Todos queremos algo

Debo reconocer que mi crítica no puede ser objetiva, porque sólo he visto la primera mitad de la película.
Quizás la genialidad esté en la segunda mitad, pero no podía aguantar más en el cine.
O puede que todo sea parte de un experimento sociológico, para ver cuánta gente se traga lo que dicen los críticos profesionales.

Seguir a esta panda de (¿treintañeros?)veinteañeros a lo largo de el fin de semana inmediatamente anterior al comienzo de las clases en la "Uní" en los años 80 sólo me ha provocado una enorme resaca; como si me hubiera bebido 10 litros de cerveza.
Casi dos horas de camaradería de baratillo, modelitos ajustados, misoginia vergonzante, ridículamente fiestas y conversaciones repetitivas. Todo es un despropósito en el que no sé muy bien cómo ha acabado el señor Linklater.
Su única baza interesante es jugar con la nostalgia, pero para ello tendrías que haber ido a la Universidad en Estados Unidos durante los ochenta.
Flojita.

Al margen de que no viví los ochenta ni mi paso por la universidad en una cofradía de estudiantes integrada por bateadores de béisbol, uno, que es humano, está de acuerdo con Terencio cuando decía que nada de lo humano le era extraño, máxime si se habla de algo que se ha visto cien mil veces en películas, telefilmes y series de televisión, como es el caso.
La sospecha de que el nombre del prestigioso director proyecta sobre la película una luz que, en sí misma, no tiene y que, de haber sido dirigida por un desconocido, nadie le habría prestado más atención que a cualquiera de las cien mil películas similares a ésta, surge a los pocos minutos de empezar la película, cuando se produce el primer diálogo ágil entre los protagonistas y descubrimos que estamos, una vez más, ante un coro de personajes esterotipados que recitan un guion con tal desenvoltura, que todo parece ensayado. De hecho, buena parte de los diálogos, son bromas o puestas en escena de situaciones que sólo pueden ser creíbles si consideramos que la pandilla de amigos protagonista las han acordado y ensayado previamente.
Personajes que no son tales, sino clichés acuñados en cada telefilm de sobremesa de los 80, situaciones y diálogos sin el menor interés que, al menos en mí, producen un efecto contrario al que, sospecho, buscaba el film: nostalgia del pasado, carpe diem, juventud divino tesoro, etc... Si yo hubiera tenido una juventud como esa, cada día besaría los suelos de la madurez por haberme acogido y refugiado de tanta banalidad.
Puestos a salvar algo: la banda sonora y el buen ritmo de la historia, claro que sería imperdonable que algo que se ha contado tantas veces, se contara con torpeza.

El fin de semana previo al inicio de la Universidad desde el punto de vista de un grupo de jóvenes primerizos que comparten juergas, casa y vestuario de un equipo de béisbol.

El bueno de Richard Linklater baja el pistón tanto que ya parece ir cuesta abajo y sin frenos. Después de su mítica y meritoria trilogía de Before..., continuar con una muy normalita (y sobrevaloradísima) Boyhood, a la que al menos le salvaban los actores, ahora escribe y dirige una película en la que sus personajes son unos monigotes sin oficio ni beneficio y en la que el ambiente ochentero y la banda sonora es de lo poquito que salva a la cinta de un suspenso aún más ridículo. Ni me gusta ni me siento identificado con lo que cuenta sobre esas vivencias en colegios mayores y residencias universitarias que me resultan lejanas y muy mitificadas. Tal vez sea porque siempre he vivido en casa de papis en edad universitariay porque nunca he ido de Erasmus (perdón, de Orgasmus). Para lo único que sirve es para confirmar el fallo estructural y coyuntural del sistema porque los que hoy nos gobiernan y toman las grandes decisiones en el mundo son esos universitarios de los años 80 con tanta droga y alcohol en su sangre que les impide ver más allá de lo que pasa delante de sus braguetas y que aprobaba solo con ir (y a veces ni eso) a las unis privadas pagadas con el dinero de sus padres, no porque se lo ganasen en las aulas. ¡¡Que pena de juventud desaprovechada y cuántas neuronas ahogadas en vasos de tubo y garrafón!!

Lo mejor: La potente banda sonora, la perfecta ambientación de los años 80 y la sensación de visualizar que cualquier tiempo pasado fue mejor (cuando se vive sin preocupaciones y sin obligaciones). El estridente personaje del chico del bigote proporciona los mejores momentos.

Lo peor: Multitud de personajes de medio pelo, desnortados y sin nada interesante que aportar que no sea sexo, porros y pop. Los personajes pretenden tener 18 años pero en realidad parecen ser los padres de los auténticos universitarios (un déjà vu de aquellos memorables capítulos en el instituto de Al salir de clase).

Nota: 3,5 Sacapuntas.

Una película monótona y gris acerca de la diversión. Paradójico pero real. Nada más aburrido que seguir a un grupo de jugadores de béisbol con pocas luces, escasísimos intereses (el alcohol, el béisbol, las mujeres) a través de su vida cotidiana. Después de leer las críticas pensé que sería una obra maestra. Después de verla me queda claro que es una película sobrevalorada, muy menor en la filmografía de un director de por sí también -a mi gusto- sobrevalorado, como Linklater.