Drive My Car

Hay que reconocer que Drive my car no es una película, precisamente, de ritmo rápido. Y creo que el hecho de que desde algunos sectores se niegue eso o se hable con condescendencia hacía los que no han entrado en la propuesta es un error. Y, además, de bulto.
A mí, particularmente, me ha gustado mucho drive my car. Y me parece un peliculón. Pero yo conseguí entrar en la cinta y subirme a ese coche desde el minuto uno hasta el final. Obviamente, no soy tan ególatra como para pensar que todo el mundo debe entrar. Y tampoco creo que pase nada si a mucha gente no le ha gustado este tipo de propuesta.

La cinta es claramente contemplativa. Y básicamente se vertebra sobre personas hablando en un coche una gran parte del tiempo reflexionando sobre sus vidas, traumas y experiencias vitales. Este tipo de cine y de propuesta tan particular es de esas que, si no entras, se te puede hacer super cuesta arriba desde muy al inicio. Además de eso dura tres horas. Con lo cual, mi recomendación es que si os ponéis Drive my car seáis conscientes de qué tipo de peli vais a ver. Y de si os apetece y os gusta ver algo así en el momento.
No creo que sea, precisamente, la película que yo me pondría para desconectar de un día largo. Sino más bien la que yo me pondría si me apetece reflexionar conmigo mismo y viajar con sus protagonistas en ese coche rojo.

No quiero extenderme mucho más. La cinta tiene multitud de cosas buenas, desde su dirección hasta sus reflexiones, pasando por esa sutileza que suelen caracterizar a este tipo de cintas insinuando más que mostrando. Pero sus características tan particulares hacen que, en mi opinión, sea muy importante tener en cuenta qué tipo de peli es cuando vayamos a "enfrentarnos" a ella.

El director japonés HAMAGUCHI, amante del teatro, cosa que queda patente, nos regala esta joya repleta de virtudes, creada con tacto, delicadeza e impregnada de su excelente gusto.
Es también el encargado del guion, a partir de una historia del excepcional MURAKAMI.

Con un metraje de 3 horas y sabiendo los ritmos de las anteriores películas del director, me dispuse al visionado, imaginando que quizá el tiempo trascurriera despacio y que la diversión no iba a ser el plato fuerte del film. Que equivocado estaba…
Desde el primer dialogo fui atrapado por la trama y en los 179 minutos no parpadee, sintiendo cada dialogo, analizándolo y disfrutando, o sufriendo, con lo que se expone. La potencia de dichos diálogos y el enganche a las conversaciones, es brutal.

Una historia triste, expresada de manera sobria, donde se nos muestran situaciones cotidianas sin florituras, pero a la vez mostrándolas interesantes, la potencia de los diálogos que en ocasiones se sustituyen por silencios con imágenes tan descriptivas como la voz, frases memorables, todo un conjunto que consigue que tu atención no se desvíe en ningún momento. Hasta las caladas prohibidas de múltiples cigarros expresan satisfacción y sentimiento.

Magníficas interpretaciones tan sobrias como la historia y tan exquisitas como su director

Es indiscutible que cada espectador busca algo distinto en el cine o en distintos momentos según tenga el cuerpo. Hay películas infumables que pueden resultar divertidas, hay grandes films que pueden ser un tostón, otras tienen medios técnicos intachables, otras, efectos especiales espectaculares, en este caso solo tienes que introducirte en los diálogos, sentir con los personajes, recibir información de los silencios y si consigues todo ello, disfrutar.

Pocas veces, después de un metraje de 3 horas, había sentido la necesidad de en corto espacio de tiempo realizar otro visionado para volver a estar dentro de esos diálogos y para poder obtener pequeños detalles que seguro se me han escapado, ese es el mejor resumen que se puede hacer de DRIVE MY CAR.

Reconozco que las dos primeras horas se me hicieron soporíferas, no sabía de qué iba la historia, no entendía nada, no sé qué quería transmitirme, no sé de qué trataba ni a dónde se dirigía. Pero la última hora del metraje me ha maravillado y ha hecho que toda la espera haya valido la pena. La conversación que tiene el director de teatro con su actor dentro del coche en el que le narra el final del relato y se habla sobre la infidelidad, sobre el amor, sobre decir lo que sientes a tiempo, sobre el permitirse estar mal, sobre el lado oscuro de las personas que no conocemos me ha parecido una de las mejores escenas que recuerdo en los últimos años.

¡Que vivan los diálogos largos! ¡Ya estoy harto de leer en manuales de guion cuánto deben durar los diálogos y en qué página debe estar el primer punto de giro! Las normas están para saltárselas.

Esta película es leeeeenta. Esta película es aburriiiiida.
Hoy en día no eres nadie si tu película dura menos de dos horas. Malos tiempos para lo bueno y breve.

‘Drive my car’ es la cura para el insomnio que todos estábamos esperando. Compadezco a aquellos que fueran al cine a verla y tuvieran que pagar una entrada. Afortunadamente yo la he visto gratis en mi casa, pudiendo ponerla a velocidad x1.25 y darle al forward cuando lo considerara necesario (casi toda la película). No voy a mentir, la última hora me la salté de veinte en veinte minutos. A zancadas. Y lo peor es que comprobaba que no me perdía nada. ¡Es que han sacado tres horas de metraje de un relato corto de Murakami! Al menos no ha ganado el Oscar a mejor película, aunque tampoco me hubiera extrañado.

Lo dicho, ideal para echarse una buena siesta.

Drive my car es una road movie que atraviesa Japón desde Hiroshima, donde Chejov nos ilumina, hacia el frío nevado de la verdad dura e incómoda de nuestras heridas y nuestros fracasos. Nuestro pasado nos persigue, busca ser aceptado y comprendido. No entendemos nuestro sufrimiento, causado por otros, y, no lo sabemos, necesitamos perdonarles y perdonarnos.

En el largo viaje hacia la verdad necesitamos ayuda, apoyo de almas gemelas que sepan conducir con suavidad y sin perder el rumbo. El sabio actor y director de teatro y su chófer cuasi adolescente son incapaces de aceptar la muerte de la persona amada y los sentimientos de culpa y vacío que dicha muerte les genera. Huyen del dolor pero el dolor siempre les alcanza.

El ritmo lento y los silencios espesos llenos de secretos, las elipsis, los sobrentendidos, la música clásica de fondo, la lectura de los diálogos de Chejov preparan el terreno para enfrentarse a la verdad. Todo está bien encuadrado, bien rodado, la frialdad de los gestos y la ambientación de la película esconden la intensidad del dolor de los protagonistas.

En la cultura japonesa los silencios son densos y encierran sentimientos a presión. El arte es un lenguaje que nos permite hablar de las verdades que nos conforman, de los problemas irresueltos, de los traumas, de los miedos, de las enfermedades del alma.

La sabiduría se consigue pagando un precio muy alto, un precio de años de dolor. Nos necesitamos para ayudarnos en nuestra búsqueda personal para encontrar el camino. Los libros de Chejov y algunas películas nos ayudan en el largo camino.