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Sólo un sueño

Drama. Romance Años 50. Frank (Leonardo DiCaprio) y April (Kate Winslet) se conocen en una fiesta y se enamoran. Ella quiere ser actriz. Él sueña con viajar para huir de la rutina y experimentar emociones nuevas. Con el tiempo se convierten en un estable matrimonio con dos hijos que vive en las afueras de Connecticut, pero no son felices. Ambos se enfrentan a un difícil dilema: o luchar por los sueños e ideales que siempre han perseguido o conformarse ... [+]
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Críticas 403
Críticas ordenadas por utilidad
23 de enero de 2009
110 de 180 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin dientes. Así podemos acudir a ver esta película. Sin dientes para masticar escenas, porque las escenas son puré; sin dientes para masticar personajes, porque los personajes son artificio puro; sin dientes para digerir situaciones, porque los incidentes son parte de un esquema basado en la redundancia y en la desconfianza para con las aptitudes del espectador.

A la fuerza, sin precisar de nuestra participación, Mendes opta por una historia sin puntos de vista firmes no para abundar en cierta separación u objetividad con respecto a lo narrado, en absoluto, sino para resaltar su propia perspectiva de director ciñéndonosla a través de un guión insufriblemente teatral cuya principal función es repetir lo que, en el mejor de los casos, acabas de ver en la, a ratos buena, interpretación de DiCaprio. Y en el cine existe la posibilidad de jugar con una pluralidad de escenarios, multiplicando las posibilidades de las secuencias sin tener que recurrir a circunloquios ni incisos que expliciten lo que, creo, debe describir la puesta en escena, las interpretaciones, y un guión más pendiente de criterios como la espontaneidad.

Es una pena porque la discusión que abre la película desborda naturalidad, y el final tiene alguna buena intención, un poco de humanidad después de todo. El núcleo es otra cosa, no sé si muchos veréis condición humana en unas secuencias sin aire y en un director empeñado en que nos marchemos a casa con la sensación de que, después de todo, hemos visto cine serio, de elevadas pretensiones, servido a la carta y con todo lujo de comodidades intravenosas de sencilla digestión.

Si la peli le resulta pesada no lo dude, es la reiteración lo que le agota. Son las ansias de masticar algo de sinceridad sólida entre tanto ambiente swing de diseño.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bloomsday
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11 de febrero de 2009
38 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante toda la película me venía a la cabeza una expresión que resumía lo que la misma me estaba haciendo sentir: “La nausea”. Es el l título de un libro de Sartre, cuyo contenido se acerca bastante al mensaje que yo recibí de la película: Habla de la náusea hacia la vida cotidiana. El ser humano cumple con la sociedad manteniendo las leyes y reglas. También trabaja y no olvida sus responsabilidades. Esto es lo que conduce a Sartre a constantes náuseas ya que el hombre cumple con su rutina y acaba, así, convirtiéndose en monótono. Esta rutina vuelve al ser humano débil.
Desde los primeros momentos, me sumergí tanto en la historia que era como si formase parte de ella, como si me estuviera pasando a mi y por ello, sentía una angustia creciente en el estomago. (¡No solo me estaba produciendo emociones fuertes, sino que me hacia sentir síntomas físicos... es increíble!). Recuerdo escenas aparentemente inofensivas, por lo cotidianas, pero que me producían un pánico creciente, por ejemplo cuando los Wheeler cuentan a los vecinos que esperan un nuevo hijo y su vecina, aparentemente muy contenta, dice: “Pues habrá que conseguirles una casa más grande”. Y entonces se muestra perfectamente que su complacencia, ante la adaptación de la pareja “especial” a la masa, es inversamente proporcional al terror con que April la mira al ser consciente de lo que ello significa.
Refleja la envidia de compañeros, vecinos, amigos, cuando, por un momento, creen que los Wheeler van a romper con la monotonía que los destroza y que van a cumplir el sueño común de libertad que todos añoran. Refleja, de igual manera, la salvaje, aunque soterrada, alegría de esas mismas personas, cuando comprueban que la pareja no escapara a ese destino que todos comparten y que han acabado por asumir como inevitable.
“¡Que horror, Dios mío, que horror de vida!”, pensaba todo el rato. Y aunque es muy fácil convencerte de que tu vida no es tan anodina, que tu haces muchas cosas que te gustan y satisfacen intelectualmente (y aquí es donde hay que destacar que la historia es tan buena que te obliga a justificarte ante ti mismo), la película no puede reducirse a un periodo concreto de la historia americana, ni a una pareja en particular.
Es una crítica universal y extrapolable a cualquier época, relación o institución. Cuestiona el matrimonio, el instinto maternal, el papel de la mujer en la sociedad y en la familia, las relaciones familiares, vecinales y laborales. Habla de la perdida de las ilusiones, del sacrificio personal en aras de cosas impuestas, de los sueños rotos, del “amor” vacío. Habla de la imposibilidad de ser feliz y querer a los demás cuando no te quieres a ti mismo. Habla de la presión social, del conformismo impuesto a base de años de aleccionamiento no consciente, del valor o más bien de su falta.
La historia te envuelve, te atrapa, te arrolla. Te coloca al borde de un abismo a cuyo fondo te produce terror mirar porque temes encontrar la nada más absoluta.
MAFALDA
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1 de febrero de 2009
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
De pequeña soñaba con ser astronauta. Poco tiempo después, mis aspiraciones fueron derivando en proyectos algo menos ambiciosos: pintora bohemia, actriz de teatro, escritora de grandes novelas de misterio... ya saben, lo propio de la edad. Cuando llegó realmente la hora de decidir un camino que retomar, no tenía ni pajolera idea de qué es lo que quería hacer o qué me llenaba más; en ese momento, yo supe que tenía un problema: era la hora de decidir, y no me gustaba ninguna de las opciones que se me presentaban. Así, acabé donde hoy estoy, como Frank.

