La evasión

El sacro respeto que se le asigna en el mundillo del cine a ciertas películas deja de tener relevancia cuando, por más que se intente, una historia resulta inverosímil. Es imposible compenetrarse al observar que los presos, educados, bondadosos y sociables, son tratados como duques por amabilísimos guardias que apenas los vigilan en su proyecto de huída. La celda que habitan es gigantesca (entran cinco personas, cuando lo habitual, como máximo, es tres) y lujosa contextualmente, ya que está provista de alacena, tazas, un inodoro impecable, piso de parquet, etcétera. Además, es sorprendente la facilidad de las tareas que les son asignadas a los reclusos.

Por otro lado, está claro que no hacen falta habilidades técnicas, argumentativas o actorales para enfocar durante excesivos minutos el cavado de un pozo, lo cual no aporta más que una densidad insoportable que lejos está de reflejar la dificultad de una fuga.

En síntesis, La Evasión es un escape a la autenticidad de lo cotidiano, un ejercicio de inverosimilitudes que echan por la borda cualquier pretensión de realismo.