivamente fríos y hieráticos Johnny Depp y Christian Bale respectivamente) representa a un imperio de la ley más despiadado que los propios forajidos. No obstante el intento de presentar a ambos como seres duales y, realizar un juego especular donde no sepamos donde está la imagen y donde el reflejo, nunca acaba de funcionar. Por un lado está la anteriormente comentada falta de psicología de los personajes, pero no menos importante es una trama alargada hasta el exceso, una historia cuyo desarrollo va dejando señales inequívocas de su superficialidad, de su falta de capacidad de síntesis, desembocando principalmente en una tramo intermedio de absoluta planicie tanto argumental como emocional que, aunque remonta en su espléndido desenlace (quizás el único momento del film donde uno pude palpar todas las emociones hasta el momento erróneamente contenidas), sume al espectador sino en desinterés absoluto sí en un cierto aire de distanciamiento desangelado al respecto de lo acaecido.
No se trata de catalogar al último film de Mann, como un producto sin interés, todo lo contrario, pero no se puede dejar de lado el hecho de que, por primera vez en su filmografía, no se produce ese efecto armónico entre fondo y forma, ese especie de milagro estético que permitía dotar de un aire mítico, de halo legendario hasta el más aparentemente fotograma intrascendente. Enemigos públicos, si acaso, podría definirse como una pugna entre lo formal y lo argumental, entre el arte y ensayo y el mainstream comercial. Una lucha que lejos de desembocar en una apetecible síntesis acaba por con la victoria aplastante de su implacable dominio del continente sobre el contenido. Una victoria que deja un sabor agridulce, puesto que nunca es del todo placentero descubrir que dentro de la botella más hermosa del mundo no deja de haber un vino, no despreciable, al que le falta la consistencia necesaria para no sólo satisfacer a la vista sino también al paladar y, porque no decirlo, al corazón del que lo bebe.
No se trata de catalogar al último film de Mann, como un producto sin interés, todo lo contrario, pero no se puede dejar de lado el hecho de que, por primera vez en su filmografía, no se produce ese efecto armónico entre fondo y forma, ese especie de milagro estético que permitía dotar de un aire mítico, de halo legendario hasta el más aparentemente fotograma intrascendente. Enemigos públicos, si acaso, podría definirse como una pugna entre lo formal y lo argumental, entre el arte y ensayo y el mainstream comercial. Una lucha que lejos de desembocar en una apetecible síntesis acaba por con la victoria aplastante de su implacable dominio del continente sobre el contenido. Una victoria que deja un sabor agridulce, puesto que nunca es del todo placentero descubrir que dentro de la botella más hermosa del mundo no deja de haber un vino, no despreciable, al que le falta la consistencia necesaria para no sólo satisfacer a la vista sino también al paladar y, porque no decirlo, al corazón del que lo bebe.