No se puede vivir sin sueños, es decir, claro que se puede, pero no se lo deseo a nadie. Sin embargo, si existe algo mucho peor que no tener sueños, es ser esclavo de alguno. Les pondré un ejemplo: April. April siempre tuvo un sueño: ser actriz y llevar una vida intensa en París; anhelo que sintió compartido cuando conoció a Frank. Pero el tiempo arrasa con todo, incluso con las aspiraciones, y con el paso de los años se convierten en dos personas que no se reconocen. Hasta aquí, nada que ustedes no supieran.

En este punto, es cuando surgen las preguntas. ¿Es sincera April al plantear el viaje en beneficio de Frank, o es realmente una acto de egoísmo exacerbado en aras de reconquistar una ilusión frustrada propia?, ¿es justo que Frank dude, por la posición en la que se encuentra, sin tener en cuenta los deseos de su esposa?, ¿pueden más la comodidad, la estabilidad y el dinero que la lucha por lo ansiado?, ¿compartían verdaderamente un secreto April y Frank?, ¿es el logro de unos ideales lo que realmente está desequilibrando a esta pareja o es la salvación de un matrimonio roto que únicamente funciona de puertas para afuera?, ¿se querían Frank y April cuando llegaron a Revolutionary Road?, ¿no es irónico que un loco sea la persona más razonable de todo el reparto?... ¿debería dejar mi trabajo para estudiar un doctorado y prepararme a conciencia para pasar un test físico de la NASA; tirarlo todo por la borda y empezar desde 0?, ¿puede llegar ese sueño de pequeña a ser algún día un obstáculo para la felicidad?, ¿es una buena baza el realismo?.

Ustedes mismos, yo ya he sacado mis propias conclusiones.
Una_de_ellos
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30 de diciembre de 2008
85 de 142 usuarios han encontrado esta crítica útil
Irregular y reiterativa, "Revolutionary Road" se convierte en una de las grandes decepciones de la temporada, que no sólo no alcanza las mejores cotas del realizador estadounidense ("American Beauty", "Road To Perdition"), sino ni siquiera es equiparable a esa pequeña joya llamada "Jarhead".

Las intenciones de Mendes en este, su nuevo film, son bien distintas a las de la ironía y mordacidad que reflejaba su ópera prima, pues mientras en aquella el American Way of Life era diseccionado con agudeza, aquí todo está envuelto por un cerco melodramático que podría beneficiar a la película, pero que termina jugando en su contra ya que ni el propio cineasta parece saber hacía donde redirigir su obra constantemente sin la necesidad de jugar con sus personajes como ya hacía en el film protagonizado por Spacey y Benning.

