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Voto de loganxxx:
10
6,9
47.130
Drama. Romance
Años 50. Frank (Leonardo DiCaprio) y April (Kate Winslet) se conocen en una fiesta y se enamoran. Ella quiere ser actriz. Él sueña con viajar para huir de la rutina y experimentar emociones nuevas. Con el tiempo se convierten en un estable matrimonio con dos hijos que vive en las afueras de Connecticut, pero no son felices. Ambos se enfrentan a un difícil dilema: o luchar por los sueños e ideales que siempre han perseguido o conformarse ... [+]
31 de enero de 2009
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fragilidad de las relaciones humanas y lo intangible que resulta a menudo la aplastante y dolorosa verdad para muchas parejas son dos de los elementos que se han combinado en esta soberbia película para cristalizar en uno de los análisis más poderosos y desgarrados que nos ha ofrecido el cine sobre un tema universal: el intenso y malsano placer que provoca la ignorancia y la infelicidad consentida.
Durante las dos horas de metraje, Mendes construye un drama agónico, lapidario, epidérmico y a la vez frenético, sustentado en la magistral actuación de dos de los mejores actores que ha dado el reciente cine estadounidense. Impresionante DiCaprio e inconmensurable Winslet.
No hay tregua. No asoma una brizna de piedad. La película discurre tensa, con pulso férreo, y vomita sobre el espectador su pavoroso mensaje, su desgarrada visión de la realidad que destripa sin piedad ese poderoso monstruo que es la sociedad y sus absurdas y desfasadas leyes y convicciones. Esa criatura malsana que ha devorado las vidas de tantos seres humanos a lo largo de la historia y que los ha digerido hasta la mismísima defecación. Convirtiéndolos es excrementos de unas normas sociales intransigentes y dictatoriales, en víctimas podridas de la mentira, la apariencia, el miedo y la cobardía.
Revolutionary Road se erige como un valiente paladín de la verdad y disecciona de raíz las extremidades del poderoso monstruo, los ridículos apéndices de una sociedad que te atrapa y te engulle con las fauces de la falsa moralidad, los forzados y ya decrépitos valores familiares tradicionales, la violencia agazapada tras la burda y falsa hombría, la manipulación a la que nos someten sutilmente los que nos rodean, el miedo a lo diferente, a romper las normas, a ser distinto… y, sobre todo, el pavor que provoca ser tú mismo y ser feliz.
Nada queda en pie. Menders en un contador de historias despiadado, capaz de evidenciar a más de un espectador la miseria que le embargará esa noche, cuando tras salir del cine se acueste junto a una persona que no ama, cuando vuelva a un trabajo que odia, cuando repita una y otra vez interminables retahílas de mediocridades para encajar en un colectivo social que detesta, cuando su pareja le bese y le dé asco, cuando mire a sus hijos y compruebe que nunca quiso tenerlos, cuando contemple su vida y solo sienta ganas de llorar ante tanta represión, tanto miedo, tanta amargura, tanta infelicidad…
Estremecedora, sin duda, una de las mejores películas del año.
Durante las dos horas de metraje, Mendes construye un drama agónico, lapidario, epidérmico y a la vez frenético, sustentado en la magistral actuación de dos de los mejores actores que ha dado el reciente cine estadounidense. Impresionante DiCaprio e inconmensurable Winslet.
No hay tregua. No asoma una brizna de piedad. La película discurre tensa, con pulso férreo, y vomita sobre el espectador su pavoroso mensaje, su desgarrada visión de la realidad que destripa sin piedad ese poderoso monstruo que es la sociedad y sus absurdas y desfasadas leyes y convicciones. Esa criatura malsana que ha devorado las vidas de tantos seres humanos a lo largo de la historia y que los ha digerido hasta la mismísima defecación. Convirtiéndolos es excrementos de unas normas sociales intransigentes y dictatoriales, en víctimas podridas de la mentira, la apariencia, el miedo y la cobardía.
Revolutionary Road se erige como un valiente paladín de la verdad y disecciona de raíz las extremidades del poderoso monstruo, los ridículos apéndices de una sociedad que te atrapa y te engulle con las fauces de la falsa moralidad, los forzados y ya decrépitos valores familiares tradicionales, la violencia agazapada tras la burda y falsa hombría, la manipulación a la que nos someten sutilmente los que nos rodean, el miedo a lo diferente, a romper las normas, a ser distinto… y, sobre todo, el pavor que provoca ser tú mismo y ser feliz.
Nada queda en pie. Menders en un contador de historias despiadado, capaz de evidenciar a más de un espectador la miseria que le embargará esa noche, cuando tras salir del cine se acueste junto a una persona que no ama, cuando vuelva a un trabajo que odia, cuando repita una y otra vez interminables retahílas de mediocridades para encajar en un colectivo social que detesta, cuando su pareja le bese y le dé asco, cuando mire a sus hijos y compruebe que nunca quiso tenerlos, cuando contemple su vida y solo sienta ganas de llorar ante tanta represión, tanto miedo, tanta amargura, tanta infelicidad…
Estremecedora, sin duda, una de las mejores películas del año.