Las comparaciones son odiosas, y como ya he hecho suficientes referencias a su filmografía, y dejado claro que ésta está bien alejada de ellas, empezaré diciendo que "Revolutionary Road" arranca magníficamente, no sólo se presentan sus personajes en muy poco espacio, sino que el conflicto también viene dado durante esos primeros compases, y ello ya nos logra situar en el marco trazado por Mendes, haciendo así que resulte mucho más fácil verse inducido por todo lo que acontece en pantalla.

Sin embargo, lo que parecía prometedor, se termina diluyendo en la incapacidad de una historia que no se reinventa y que reincide constantemente sobre el mismo tema: El cuestionamiento de si la pareja protagónica vive bajo un falso halo de mediocridad y autoimpuesta felicidad, y las respuestas para huir del susodicho halo. A partir de ahí, no vemos nada lúcido ni compacto que nos llegue a hacer pensar cual es el objetivo del realizador si ya ha sido todo remarcado y subrayado con constancia a lo largo del metraje.

Para colmo, personajes como el de Michael Shannon están de más, ya que simplemente se usa como justificación para dar a conocer lo que sucede en pantalla, lo que se debería intuir, lo que nos deberían contar los personajes sin necesidad de diálogo... y aunque Shannon se labre una buena actuación, su papel sobra directamente, no tiene excusa por mucho que se la quieran dar.

Lo más rescatable pues, del último trabajo del laureado director norteamericano, es la interpretación de un DiCaprio que se come la pantalla a bocados, y desgarra el interior de su personaje con una tenacidad y un caracter terribles. Ante él, Winslet da una réplica bastante buena, pero por desgracia una réplica que queda diluida con la obra de un gran autor que, esperemos ver resurgir. Diluida como esa mancha roja sobre la alfombra del salón.
Grandine
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31 de enero de 2009
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fragilidad de las relaciones humanas y lo intangible que resulta a menudo la aplastante y dolorosa verdad para muchas parejas son dos de los elementos que se han combinado en esta soberbia película para cristalizar en uno de los análisis más poderosos y desgarrados que nos ha ofrecido el cine sobre un tema universal: el intenso y malsano placer que provoca la ignorancia y la infelicidad consentida.

Durante las dos horas de metraje, Mendes construye un drama agónico, lapidario, epidérmico y a la vez frenético, sustentado en la magistral actuación de dos de los mejores actores que ha dado el reciente cine estadounidense. Impresionante DiCaprio e inconmensurable Winslet.

No hay tregua. No asoma una brizna de piedad. La película discurre tensa, con pulso férreo, y vomita sobre el espectador su pavoroso mensaje, su desgarrada visión de la realidad que destripa sin piedad ese poderoso monstruo que es la sociedad y sus absurdas y desfasadas leyes y convicciones. Esa criatura malsana que ha devorado las vidas de tantos seres humanos a lo largo de la historia y que los ha digerido hasta la mismísima defecación. Convirtiéndolos es excrementos de unas normas sociales intransigentes y dictatoriales, en víctimas podridas de la mentira, la apariencia, el miedo y la cobardía.

Revolutionary Road se erige como un valiente paladín de la verdad y disecciona de raíz las extremidades del poderoso monstruo, los ridículos apéndices de una sociedad que te atrapa y te engulle con las fauces de la falsa moralidad, los forzados y ya decrépitos valores familiares tradicionales, la violencia agazapada tras la burda y falsa hombría, la manipulación a la que nos someten sutilmente los que nos rodean, el miedo a lo diferente, a romper las normas, a ser distinto… y, sobre todo, el pavor que provoca ser tú mismo y ser feliz.

Nada queda en pie. Menders en un contador de historias despiadado, capaz de evidenciar a más de un espectador la miseria que le embargará esa noche, cuando tras salir del cine se acueste junto a una persona que no ama, cuando vuelva a un trabajo que odia, cuando repita una y otra vez interminables retahílas de mediocridades para encajar en un colectivo social que detesta, cuando su pareja le bese y le dé asco, cuando mire a sus hijos y compruebe que nunca quiso tenerlos, cuando contemple su vida y solo sienta ganas de llorar ante tanta represión, tanto miedo, tanta amargura, tanta infelicidad…

Estremecedora, sin duda, una de las mejores películas del año.
loganxxx
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